Hace un poco más de 16 años fui a hablar con el entonces procurador general de Justicia de la nación, licenciado Álvarez del Castillo, respecto al libro “Desperados” (sic, no “desesperados” como sería lo correcto) de Elaine Shanon, convertido en la serie de TV más antimexicana que se haya visto, “La Guerra de las Drogas”.
Era el supuesto relato del asesinato en México del agente de la DEA, un gringo de nombre Enrique Camarena. Se decía que la propia DEA había financiado, como diría elegantemente Jorge Castañeda, “toda la enchilada”. A mis preguntas sobre el caso, el procurador me entregó otro libro. Se trataba del rollo entero de la política antidrogas de Washington, perpetrada por el flamante Zar de las Drogas, William Bennett.
El presidente Reagan, primero y Bush padre después, le habían encargado, como de costumbre en nombre de Dios y de la Democracia, especificar a los “infames” productores de droga, los países pobres de este Continente y algunos de Asia, que USA ya no permitiría que obligaran a comprar drogas a los 60 millones (entonces) de inocentes adictos gringos.
Al echarle una ojeada me indigné con tanta insensatez e injusticia y decidí analizar la tal política antidrogas punto por punto en un libro y de paso contestar a Mrs. DEA Shanon. Así se empezó a crear una investigación documental que duraría año y medio.
Hoy, al ver que Acapulco entre otras ciudades de este país, es víctima de la imparable violencia que genera el narcotráfico, pensé que mi libro que se llamó originalmente “La Otra Guerra de las Drogas”, puede ser útil ya que por desgracia esa guerra de USA sólo sirvió para acrecentar el negocio... como las otras, por cierto.
Está por salir la nueva edición en un nuevo intento de demostrar, como lo piensan millones de terrícolas, que la despenalización de las drogas es el único remedio posible contra la narcoviolencia cotidiana. Sólo agregué la siguiente introducción: “Bienvenidos de nuevo, lectores de “La Otra Guerra de las Drogas”, los que en 1991 conocieron este libro en su primera edición de Editorial Grijalbo, que hoy está por ver la luz con mi propio sello editorial, “Libros del Sol”. Bienvenidos los que no lo conocen.
Encontrarán aquí inamovibles hechos históricos de la última década del siglo XX y se enterarán que la política antidrogas de Estados Unidos sigue aplicándose al pie de la letra, tal y como fue diseñada en 1989, año de la terminación de la Guerra Fría, cuando para reemplazarla, la potencia le declaró la guerra a las drogas, mediante un largo documento, dirigido por el conservador William Bennett, el hombre que fue secretario de Educación del país más poderoso de la Tierra entre 1985 y 1988, antes de ser coronado Zar de las Drogas.
Los lectores saben hoy cuán ilógica e inoperante ha resultado dicha política para detener el consumo de drogas ¡a todo galope en el mundo en estos 16 años, muy especialmente en Estados Unidos! Saben que la violencia que genera el negocio ilícito más grande de la Historia está acabando con ciudades enteras en México y otras naciones. Se dan cuenta de lo torpe e imperialista que ha sido para los países “productores”, específicamente los latinoamericanos, que por fortuna empiezan a despertar, y como Bolivia, emancipada el 22 de enero 2006 por el presidente indio aymara Evo Morales, cultivador de la planta llamada coca, probablemente se atreverán a cancelar la tonta orden imperial de erradicar del planeta especies vegetales “criminales”, inventadas por la Naturaleza, que con los productos sintéticos, inventados por el hombre, entran dentro de la clasificación de “precursores” para la fabricación de la cocaína.
Sin embargo, se dio un acontecimiento que quizá ignoren: hay una escandalosa prueba del retraso mental de Bill Bennett, aún en la palestra. El 28 de septiembre de 2005, en un programa de radio en cadena, Bennett contestó así una pregunta: “si quieres reducir el crimen y ése fuera tu único propósito, podrías hacer abortar a cada niño negro en este país y la tasa de crímenes descendería. Eso sería una cosa imposible y reprensible, pero la tasa criminal disminuiría”.
La Guerra de las Drogas tuvo diversos motivos. El primero, obtener del Congreso dinero “fresco” y abundante para Richard Cheney, secretario de la Defensa -así llama el belicoso imperio a su ministro de la Guerra- en tiempos de George Bush (padre) y después vicepresidente del presidente George W. Bush (hijo).
En 1989, se le había acabado la chamba y con ella el presupuesto. La necesidad de una guerra es siempre ingente para la potencia, como se vio en el fin de siglo e inicios del siguiente.
A cada continente le llegó su turno. A Latinoamérica, como instrumento de constante chantaje, la Guerra de las Drogas. A Europa, en parte socia, le tocó la larga y cruenta balcanización de Yugoslavia. A Asia, la Guerra contra el Terrorismo, en Afganistán e Irak, el país que Dios le mandó destruir al muy congruente George W. Bush Jr. quien, cuando ganó las elecciones palestinas la Fuerza Armada Hamas, el 25 de enero 2006, preguntó a su público, obviamente con la mente puesta en Israel: “¿cómo podré tratar con gente que lo que quiere es destruir un país?”.
Todas las guerras constituyen inmensos negocios para Estados Unidos, pero el máximo es la Guerra de las Drogas, pretexto para ocupar, regañar, fiscalizar, certificar a los países culpables de producir droga y de encaminarla a la inocente masa consumidora estadounidense.
El negocio que protege al que hay detrás, el narcotráfico, que no se comprende, que no puede existir, sin la colaboración del Poder en todas sus gamas, político, empresarial, policial, militar, en los países involucrados.
Lo que vemos es sólo la punta del iceberg. En el film “Peligro Inminente”, Harrison Ford, honesto agente de la DEA, encuentra la punta de la madeja criminal, que viene desentrañando desde Colombia, en la Oficina Oval de la Casablanca...
Esa es la razón por la cual el problema de la atroz violencia que provoca el narcotráfico no puede solucionarse como sería deseable, simplemente con la legalización de las drogas, que sólo dañarían a los que las ingieren. No a toda la humanidad. Sí, pero se acabaría el negocio... y la divisa es “Business is Business”.
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