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RUMBO AL CENTENARIO

SILVIA CASTRO DE TOWNS

EL DÍA DEL ALGODÓN

El domingo 24 de agosto de 1924 Torreón amaneció vestida de fiesta, lista para celebrar al cultivo que daba motivo y riqueza a la ciudad. Se venía preparando desde hacía varias semanas y dada la premura del tiempo se decidió que en lugar de hacer una feria en forma se hiciera una fiesta con el nombre de ?Día del Algodón?. La idea había nacido en el seno del Club Rotario y a ella pronto se adhirieron agricultores, comerciantes e industriales. Con dicha fiesta se celebraba el final del ciclo agrícola y en ella se premiaría a los agricultores que presentaron las primeras pacas de algodón; se pretendía, además, que fuera una fiesta precursora de una serie de fiestas anuales que servirían de propaganda regional.

La mayoría de los comercios y muchas casas particulares lucían banderas y gallardetes. En la esquina de Hidalgo y Valdés Carrillo, la Comisión Bancaria levantó un hermoso arco triunfal compuesto exclusivamente de pacas de algodón. El arco fue construido por el ingeniero José Alberto Célis y se habían usado 200 pacas. Los hoteles estaban pletóricos y muchas visitantes tuvieron dificultades para alojarse. Las autoridades municipales procuraron que las calles fueran cuidadosamente regadas para evitar, hasta donde fuera posible, que se levantara el polvo.

Esa mañana, la población esperaba alborozada el arranque del desfile. Éste se inició frente al Casino de La Laguna. Una descubierta de caballería encabezaba el desfile seguida de una banda militar que amenizaba el trayecto. En seguida, en un camión artísticamente adornado, las reinas del algodón: Julia Pámanes, Stela Mondragón, Concha Cueto, Esperanza Brittingham y María Elizabeth Goddard engalanaban la fiesta con su presencia.

Al pasar el desfile frente a la Casa Figueroa y De la Mora se hizo un alto para recibir solemnemente la primera paca de algodón de ese año, misma que fue colocada en el carro real que iba escoltado y seguido por miembros de la Asociación de Charros. Detrás, en otro carro se depositó la segunda paca. Les seguían los carros alegóricos que patrocinaban algunas empresas locales. El primero de ellos fue el presentado por la Nueva Botica Coahuila, representaba un puesto de socorros, perfectamente acondicionado y en el cual iban algunas muchachas disfrazadas de enfermeras. Le seguía el carro patrocinado por el molino Las Vegas, propiedad de J. Vargas y Compañía y que era un molino holandés, cuyas grandes aspas giraban al paso del viento, bellas jóvenes disfrazadas de holandesas lanzaban al público pequeños costalitos con harina. Detrás venía el vistoso carro patrocinado por la Metalúrgica y luego el de los señores Dodson Mfg. Co., y en el cual una pequeña bomba sacaba agua de un depósito oculto a los ojos del público y lanzaba el chorro cristalino a una fuente. La Papelería de Francisco Dingler montó, en el camión, un taller de imprenta, cuyos operarios lanzaban hacia el público los anuncios que iban imprimiendo. El carro presentado por La Importadora de La Laguna, propiedad de Julio Castrillón, llevaba dos automóviles combinados cuyas ruedas giraban al mismo tiempo que un enorme globo terráqueo. El negocio de los señores Orvañanos y Zúñiga presentaron a ?Olliver B, el rey de los arados?, y como su nombre lo anunciaba, en un gran trono iba un arado Olliver; al frente del carro, un pequeño heraldo anunciaba el paso de su majestad. Bajo un gran Partenón griego, un grupo de señoritas representaban bellamente a las musas, gracias al auspicio del Teatro Princesa. La Compañía Industrial Jabonera de La Laguna envió al desfile un carro en el cual se representaba un cuadro griego, en él iba la reina rodeada por esclavos, una palma y un olivo hermoseaban el paisaje, el centro del carro, un mecanismo especial lanzaba al aire grandes burbujas de jabón. La fábrica de hilados La Industrial de Nazas, de los señores González y Colubí, presentaron a su vez un hermoso carro adornado con los productos que producían. El más llamativo de los carros presentados fue el de la Fábrica La Unión, en el cual una señorita, vestida de china poblana, iba sobre un enorme globo terráqueo al cual simulaba lavar. Según el reportaje sobre el evento, ella iba a una altura no menor a diez metros, sufriendo los rigores de un fuerte calor y en una posición tan difícil que daba pena verla, además, con el peligro de que cualquier movimiento brusco del camión podía haberla lanzado al piso. Detrás del carro, La Unión llevaba su bomba extinguidora que hacía sonar su silbato. Hubo algunos otros carros que no fueron descritos y detrás de ellos iba un sinnúmero de coches adornados entre los cuales destacó el del señor Francisco Bernardini, que era una enorme canastilla adornada con flores y algodón y en el que iban dos pequeñitas disfrazadas de chinas poblanas acompañadas de dos diminutos charros. Detrás de los carros alegóricos venían no menos de 300 rancheros, ?acostumbrados al rudo trabajo del campo?, que vinieron a la ciudad a unirse al festejo. Cerraba el desfile un gran grupo de charros acompañados por la banda de música de La Jabonera de Gómez Palacio.

El desfile terminó en la calzada Colón, frente al Real Club España, dentro del cual las reinas premiaron a los agricultores que presentaron las primeras pacas y a los mejores carros alegóricos, escogidos por un jurado compuesto por tres conocidas damas de la región.

Por la tarde, ante una plaza pletórica, se efectuó una corrida de toros, en la cual participaron el Califa, Rodolfo Gaona y Guillermo Danglada con seis toros de Malpaso, Zacatecas. Aquí, las reinas del algodón, vestidas de majas, y sobre cinco hermosos automóviles abrieron la fiesta. Era tal la concurrencia, que el maderamen que sostenía la gradería de sol crujió fuertemente algunas veces. Esta gran fiesta pudo llevarse a cabo gracias al desprendimiento de Ricardo E. Morari y de Alfonso Colomer, quienes afrontaron la difícil situación que se presentó para lograr la realización del evento. La popularidad de Gaona atrajo más de dos mil aficionados, algunos de ellos del extranjero.

A las 8:00 de la noche se inició una gran romería en el Club España, a la cual asistieron más de tres mil personas, según cálculos hechos. El Merendero Poblano, la cantina El Gato Negro, la Nevería del Algodón, el puesto de confeti y el jacal de la pizca estuvieron atendidos por damas de esta ciudad, de Gómez Palacio y Lerdo. Las ganancias de la romería se dedicaron a obras de beneficencia.

Así reseñó la primera gran fiesta regional El Siglo. El éxito alcanzado por esta fiesta motivó a los organizadores a repetir la experiencia al año siguiente.

Como parte de los festejos, la noche anterior, el Club Rotario local recibió el ?charter? que lo acreditaba como el club número 1773 de la Asociación Rotaria Internacional, en una cena de gala que tuvo lugar en el Casino de La Laguna; era entonces presidente del Club, Eduardo Orvañanos.

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