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Selección de candidatos| Encuestas sin resultado

Raúl Muñoz de León

E Fueron muchos los que creyeron en una auténtica competencia al interior del partido: democrática, equitativa, imparcial, transparente, limpia, alejada de los viejos métodos de la recomendación, de la línea: por eso se registraron como aspirantes y confiaron en que el resultado de las encuestas y sondeos de opinión serían efectivamente los elementos que se tomarían en cuenta para definir las candidaturas. No fue así. Nuevamente aparecieron vicios que se pensaba, estaban ya superados.

Más allá de las cualidades personales que les atribuyan méritos suficientes para haber sido designados candidatos a senadores de la República y diputados federales por su partido o coalición, la forma en como se dieron dichas candidaturas y el procedimiento empleado para ello, es lo que ha provocado la inconformidad, el descontento y en algunos casos la disidencia no sólo entre los que participaron como aspirantes, sino entre la misma base militante del partido revolucionario institucional.

No se cuestiona el perfil de los nominados; puede incluso afirmarse válidamente que en lo general son buenos prospectos y que muchos de ellos garantizan votos a su partido y a su candidato presidencial. Son tan buenos como lo serían algunos de los que no fueron considerados para las candidaturas a tales cargos de elección popular. Lo criticable es el manejo discrecional que se le dio al método seleccionador. A pesar de estar coaligado con el Partido Verde Ecologista de México, creemos que el Partido Revolucionario Institucional perdió una gran oportunidad de darle transparencia y confiabilidad al procedimiento implementado por el órgano de Gobierno y de dirigencia partidista para seleccionar a sus candidatos; dejó ir, quizá, la última oportunidad para democratizar los mecanismos internos en la nominación de quienes postulará, postula ya, en la presente contienda electoral.

Fueron muchos los que creyeron en una auténtica competencia al interior del partido: democrática, equitativa, imparcial, transparente, limpia, alejada de los viejos métodos de la recomendación, de la línea: por eso se registraron como aspirantes y confiaron en que el resultado de las encuestas y sondeos de opinión serían efectivamente los elementos que se tomarían en cuenta para definir las candidaturas. No fue así. Nuevamente aparecieron vicios que se pensaba, estaban ya superados.

El órgano de Gobierno de la llamada Coalición ?Alianza por México?, emitió un acuerdo para regular el procedimiento de postulación de candidatos a diputados federales y senadores de la República por el principio de mayoría relativa. En su punto cuarto estableció: ?Los procedimientos para elaborar las propuestas de las 64 fórmulas de candidatos a senadores de la República y 300 fórmulas de candidatos a diputados federales, ambos por el principio de mayoría relativa, que serán llevados a la validación de los consejos políticos nacionales de los partidos que formamos la Coalición ?Alianza por México?, serán el de encuesta y/o sondeo de opinión, atendiendo a las características sociales, políticas, demográficas y culturales de cada región... procedimiento autorizado por la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación...?.

Fue una convocatoria abierta, hay que reconocerlo, que a nadie negaba u obstruía el derecho a participar, ya que los requisitos para obtener el registro eran mínimos y fáciles de cubrir, pues no exigía siquiera militancia partidista o trayectoria dentro del partido ni que fuera avalado por organizaciones o personas, tampoco acreditar solvencia moral y ética que permitiera hablar de una vida honesta y sin escándalos. Esto motivó que un gran número de militantes y simples ciudadanos solicitara su registro como aspirante a las diputaciones y senadurías, sintiéndose con méritos para ser tomados en cuenta y con derecho a disputar con otros compañeros en un juego limpio la candidatura, atenidos a que las encuestas y opiniones de la gente les favorecería.

Sin embargo, curiosamente, esas encuestas o sondeos nunca se conocieron, jamás se supo de su contenido y a quiénes fueron dirigidas, cuál fue el resultado de las mismas y qué opinaron los encuestados, ni tampoco el método aplicado para llevarlas a cabo. No hubo, pues, la transparencia que debía presidir este procedimiento, ?innovador? hasta cierto punto, para la selección de prospectos a cargos de elección popular. Todo se hizo de tal manera, como si el objetivo fuese que no se supiera lo que opinaba la gente sobre cada uno de los contendientes.

Desde entonces comenzó a manifestarse la inconformidad de los participantes, situación ante la cual la dirigencia partidista afirmó de manera reiterada que ?nunca se dijo que la encuesta sería el único instrumento de medición, que sólo es un factor y ni siquiera el principal, pues se tomarían otros elementos como trayectoria, disciplina y lealtad al partido?, contraviniendo así el espíritu y la norma del acuerdo por ella misma emitido provocando el desaliento y la desilusión en muchos de los que habían participado, peor aún cuando al dar a conocer las listas de los seleccionados se supo de algunos que ni como aspirantes se habían registrado.

¿Para qué implementar todo un aparato y mecanismos que finalmente no tuvieron la aplicación que se esperaba? Si el propósito era designar a determinadas personas hubiera sido más fácil y menos desgastante decir abiertamente quiénes serían los candidatos sin un simulacro de competencia, con lo cual se habría evitado fracturas, rupturas y disidencias como hoy se están viendo.

Insistimos, no son los beneficiados como candidatos los que se cuestionan, sino la manera en que fueron seleccionados. Así no se fortalece la democracia partidista interna, pues desalienta la participación.

r_munozdeleon@yhoo.com.mx

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