Primera parte
“¿QUÉ PASA CON NUESTRO PETRÓLEO?” se llama el programa que bajo los auspicios del Club de Periodistas está llevando a cabo en su estado y especialmente en Isla del Carmen, el delegado en Campeche, el valiente Enrique Pastor Cruz Carranza, quien lleva años enfrentándose a Pemex y a los diferentes explotadores de nuestro oro negro, hoy una partida de “rufianas” compañías transnacionales que mandan en la isla y ostentan oficinas allá: Halliburton, Schlumberger, Protexa, Dowell, Oceanografía (Bribiesca), Global Offshore, Brandt, Shell Marine Products, Petro Depot, Sicsv, Enron (cerró hasta su escándalo internacional), entre otras.
A través de contratos “bajo el agua” que el Congreso no controla, ya se han llevado gran parte del tesoro desde hace sexenios, pero hoy con la inicua complicidad del PANfoxismo el saqueo se ha vuelto atroz y naturalmente impune.
A la extraña “capital del petróleo” en una isla que el Gobierno ha apartado del resto de Campeche, Enrique invitó primero a otros miembros del Club, Alfredo Jalife Rahme, Humberto Hernández Haddad, Juan Ramón Jiménez de León y al editor del periódico argentino “Calrín”, Julio Sevares.
Y el 12 y 13 de diciembre de 2005, fui invitada a mi vez a entender in situ la problemática de las entidades petroleras del sureste Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas y, próximamente Yucatán, dentro del plan de expansión y explotación petrolera que frenéticamente los Gobiernos neoliberales han decidido para culminar el criminal despojo, la virtual privatización del petróleo de México a favor de las compañías tejanas del dúo Bush-Cheney”.
Ciudad del Carmen, es hoy por hoy la capital del petróleo porque en el punto del Golfo que domina se extrae el 83 por ciento del crudo de México y aproximadamente el 23 por ciento del gas. Se trata de uno de los mayores mantos petroleros marinos del mundo, el famoso Cantarell.
Algunos aseguran que se está agotando, pero a mayores profundidades vecinas a lo largo de las costas campechanas y peninsulares yucatecas, aún se guarda, un secreto de Estado, dice el periodista que trabajó en sus mocedades en las plataformas: hay mantos de similar o mayor potencial.
Ese gran secreto impulsa a los voraces panistas de la región a actuar en consecuencia. Por ejemplo, el gobernador de Yucatán, Patricio Patrón Laviada, quiere cambiar de lugar el aeropuerto de Mérida para hacer un negocio de varias bandas, construir uno nuevo y en el actual unidades habitacionales de categoría para los altos directivos de compañías petroleras que podrían habitarlas en el próximo sexenio si Yucatán se uniera a los estados petroleros y si ganara Felipe Calderón, íntimo amigo del senador Carlos Medina Plascencia, zar Pansalinista de la región.
Tiene un poderoso despacho consultor desde le que brinda cara asesoría y vigila a los municipios gobernados por el PAN. Es posible que esté unido a otros conocidos consultores salinistas cuyo despachito se llama “Lanz-Carpizo Rocha y Asociados.
Todos por el petróleo de ¿los mexicanos? Felipe Calderón hace lo que puede por deslindarse de Fox y de sus hijastros Bribiesca muy presentes en la rebatinga como veremos posteriormente, pero no puede negar lazos comprometedores como los que lo unen al ex gobernador de Guanajuato, Medina Plascencia, impuesto por Salinas a fines de los ochenta.
Esta amistad de Felipe no es casualidad ni de menor importancia. Sus futuros electores deben saber que, de lo que se trata pura y llanamente, es de seguir entregando el petróleo, mientras Fox, después del jefe Salinas y de Zedillo jura y perjura que “Pemex no se privatizará”.
Por cierto, hablando de Salinas, al querer enterarme con un amigo conocedor de los medios, porqué Televisa se manifieste tan azulosa, me contestó. -Bueno, quién sabe, porque Salinas ya tiene el diez por ciento de Televisa y es miembro del Consejo. Hacen las juntas en el extranjero para no causar sospechas. -Bueno, le dije a mi vez, eso no importa. Salinas puede apoyar a cualquiera de sus dos delfines del PRIAN, Madrazo o Calderón. Salinas es neoliberal gato los Bush, como Fox y compañía.
Fui a Isla del Carmen aquel 12 de diciembre de 2005 no sólo con el propósito de mis compañeros de ver in situ cómo Pemex arruina todas las regiones en donde se mete sino con ilusión porque en Campeche la gente es culta: fui también a presentar mi libro “Ensalada Rusa”, Cuatro viajes a la URSS, el primero de mi nueva serie “Mapamundi”, memorias de viajes y de vida.
Nunca olvidé esa hermosa isla aromática, pacífica, de gente cálida en el lejano y emblemático 1968 en la que gané en sus Juegos Florales, presididos por el gran escritor Juan de la Cabada, el Premio de Prosa por mi cuento “La Grieta”. ¡Aquella isla aromática! ¡Sí, cómo no!
Ciudad del Carmen está convertida en una ciudad sin drenaje, con grandes charcos pestilentes, pésimas construcciones a no ser las de las compañías o de Pemex mismo. En la Calle 25 se encuentra el Corporativo Cantarell, conjunto de edificiotes que aparentemente pertenece al director de Pemex Ramírez Corzo.
La vox populi “sabe” que lo construyó con dinero de la paraestatal a la cual cobra hoy un millón de pesos de renta mensual. Los carmelitas tuvieron que vender o abandonar a los petroleros sus lindas casas tropicales. Es increíble que la paraestatal no mantenga la ciudad en perfecto estado ya que se chupa el tesoro de sus mares.
Ah, pero eso sí manda hacer enclaves limpios, con frecuencia lujosos, con bueno servicios y seguridad para sus empleados y sus amos extranjeros. Se llaman “Los Vaticanos”. Los vi. Entramos quizá por ir bordo de un buen vehículo o porque los guardias, petroleros sindicalizados de Carlos Romero Deschamps, deben estar hartos como tantos otros.
El petróleo puede terminar como la Banca, todo en manos extranjeras que lo que dejan atrás es deterioro ecológico en las regiones que tienen la desgracia de tener el tesoro del oro negro y mayor subdesarrollo y pobreza, porque la industria petrolera acaba con las otras.
Por ejemplo, en la isla que se llamó “La Capital Mundial del Camarón”, Pemex ha prohibido la pesca en 80 mil hectáreas alrededor de las plataformas y paga un millón de pesos por la destrucción de cada barco pesquero.
(Continuará)
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