Mengua, se extingue, simplemente se apaga. Como laguneros y como coahuilenses, la tragedia de la mina de Pasta de Conchos en San Juan de Sabinas, nos enluta a todos. Ser el atractivo nacional porque la llama de la esperanza que segundo a segundo disminuye, no es para nadie satisfactorio, ni siquiera la humana atracción de ser el centro de atención hoy no satisface a nadie que esté cuerdo.
Hoy creo, sin embargo, que es momento de reflexión y sobre todo de respeto por las víctimas y sus deudos de este lamentable accidente. No sé en estos instantes si la extensa cobertura mediática del caso es realmente adecuada a las circunstancias. En el fondo, la televisión y sus cuerpos informativos pelean por el instante de la confirmación de lo peor y desgraciadamente con el correr irremediable del segundero, de lo que es cada vez más probable: un desenlace fatal.
La inminente muerte de los sesenta y cinco mineros -que mi pluma se haga “chicharrón”- que entregaron su vida en el cumplimiento de su trabajo, mediante el cual buscaban día con día la lucha permanente por el pan de sus respectivas mesas, nos convierte ahora a todos los mexicanos y por extensión a todos aquéllos sensibles al dolor ajeno a situarnos con crudeza nuevamente en lo básico, en lo esencial que somos.
Hoy en día donde las encuestas, la lucha y el reparto de poder ocupan todos los titulares, este momento tan humano, tan demoledor, deja por lo menos -y con un costo altísimo- una gran enseñanza.
Aunque desafortunadamente y por comparar, el desgarramiento continuo de nuestra sociedad y la falta de valores fundamentales que dignifican la figura humana, nos hemos ya acostumbrado a ver el dolor pasar sin inmutación alguna, haciéndonos cada vez más inmunes al cotidiano sufrimiento y carencias de nuestros semejantes.
Son hoy los grandes reflectores de las televisoras nacionales los que le agregan al desastre de San Juan de Sabinas, una especial emotividad a este triste asunto.
La enseñanza pues esperemos que quede; ojalá y todos asimilemos la magnitud del dolor de nuestros semejantes.
Hoy parece en el ambiente que sólo nos queda elevar oraciones al cielo por los caídos.
Espero de verdad que estas líneas terminen mañana o pasado siendo sólo suposiciones y que sobrevenga una heroica supervivencia de los sesenta y cinco mineros afectados.
Que el futuro nos cuente sólo que una gran angustia han vivido y que de esa pesadilla todos aprendimos algo. De no ser así, por lo menos que el intenso dolor algo nos deje.
Yo no sé si Vicente Fox debió asistir a acompañar a las familias en su angustiosa espera. El rumor allá es que como siempre el presidente reacciona tarde, a destiempo. Su presencia hasta ahora y no antes como debió, sería sólo un motivo para que la gente de la tragedia denostara su figura, sólo por la torpe y acostumbrada falta de lectura política.
Ya no vaya señor mandatario, su presencia de nada sirve ya. Por ahora en verdad, aunque la vela parezca fenecer, aún queda un aliento de esperanza.