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Saludador del Estado

Javier Fuentes de la Peña

¡Y yo creía que Enrique Martínez era vanidoso! ¡Cuán injusto fui con nuestro ex gobernador al atribuirle este defecto hermano de la soberbia!

En alguna ocasión comparé a Martínez y Martínez con Narciso, aquel mítico personaje que murió ahogado al querer abrazar su propia imagen reflejada en las cristalinas aguas de un lago. Creí que el empresario saltillense pecaba de vanidad al haber organizado su toma de protesta en un estadio con capacidad para más de 14 mil personas, o al creerse con los atributos suficientes como para convertirse en el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Avergonzado me siento de tal infamia, pues ahora, con la llegada de un nuevo monarca al trono coahuilense, realmente he aprendido el significado de la palabra “vanidad”.

Hace días fui a Monterrey. Todo iba perfecto. Había menos tráfico de lo habitual. El cielo limpio dejaba pasear en él a algunas níveas nubes, y para mi suerte un águila pasó volando justo enfrente de mi coche, de tal manera que pude observarla casi perfectamente. Sin embargo, toda esa emoción y éxtasis visual de pronto se interrumpió, pues por ahí del kilómetro 33 me topé con un enorme letrero que cruzaba de lado a lado la carretera y en él estaba plasmada la faz de Humberto Moreira.

¿A quién se le ocurrió que el rostro del gobernador era recomendable para desear un buen viaje o para dar la bienvenida a quienes llegan a territorio coahuilense?

Al parecer Humberto Moreira, busca por todos los medios informar que él es ahora el político más poderoso en el estado. Sin embargo, para ello no sirve una gigantesca fotografía, ni millones de pesos gastados en publicidad, sino más bien un esfuerzo constante para ofrecer a los coahuilenses obras dignas de ellos.

No cabe duda que Humberto Moreira es un político vanidoso. Si en los días de ayer no hacía otra cosa más que alabar a los gobernantes en turno por las acciones emprendidas, en los días de hoy buscará convertirse en el blanco de todas las adulaciones. Una muestra de ello es la nueva costumbre de saludar durante horas incluso, a los asistentes a sus actos oficiales.

Seguramente habrá quienes vean con buenos ojos esta supuesta cordialidad del gobernador, e incluso lo elogiarán por su sencillez y cercanía con el pueblo. Pero quizá vale la pena hacer una pregunta: ¿Moreira dedica tanto tiempo para saludar o para ser saludado?

Sinceramente no me parece nada admirable que el gobernador dedique horas de su tiempo para estrechar la mano del pueblo. Esta costumbre me parece anacrónica y me recuerda los interminables desfiles de políticos que buscaban saludar al presidente de la República después de cada Informe.

Aunque muchas de las personas que son tocadas por la mano de Moreira estarán felices por ello, más felices estarían, creo yo, si el gobernador llevara mayores beneficios a las colonias donde viven.

Los ciudadanos contratamos con nuestro voto a un gobernador y no a un saludador. Si las horas empleadas para bañarse de alabanzas las dedicara a cosas más productivas, seguramente obtendría mayores muestras de agradecimiento y de afecto por parte de los coahuilenses.

Está bien que se muestre cercano a la gente y también que sea sencillo, pero no que caiga en prácticas populistas que ningún beneficio traen a la ciudadanía.

Los coahuilenses sabemos ya lo que significa carecer de gobernador. Durante meses, Enrique Martínez no tuvo ojos para otra cosa más que para su sueño de convertirse en presidente de la República, descuidando al estado y a sus habitantes. Múltiples son las carencias y los rezagos en Coahuila, por tal motivo, nos urge un gobernador y no un saludador.

javier_fuentes@hotmail.com

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