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Sembraré más flores

Adela Celorio

Para Sergio Q.P.D.

Yo quería decir: te amo. Te amo por ser el primer brote de mi alma. Te amo por ser quien eres y te amo de cualquier modo que decidas ser, aunque a veces no me guste lo que haces. Te amo porque sería imposible no hacerlo.

Lo que yo quería era abrazarte, decirte lo necesario, lo imprescindible que eras para mí, pero en lugar de eso, dije: ¡lávate los dientes¡ ¡Haz la tarea¡ ¡Apaga esa tele¡ ¡Fíjate en lo que haces¡ ¡Mira hacia dónde vas¡ Pasados los años y siguiendo la vieja costumbre de dar instrucciones; cuando lo que yo quería decir era: hijo, te admiro porque has formado una hermosa familia, porque eres un amorosísimo padre, porque eres un hombre bueno y generoso, un sólido amigo, y porque para ti, el dinero siempre ha sido un medio y nunca un fin. Eso te quería decir y en vez de eso te dije una vez más: ¡compórtate!

La última oportunidad me la pusiste en charola de plata, era Navidad y todo hablaba de amor, pero yo, apegada al único tratamiento que conocía para un hijo muy amado, repetí: ¡compórtate¡ Siguieron las fiestas, pasaron los días, hasta que una mañana tu corazón estalló. Tú volviste a la fuente de la vida, a la luz, al corazón de Dios.

Yo en cambio, despojada una vez más, con el alma mutilada, quedó en el desamparo y en la oscuridad. Sólo lágrimas, sólo la pesada losa de tu ausencia sobre mí, sólo el silencio.

Pero fíjate que no me tragaré mis palabras, no dejaré que se marchiten tantos te amo que se me quedaron dentro por no encontrar su cauce. No sé cuánto tiempo dure la noche pero sé por experiencia que volverá a amanecer y entonces, en tu nombre; diré te quiero más veces a más gente, sonreiré más y sembraré más flores porque esa es la única forma que encuentro de que permanezcas entre nosotros.

Y de momento no encuentro nada mejor para expresar lo que siento, que “Los Heraldos Negros” de César Vallejo (Perú 1892-1938)

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé

Golpes como el odio de Dios; como si ante ellos

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma...Yo no sé

¡Son pocos; pero son...

abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma

de alguna fe adorable que el Destino blasfema./

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones/

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema./

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

adelace@avantel.net

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