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Serpientes y escaleras/¿Mártir o presidente?

Salvador García Soto

La noche del martes pasado, en la intimidad de su departamento en el barrio de Copilco, Andrés Manuel López Obrador tuvo una conversación con sus hijos: “A partir de este momento -les dijo- , mi único gran compromiso, el que me importa, es con la gente. La gente confía en mí y yo no la voy a traicionar”.

Con esas palabras, casi mesiánicas, el candidato perredista anticipaba a sus hijos lo que ayer conocimos el resto de los mexicanos: que en la ruta que ha tomado López Obrador, en su lógica iluminada, no hay retorno ni negociación posibles. O le dan el recuento total de los votos por el que claman él y sus muchos seguidores, o el país tendrá, para rato, a un líder y sus simpatizantes, al menos los más duros, instalados en las calles del corazón político del país.

La “resistencia” de López Obrador apuesta desde ayer a la fuerza de la masa, a la democracia de la asamblea que grita enardecida ante la pregunta de su líder, y que renunció ya, en los hechos, al reconocimiento de cualquier vía institucional. Nadie puede sorprenderse de lo que ayer se vio y se oyó en el Zócalo. Afloró al fin, completo y sin ningún tipo de maquillaje, el dirigente de masas que es Andrés Manuel. El hombre dispuesto a llevar sus principios por encima de todo, incluso de su familia, a la que pone en segundo término ante su compromiso “con la gente”. El activista al que ya no le interesa ser presidente de la República -si de verdad alguna vez le interesó- , sino ser el mártir de una causa, definida ayer, por él mismo, como “la auténtica democracia”, la democracia que vale porque la avala él.

Después de ver y escuchar ayer a López Obrador hay una pregunta que muchos se hicieron desde la campaña y que hoy cobra nuevamente sentido: ¿qué quería en realidad este singular y diferente político?, ¿quería realmente ser presidente? “En estos momentos lo importante es la democracia. Yo lucho por principios, por ideales, no por un cargo... No soy un ambicioso vulgar”, decía ayer en el Zócalo. Esa concepción fundamentalista de sus principios, llevada casi a la soberbia, fue un factor principal para que el candidato perredista se quedara a medio punto porcentual de la Presidencia. Porque fueron esos “principios” los que invocaba Andrés Manuel cuando, en contra de sus asesores que le decían que era urgente, él se oponía a cambiar de estrategias y a responder al juego sucio del PAN con tácticas de mercadotecnia a las que finalmente recurrió pero de forma tardía y no tan efectiva.

Los mismos “principios” sostuvo López Obrador para desairar a poderosos políticos empresarios que lo buscaban en la campaña para ofrecerle apoyos. Como aquella ocasión en que Lorenzo Zambrano, el dueño de Cemex, tuvo que esperar casi tres semanas para que AMLO le tomara siquiera la llamada. O la vez en que Elba Esther Gordillo, primero vía Manuel Camacho y después por varios conductos más, pidió tener una conversación con él. “Yo con esa señora no platico”, les dijo a los mensajeros. Y apenas unos días antes de la elección, la semana de la víspera del dos de julio, al menos cuatro gobernadores del PRI, entre ellos el mexiquense Enrique Peña Nieto, pidieron ver a López Obrador y dialogar con él. “Saben que ya ganamos y ya empezó la cargada”, decía uno de sus asesores mientras el candidato perredista, otra vez por sus “principios” y por la soberbia que le invadía, mandaba decir a los gobernadores priistas, esos mismos que hicieron ganar a Felipe Calderón en sus estados, que “después del dos de julio me reuniré con ustedes”. En más de una ocasión, en reuniones internas con su equipo más cercano de la campaña, Andrés Manuel López Obrador atajaba a sus estrategas que le recomendaban cambios, alianzas, negociaciones que eran clave para asegurar que ganara el poder: “Yo prefiero no ser presidente, a ser un presidente con compromisos”, decía.

Hoy López Obrador no es presidente. Pero en cambio sí es un líder que está en la calle, aclamado por los suyos, convencido hasta los huesos de su causa, creyente fervoroso de que Dios y la razón le asisten y que triunfará en su lucha o morirá en el intento. ¿No sería lo que buscaba?

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