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Seguridad a la carta

Jorge Montaño

La tolerancia que ha permitido el uso de material nuclear con fines no pacíficos ahora se pretende matizar con el lenguaje hipócrita de las instalaciones civiles.

Existe una tendencia universal por desencadenar eventos de dudosa aceptación general, precisamente en las postrimerías de cada año, cuando se asume descuido o laxitud de la opinión publica internacional. Durante la guerra fría,

ambas potencias privilegiaron esta metodología con buenos resultados en lo inmediato. La tolerancia aparente maquilló las invasiones de Afganistán y Panamá cuando el mundo y los medios de comunicación

estaban inmovilizados por las celebraciones navideñas. Es esta práctica la que generó en estos días una estampida hacia Cuba pensando que habría noticias sensacionalistas sobre la salud del jefe de Estado. Hasta hoy, lo único que ha trascendido es la llegada de un cirujano español que podría practicarle una operación de estómago a Fidel Castro.

Es decir, lo contrario de lo que se ha especulado debería ocurrir. Sin embargo, los acontecimientos especiales se han dado en otras regiones. Hace una semana, Bush firmó una ley de cooperación que permite el traslado a India de combustible y tecnología nuclear, a pesar de que no han aceptado acatar cabalmente las inspecciones de los organismos multilaterales.

El argumento justificatorio es que este acuerdo obligará a India a incorporarse a la legalidad internacional, evitándose así la proliferación de armas nucleares. Lo que no se dice es que el pacto prevé una excepción a las leyes estadounidenses, con el objeto de que sus empresas realicen negocios en temas nucleares, a cambio de que India acepte algún tipo de supervisión en sus 14 plantas nucleares civiles.

El sábado pasado, el Consejo de Seguridad decidió conceder a Irán un plazo de dos meses para que suspenda inmediatamente y sin condiciones su programa nuclear, y acordó imponerle sanciones no militares que se incrementarán gradualmente si persisten en su desafío a la comunidad de naciones. Francia, Reino Unido y Alemania se encargaron de la resolución, negociando con Rusia y China las modalidades. Dentro de 56 días la sociedad internacional deberá enfrentar la cruda realidad de que

la decisión de la ONU quedó en letra muerta, como lo confirman por un lado la reacción inequívoca del gobierno sojuzgado: ?Occidente debe acostumbrarse a un Irán nuclear?; y la estadounidense muy sintomática de lo que viene: ?La resolución no es suficiente en sí misma. Los iraníes deben saber que pagarán un alto precio si continúan desarrollando un programa nuclear?.

El curso de colisión es inevitable. Falta saber si Bush tendrá la paciencia de encomendarse a las acciones punitivas de sus aliados y a las tácticas dilatorias de chinos y rusos, cuyos intereses estratégicos y económicos no son conciliables con las argumentaciones europeas y estadounidenses.

El doble rasero respecto del avanzado mas no legal programa nuclear indio es por demás burdo. La tolerancia que por décadas ha permitido el uso de material nuclear con fines no pacíficos en el subcontinente ahora se pretende matizar con el lenguaje hipócrita de las instalaciones civiles, argumento válido en un caso y rechazado tajantemente en el otro.

Lo extraño es que esta confrontación liderada por Washington no permite que se perciban las coincidencias que tiene Irán con Estados Unidos en relación con Irak. Ambos están en contra de que ese país se convierta en refugio de Al Qaeda, los dos quieren impedir la división en estados suníes, chiítas y kurdos independientes y la última coincidencia es el deseo común de una retirada rápida pero responsable de las fuerzas estadounidenses.

Los riesgos de esta cerrazón son evidentes, sobre todo si se acepta que fue esta tirantez ideologizada, la que estimuló la incursión errática de Estados Unidos en Irak.

El último evento de estas pascuas es el que está ocurriendo sin mayor sobresalto mundial, pero con graves consecuencias en Somalia, liderada desde hace meses por islamistas radicales que se teme tienen vínculos cercanos con grupos terroristas. Etiopía, de mayoría cristiana, considera al régimen una copia de los talibanes afganos, por lo que asumió el costo de liquidar a la milicia de la Unión de los Tribunales Islámicos. Estados Unidos, que no logrará recuperar el ascendiente que solía tener en África, ha decidido encargar la tarea de liquidación de ese peligro a los etíopes, otra muestra flagrante de seguridad a la carta o por contrato, práctica que constituye una forma de amenaza a la paz y seguridad internacional.

Vicepresidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

montesco98@yahoo.com

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