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?Ser estudiante significaba ser delincuente en 1968?

Por Cristal Barrientos

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- En 1968 ser estudiante era lo mismo que ser un delincuente. 38 años después de la matanza del dos de octubre en Tlatelolco, Jorge Covarrubias Castillo aún recuerda las súplicas de sus padres para abandonara la Ciudad de México y regresara a Gómez Palacio.

Jorge Covarrubias tenía 18 años en 1968 y cursaba el primer semestre en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Como estudiante había participado en diversas manifestaciones, pero -ante los rumores de una represión por parte del Gobierno Federal- el dos de octubre decidió quedarse en la casa de asistencia donde vivía con varios compañeros.

?No me tocó ir a Tlatelolco, pero participé en varias manifestaciones, una de ellas tuvo lugar en agosto de 1968 afuera de Ciudad Universitaria en donde se concentraron miles de estudiantes, que iban encaminados por el entonces rector Javier Barrios Sierra?.

Para amedrentar la marcha de Ciudad Universitaria hasta Palacio Nacional, los elementos del Ejército Mexicano colocaron tanques y custodiaron la avenida Insurgentes, ?pero eso no fue motivo suficiente para que los estudiantes repudiáramos toda esa represión orquestada por Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México en ese entonces?.

Jorge dice que ser estudiante en 1968 significaba ser un delincuente, ?un alborotador o una persona que estaba en contra de los intereses del Estado. Antes de eso, ser estudiante de la UNAM era un prestigio como lo es actualmente porque la excelencia académica se recuperó?.

Los estudiantes de aquel entonces, agrega Jorge, estaban ansiosos de un cambio social y de una mayor manifestación de las ideas, pues el régimen no lo permitía por la represión absoluta de Gustavo Díaz Ordaz, ?yo egresé de la Facultad de Economía, que en 1968 era el centro nervioso de la universidad y en donde se concentraban todas las fuerzas de ideología?.

Reconoce que él y muchos de sus compañeros, no entendían algunas de las ideas que se esbozaban en Ciudad Universitaria en 1968, ?pero hacíamos nuestras las causas de esa libertad de expresión y de una mayor apertura; era la causa común de todos los estudiantes y del pueblo en general, de los trabajadores que estaban cansados de tanta pobreza y de la explotación de aquel entonces?.

Las conciencias de los estudiantes despertaron en aquella época porque querían una nueva vida, asegura Jorge Covarrubias, ?varios compañeros y yo, no pudimos asistir aquella tarde del dos de octubre, además había rumores de que sería reprimida?.

Después de ese día, todo fue confusión y miedo. Cuando Jorge regresó a la Facultad de Economía se enteró de la desaparición de varios compañeros. En varias ocasiones, pensó en abandonar la Ciudad de México y regresar a Gómez Palacio.

?Mis padres me hablaban todos los días para pedirme que dejara la escuela, estaban alarmados por todo lo que salía en las noticias. Me decían que no saliera porque el hecho de andar en la calle e identificarse como estudiante de la UNAM significaba ser un delincuente social, nos manteníamos recluidos en nuestras casas porque teníamos miedo, la Ciudad Universitaria estaba sitiada por elementos del Ejército; las clases estaban suspendidas?.

Jorge Covarrubias recuerda que las clases se suspendieron antes del dos de octubre, pues con esto el Gobierno trataba de evitar las concentraciones entre estudiantes porque el 12 de octubre sería la inauguración de las olimpiadas en el Estadio México 68 de Ciudad Universitaria, y el mundo estaba al pendiente de lo que ocurría en el país.

?Nuestra intención nunca fue entorpecer las olimpiadas. Nuestra idea era que el mundo se diera cuenta de que en México se necesitaba un cambio, de que ya no se debía permitir la cerrazón y la represión del Gobierno?.

Hasta finales de 1968, comenta, hubo una concertación entre la universidad y el Ejército, y entonces las clases regresaron a la normalidad en enero de 1969, ?se perdió el semestre, las actividades de investigación y académicas estuvieron paralizadas, significó una pérdida para el patrimonio de la UNAM pero se recuperó hasta alcanzar otros niveles de educación?.

A 38 años de la matanza del dos de octubre de 1968, Jorge considera un orgullo haber formado parte del movimiento estudiantil, ?es un deber de todo universitario luchar por las ideas y tener libertad de expresión, y no permitir jamás que se vuelva a presentar este tipo de sucesos porque sería dar marcha atrás en la historia de México, por eso en Oaxaca debe prevalecer el diálogo, la historia ya nos enseñó mucho?.

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