¡Qué les hicimos! ¿Acaso merecíamos este suplicio? Desde hace muchos meses los coahuilenses no hablamos de otra cosa más que de los procesos electorales. No es que nos interese demasiado la política, pero no nos ha quedado otra alternativa pues hemos sido presas del bombardeo proselitista.
Hace un año, por no mencionar los procesos anteriores, se hablaba insistentemente sobre quiénes habrían de obtener las candidaturas de su partido para suceder a Enrique Martínez. El proceso interno del PRI acaparó la atención nuestra, pues sabíamos que de esa votación saldría el próximo gobernador del Estado.
Paralelamente, se hablaba de los precandidatos a la Presidencia de la República. Los medios informativos nos bombardearon con una guerra de encuestas con las cuales pretendían dar alguna respuesta a la recurrente pregunta: ¿quiénes contenderán por Los Pinos?
Por si fuera poco, se hablaba también de los aspirantes a la Alcaldía y al Congreso local. Declaraciones por doquier. La cabeza nos estallaba al tener a tantos pretendientes rogándonos que les diéramos nuestra confianza el día de las votaciones.
Un sinfín de anuncios televisivos y radiofónicos se apoderaba de la calma en los hogares. Pendones y espectaculares podían verse por doquier. Cuando finalmente se llevó a cabo la jornada electoral, parecía que todo iba a regresar a la normalidad. Los esfuerzos publicitarios cesaron, aunque no en su totalidad, pues el gobernador Humberto Moreira prolongó su campaña proselitista, la cual hasta la fecha no termina.
Apenas estábamos lanzando un suspiro de alivio, cuando de pronto todo volvió a comenzar. Después de la tregua navideña los políticos aparecieron con nuevos bríos y ya hasta tienen sus propios programas de televisión y de radio para atraer nuestra atención.
Al mismo tiempo, una bola de chapulines saltaron sin cesar en nuestro Estado. “¡Quiero ser diputado!”, “!yo merezco ser senador!”. La especulación comienza de nuevo. Las barajas comienzan a repartirse y poco a poco van perfilándose los candidatos a obtener un escaño en el Congreso de la Desunión.
Entre todos los posibles designados del PRI para contender por una diputación o una senaduría, me llaman especialmente la atención dos casos: el de Salomón Juan Marcos Issa y el de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez. He mencionado ya la falta de seriedad del Rey Salomón por meterse al juego del reparto político, siendo que él ocupa todavía la Secretaría más importante en el sexenio de Moreira.
En cuanto a Alejandro Gutiérrez causa asombro su falta de dignidad, pero en realidad eso es mucho pedirle a un político. En la elección interna del PRI, Gutiérrez se quejó amargamente de la intervención del Gobierno del Estado en favor de Humberto Moreira.
Desilusionado por la manera en que se llevó a cabo el proceso, regresó a México diciendo que la Alcaldía de Saltillo no le interesaba ni regalada. Pero el tiempo pone las cosas en su lugar y aquel digno y dolido candidato, regresa a la escena política estatal invitado seguramente por aquel que hace meses fue su rival más odiado.
Después de tanto tiempo viviendo la efervescencia electoral, más lo que todavía está por venir, sólo me queda hacerme una pregunta: ¿con qué cara los partidos políticos nos ofrecen un México mejor cuando en sus campañas se gastan el dinero para lograr sus promesas? Es insultante el derroche de recursos, como es insultante también que nuestras autoridades electorales a nivel federal no hagan algo para frenar este vergonzoso dispendio.
Los ciudadanos estamos cansados ya de los políticos y de sus acciones. El derroche en las campañas continúa y continuará mientras nosotros no nos sacudamos el letargo que nos cobija en cada proceso electoral y así poder exigir la existencia de campañas más cortas y con un menor despilfarro.
javier_fuentes@hotmail.com