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Sábado Distrito Federal

Patricio de la Fuente G.K.

“La ciudad es de todos; habrá que despejarla”…

Germán Dehesa

A través de sus canciones, Chava Flores retrató magistralmente la vida en la capital de la República. Conciencia urbana, voz del dolido y consuelo del pobre, Flores define toda una época; es efigie de la ignominia pura, en él asentada la picaresca y más honda de la mexicanidad. Don Chava, como probablemente hacemos tú y yo, lector querido, procuraba usar el humor como elemento catártico que en determinado momento lo salvase de la locura, la sinrazón y la muerte anónima. Sí, el mexicano se ríe de sí mismo por muchas razones y quizá la más palpable sea el deseo por olvidar un aquí y ahora plagado de injusticia, con tufo a impotencia.

Viene a colación Flores pues hace unos días me interné al Centro Histórico de la Ciudad de México. Mi jornada comenzó en Paseo de la Reforma y tuvo como fin la Plaza de la Constitución, antes sede y epicentro del poder. Lo que fue una ciudad apacible, generosa y transparente -salvadas las mordaces críticas de Chava Flores- es hoy parecida a lo narrado por Dante cuando se refiere al infierno. No creo exagerar: aquí ya no impera la Ley y hace mucho murió el Regente de Hierro. So pretexto la libertad, se agrede el derecho del otro.

Cuadras enteras cerradas, un verdadero muladar, el caos vial en toda su expresión. Alejandro Encinas, hombre que me causaba magnífica impresión, sencillamente no está interesado en que los manifestantes retornen a sus hogares. Todo el aparato de la jefatura del Gobierno al servicio del vándalo tropical, ése que amenaza con una escalada. Una mujer de edad, de condición humilde, le suelta a este columnista un secreto del dominio público: “Joven, me están pagando doscientos pesos diarios por estar aquí. De encontrarse en mi posición, ¿usted a poco no los aceptaría?”.

Claro, pienso, el seudocaudillismo está cimentado en lucrar con los dolores ajenos. Al oprimido, a todo hombre o mujer sin nada que perder, siempre le harán ofertas que no podrá rechazar: es la historia de la política. Evidentemente, también entre tantas personas reunidas se encuentran verdaderos creyentes de la causa, gente con la cual todavía se puede uno sentar en la mesa. ¿Acaso son insalvables nuestras diferencias? ¿Es necesario llegar a tal nivel de polarización? No, demonios, tiene que existir otra salida, una sarta de peleles no deben lograr que caigamos en la confrontación. Y es que son tiempos difíciles y a uno se le ocurren los peores escenarios.

Me aborda una joven estudiante: “¿Usted viene de curioso verdad?” No, soy escritor o por lo menos hago el intento, respondo. “Pues diga que no somos puros anarquistas, también nos mueve un ideal legítimo, buscamos una riqueza bien distribuida”. Sí, eso nunca lo he dudado, sin embargo cuestiono los métodos, pues me parece sospechosísimo lo bien armado que está todo esto; a ver, nomás respóndame, ¿quién los está financiando? “A ustedes, a la clase acomodada, únicamente les importan sus intereses” es lo último que alcanzo a escuchar. ¿Para qué confrontarla? ¿Cuál sería el beneficio de enfrascarnos en un debate tan estéril? Resentimiento social siempre existió: nuestro Maquiavelo del Grijalva únicamente se encargó de exacerbarlo.

¡Caray lectores¡ que ahora no nos salgan con la cantaleta de que los paracaidistas y su circunstancia son resultado de la voluntad popular. Hay demasiados intereses de por medio, el deseo de una jauría que clama por su hueso y manipula lo manipulable, remata paraísos, vende indulgencias plenarias. ¿Me oyes Camacho? ¿Proyecto de nación o mejor dicho, plan para desestabilizarla? Lo están consiguiendo; a diario sus declaraciones se tornan más viscerales y el diálogo da paso a la amenaza. Digan lo que digan las instancias competentes, afirmen lo que afirmen las conciencias lúcidas, a la larga ello no importará. El líder charro, epítome del absurdo, retrato de la víscera desbordada, él no cesará en su intento por poner al país de cabeza. ¿Acaso tiene algo que perder? Bien lo sabe: su crucifixión en vida le garantiza el pasaporte a la eternidad. A partir de tal premisa el interés nacional no importa demasiado.

Y para esto, ¿dónde queda la otra gran parte del país? No lo sé, pero por lo menos en el Distrito Federal la coyuntura es Máscara contra Cabellera. Fuera de los recordatorios maternos que recibe todo aquel que pase por la zona y no coincida con tan inteligente y preclara manera de fijar una postura; olvidando la tonadita de siempre, la que dice “abajo el TLC, los oligarcas y vendedores de la patria”, salvado lo anterior, entonces todo está bien, no hay rollo ni bronca. Dos opciones hay: a favor o en contra, sin medias tintas. ¿Verdad que eso querías López?

¿Y qué sigue? Lo ignoro y ni me atrevo ya a pensarlo. En ocasiones mi capacidad de análisis se ve rebasada. Los relajitos chuscos de vialidad, el malestar urbano al que tantas veces se refirió Chava Flores, hoy palidecen frente a una mancha amarilla que está decreciendo. ¿Sábado Distrito Federal? No señores, aquí nadie se está riendo y la semana ya no tiene días.

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