Informan que manifestantes, algunos de ellos encapuchados, rompieron vitrinas, destrozaron mobiliario público y saquearon algunos comercios.
SANTIAGO DE CHILE (AP).-Mientras decenas de miles de estudiantes secundarios desarrollaron un paro nacional en el interior de sus colegios, grupos de encapuchados se enfrentaron el lunes contra la policía, causaron destrozos y desvalijaron algunos locales comerciales del centro de la capital.
La jornada se inició con algunas barricadas incendiarias en la periferia e intentos de estudiantes por impedir el tránsito por la principal avenida de la ciudad, que fueron frustrados por efectivos antimotines con gases lacrimógenos y carros lanza aguas.
La apariencia de los manifestantes cambió al atardecer, y los clásicos estudiantes empezaron a ser desplazados por jóvenes y adultos encapuchados que lanzaban piedras a los policías y corrían a esconderse.
Informes de prensa dijeron que unos dos mil manifestantes atravesaron el Paseo Ahumada, la principal vía peatonal, donde rompieron vitrinas, destrozaron mobiliario público y saquearon algunos comercios. Muchos otros locales bajaron sus cortinas ante el temor de más saqueos.
Varias decenas de miles de secundarios demandan mejoras de fondo en la calidad de la educación, a la que acceden poco más del 95 por ciento de los niños y adolescentes.
En el frontis de la Biblioteca Nacional unas 700 personas intentaron marchar, en respuesta al llamado del extremista Frente Patriótico Manuel Rodríguez, pero fueron dispersados por la policía.
La presidenta Michelle Bachelet dijo que "ya no es necesario un paro" de los estudiantes, porque considera que el Gobierno ha hecho las concesiones a su alcance para desactivar la protesta.
Agregó que "hemos acogido con seriedad y responsabilidad todas las demandas concretas y contingentes (de los estudiantes), pero además de eso hemos asumido los grandes temas de la reforma de la calidad (educacional), porque es justo, porque es necesario".
El ministro de Hacienda, Andrés Velasco, descartó también que el Gobierno pudiera acceder a otras demandas de beneficios económicos de los estudiantes que la mandataria aceptó conceder el jueves. Velasco aclaró que esa propuesta es "definitiva".
Los estudiantes rechazaron los beneficios otorgados por Bachelet, que este año y el próximo tendrán un valor de unos 200 millones de dólares y mantuvieron su exigencia del transporte gratuito, una demanda de alto costo que el Gobierno rechaza de plano.
El movimiento estudiantil, que por tercera semana tiene en paro la enseñanza secundaria fiscal y al que en la última semana se sumaron colegios privados, parece estar jugando sus últimas cartas de presión ante los signos de discrepancia en su interior entre los sectores más radicales y los moderados.
Los estudiantes señalaron el lunes que tras los ofertas de mejoras económicas ofrecidas el jueves por Bachelet y la formación de una comisión de estudio de la reforma de la enseñanza, ahora su pretensión es participar en los cambios anunciados por la mandataria.
Una de las voceras de la rebelión estudiantil, Karina Delfino, dijo que los estudiantes demandan "que se arme una comisión de un proyecto educativo, es decir, que estén integrados apoderados (padres), profesores y que armemos un nuevo proyecto, una nueva Ley orgánica constitucional, un nuevo proyecto educativo".
El conflicto estudiantil se ha constituido en el mayor desafío a la presidenta socialista, con menos de tres meses en el poder. Tras un comienzo vacilante, la mandataria tomó las riendas del tema y parecía haber conjurado el desafío con su propuesta, en tanto el desgaste parece haber causado resquebraduras en el movimiento.
Ante el nuevo escenario que les planteó el gobierno, los estudiantes convocaron a universitarios y organizaciones laborales y sociales a respaldarlos en el paro nacional del lunes, lo que fue acogido parcialmente por diversos grupos. En el Ministerio de Educación, los trabajadores paralizaron sus actividades.
La mayoría de los estudiantes permaneció en el interior de sus colegios, en una "jornada de reflexión", acatando el llamado de sus líderes, que querían un paro pacífico.
