Arjen Robben es el mejor jugador de cristal del mundo, el extremo más brillante del momento que, cuando despeja las dudas sobre su estado físico, puede convertirse en un futbolista tan decisivo como lo fue hoy ante Serbia y Montenegro.
BERLÍN, EFE
Marcó Robben y ganó Holanda, algo avalado por su estadística, porque siempre que anota el delantero holandés su equipo no pierde. De hecho, tan sólo en una ocasión, el 3 de abril de 2002, cuando con el PSV Eindhoven se enfrentó al Ajax, un gol del extremo no fue suficiente (4-3).
Nacido en Bedum, un pueblo cercano a Groningen, hace 22 años, Robben es el caso de un proyecto de estrella truncado por las lesiones.
Su historia está repleta de roturas de ligamentos, fracturas de huesos y hasta de un tumor en un testículo del que se operó en 2004. Y, aun así, siempre se espera lo mejor de uno de los pocos extremos puros que quedan, por el que el PSV Eindhoven pagó 4.2 millones de euros al Groningen (2000) y al que cuatro años después vendió por 18 millones al Chelsea.