Sin embargo, la turbiedad y el peligro de inestabilidad que genera la aparición de las balas es algo que afecta directamente al Gobierno del presidente Fox y que por esa vía daña también al candidato panista.
funesto sonido de las balas, con todo su mensaje de violencia, miedo e incertidumbre, se escuchó ayer en la reñida contienda presidencial. A partir del extraño atentado que sufrió la esposa del empresario Carlos Ahumada, la elección ya enrarecida por los ataques y la propaganda negra que ha predominado en las campañas, entró a los peligrosos linderos de la violencia política que lleva la lucha natural por el poder a un terreno de inestabilidad y turbiedad en la que, seguro, algunos ganan, pero la mayoría perdemos.
En espera del resultado que arrojen las investigaciones de la Procuraduría capitalina, es claro que el móvil del ataque -que más que un atentado planeado para matar parece una acción orquestada sólo para mandar el ?mensaje? de violencia y miedo-, tiene un objetivo preciso: dañar al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. La lista de quienes se benefician de un golpe al candidato perredista es larga, pero entre ellos están, sin duda alguna, los autores del atentado. A Felipe Calderón por supuesto que le viene bien que su principal adversario, con el que pelea palmo a palmo por la Presidencia se vea involucrado en hechos que refuerzan el discurso panista de que ?López Obrador es un peligro para México? y de que la violencia está asociada al abanderado de la izquierda.
Sin embargo, la turbiedad y el peligro de inestabilidad que genera la aparición de las balas es algo que afecta directamente al Gobierno del presidente Fox y que por esa vía daña también al candidato panista. Es difícil pensar entonces que desde las esferas oficiales o desde el panismo se haya orquestado una acción tan burda y peligrosa que puede tener un efecto boomerang en contra de su proyecto de mantenerse en el poder. Queda entonces otro beneficiario: Roberto Madrazo Pintado. El candidato del PRI capitalizaría muy bien que los votantes indecisos y los apartidistas reforzaran el miedo que, en algún momento, ya dejaron ver sobre los rasgos de López Obrador que sus enemigos asocian con intolerancia, violencia e intransigencia.
En esta última parte de las campañas, Madrazo y sus estrategas han puesto en marcha un plan que tiene como objetivo principal minar al abanderado perredista y llegar así al segundo lugar en las encuestas o, por lo menos, romper la polarización PAN-PAN para meter la elección del dos de julio a un esquema de tres tercios iguales en los que el PRI tenga similares probabilidades de ganar que los otros dos partidos. Y sin afirmar nada ni pretender sacar conclusiones, hay antecedentes de sobra conocidos que identifican el método de los atentados simulados con un partido, el PRI.
Ha ocurrido y hay registros periodísticos y judiciales de ello, que en elecciones en las que el PRI va a la baja, sus operadores, expertos en cañerías y en los más turbios mecanismos políticos, recurren a este tipo de incidentes como una forma de generar temor e incertidumbre, de inducir el voto del miedo y no sólo enturbiar el ambiente previo a los comicios, sino desalentar también la participación de los electores en las urnas. Análisis bien documentados que indican que una baja participación de votantes suele beneficiar al PRI por ser el partido que tiene la mayor y mejor estructura operativa montada para el día de los comicios.
El voto duro del PRI, que según estimaciones reales oscila entre los ocho y diez millones de sufragios, no sólo supera al de cualquier otro partido, sino que además es el que cuenta con los mejores y más efectivos mecanismos para sacar y llevar a sus militantes y simpatizantes a las urnas el día de la jornada electoral. Expedientes como el de la elección de Michoacán en 2001, donde el candidato priista Alfredo Anaya sufrió un extraño atentado justo cuando su campaña iba a la baja; o el del ex gobernador de Oaxaca, José Murat; o el del propio Roberto Madrazo, quien se dijo víctima de un sospechoso secuestro en la carretera, configuran un patrón que, junto a la teoría del beneficiario directo, hacen pensar en huellas tricolores detrás del atentado de ayer en San Ángel.