Cuando el niño haya cumplido un castigo es contraproducente compensarlo por el mal rato que ha pasado. Si ve que sus padres se arrepintieron por haberlo castigado, pensará que tenía razón y que fueron injustos con él. Hablar con el niño es importante para que entienda que estaba equivocado y luego hay que pasar a otra cosa.
Después del castigo, la actitud de los padres debe ser de absoluta normalidad, sin consentimientos, pero también ?muy importante- sin reproches. Se debe volver a la conducta cotidiana.
Siempre quererlos. En ningún momento los niños deben percibir que el castigo está asociado al desamor. Es un gravísimo error decirle a los hijos que hagan algo o dejen de hacerlo porque si no ?no te voy a querer?. Esta conducta es muy frecuente en algunos padres, sin embargo, es muy contraproducente. Al niño hay que decirle todo lo contrario de esta frase. Hay que explicarles que se les castiga porque se les quiere, aunque parezca contradictorio. Hay que ser firmes en el castigo pero sin dejar de decirles que se les quiere y que a pesar de que su conducta no es la más adecuada, no deja de ser querido y amado.
Siempre hay que hablar con él después de haberlo reprendido y explicarle con honestidad la razón de la molestia. Si se le habla con autoridad, el niño captará al instante lo que le dicen y no será necesario utilizar los castigos, nada más que en situaciones excepcionales.
Los castigos más efectivos son los que tienen que ver con impedirle al niño realizar algo que le guste, por ejemplo, ver televisión, divertirse con videojuegos, sentarlos en una silla por un tiempo determinado, etcétera. No obstante nosotros insistimos en que la mejor táctica siempre es la conversación.
Superar la rabia y minimizar el desespero.
Convivir con niños no es fácil y se dan muchas circunstancias en las que se puede perder fácilmente la paciencia. Es necesario comprender que lo fastidioso de algunas de sus conductas no van acompañadas de mala intención pero sí tienen que ver mucho con su corta edad. Aún así, no dejan de ser incorrectas y molestas. Es aquí, cuando los padres deben hacer gala de una gran calma y tratar siempre de tener actividades que permitan compensar las rabias causadas por las travesuras de los pequeños.
Dedicarse a algún hobby, ir de compras, hablar por teléfono o cualquier otra actividad permitirán recargar las energías y estar más preparados para actuar con ellos en sus peores momentos. Lo ideal es conseguir un equilibro entre las necesidades de los padres y de los niños. Es importante que papá y mamá comprendan que no siempre pueden estar dando lo mejor de sí, aunque eso es lo que quieran. Por eso, cuando las travesuras de los niños lleguen al límite o cuando sientan que los regaños se hacen muy frecuentes, es necesario darse un respiro.
Los padres no deben desautorizarse.
Por último, es necesario recordar que a la hora de regañar a los pequeños, los padres no se contradigan quitándose autoridad entre ambos. Deben llegar a acuerdos en la forma de regañarlos, estableciendo pautas para no cometer el error de la desautorización frente al niño o el cuestionamiento de su autoridad cuando esté presente.
Es entonces cuando el diálogo de la pareja se hace necesario, de manera que surjan de éste soluciones concretas en las que la conducta del niño merezca una llamada de atención, o en algunos casos, un castigo.
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