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Salud en coma

Javier Fuentes de la Peña

¿Alguna vez ha llegado a su trabajo y descubre que cientos de personas lo están esperando? A mí nunca me ha pasado, pero tengo un amigo a quien le sucede algo parecido todos los días.

El amigo del que hablo es doctor y trabaja en una clínica del Seguro Social. Cuando llega, literalmente los pendientes se le vienen encima, pues las personas que lo esperan le comienzan a dar explicaciones arrebatadas sobre la enfermedad que padecen.

Pocas veces veo a mi amigo y lo mismo dicen sus familiares. Su trabajo es tan agotador, que lo único que hace al llegar a su casa es dormir. Pero hace algunos días me topé con él y a pesar del poco tiempo que estuvimos platicando, me di cuenta que había cambiado mucho. Ahora se había convertido en un fumador compulsivo y se reía menos que antes. Mientras conversábamos, a cada instante veía su reloj y a leguas se veía que no encontraba la manera de cortar la charla e irse. Pero cuando le hice una pregunta todo cambió, pues a mi amigo se le olvidó el reloj y sus asuntos también. “Oye, ¿cómo van las cosas en el IMSS?”.

Al hacerle esa pregunta su semblante sufrió una radical mutación. En un principio me dio la impresión que trató de evitar que las palabras se escaparan de su boca, pero fue inevitable e inmediatamente comenzó a lanzar al viento una serie de improperios en contra de la institución en la que trabaja.

Es increíble, pero mi amigo tiene tantos pacientes en un día que a cada uno sólo le puede dedicarle un cuarto de hora. ¿Se imaginan qué tipo de diagnóstico puede hacer un doctor en míseros 15 minutos? Ahora entiendo porqué los médicos tienen tan fea letra, pues con ese tiempo muy apenas les alcanza para escribir la receta. El reducido número de colegas es insuficiente para atender a los derechohabientes del IMSS que día a día abarrotan las distintas instalaciones de la institución.

Muchos piensan que los doctores tienen la culpa y que al hacer mal su trabajo están jugando con la vida de los pacientes, pero la culpa no es de ellos, sino de las condiciones en las que tienen que ejercer su profesión. En primer lugar, no existe el número necesario de consultorios para que los pocos doctores del IMSS atiendan a los cientos enfermos que desfilan diariamente por las instalaciones de los hospitales. Por otro lado, el material con el que cuentan es insuficiente, lo que convierte en una utopía recetar un tratamiento completo al enfermo, pues los doctores tienen la instrucción de ser cuidadosos con lo que prescriben debido a la carencia de medicamentos.

Sumado a todo lo anterior, está la cuestión de la limpieza. Al pensar en un hospital normalmente nos imaginamos a un sitio en donde la pulcritud es una constante y en donde los gérmenes y bacterias son tan inexistentes como la Pantera Rosa. Pero en las clínicas del Seguro Social en Coahuila sucede todo lo contrario. Por increíble que parezca, muchas personas salen del IMSS peor que como entraron y no por culpa de alguna posible negligencia médica, sino por la falta de higiene que ahí se tiene. Ahora, aparte de Sida, hepatitis, gripe, y otros males, se habla también de enfermedades “nosocomiales”.

Hace tiempo se discutía la edad en que debía otorgarse la jubilación a los médicos. Si yo fuera doctor y desempañara mis funciones en una clínica del IMSS, lucharía incansablemente por obtener mi pensión a los diez años de servicio, pues con ese tiempo bastaría para que perdiera la cabellera entera, para que las arrugas poblaran mi rostro y para que quedara un poco alocado.

¿Cuál es la solución en el IMSS? Es difícil encontrarla, sin embargo, de gran beneficio sería que el instituto dejara de estar en manos de los políticos, quienes suelen poner sus intereses por encima de sus obligaciones.

javier_fuentes@hotmail.com

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