Sólo unos días después de que vimos el video en el que el dueño del costosísimo e inútil Partido Verde aparecía solicitando tres millones de dólares por gestionar un “permisito”, surgieron los videoescándalos de Bejarano y Ponce y la gente se olvidó del “Niño Verde”. “Mi papá estaba preocupado por mí. Él pensó que me iban a meter a la cárcel” declara sonriente, encantado de su audacia el chamaqueado, a una de esas revistas de papel couché en las que es frecuente encontrar fotografías de ex convictos tan honorables como el sonriente y satisfecho Raúl Salinas, codeándose con la crema y nata de la sociedad mexicana sin que ni unos ni otros sientan vergüenza.
Desde el modesto papel del periódico, Arturo Montiel también sonríe como preguntándonos: ¿qué se apuestan a que sus acusaciones me hacen los mandados? Madrazo por su parte, sin mostrar el menor atisbo de vergüenza presentó ante el IFE su registro como candidato presidencial mientras sigue escamoteando su declaración patrimonial.
Menos sonriente pero también sin vergüenza, “El Peje” responde tercamente: “compló”, “compló”, cada vez que se le pregunta por el dinero que sus secuaces se llevaron en bolsas y maletas ante los ojos de todos; y que yo supongo fue a parar a las arcas que sostendrán su costosísima campaña.
Comparados con todo lo anterior, los negocitos de los nenes Bribiesca Sahagún son como quitarle un pelo a un gato y si no fuera por la irritación que ha provocado su estrepitosa madre, acostumbrados como estamos a tanta sinvergüenzada tal vez nadie los hubiera cuestionado.
La conducta abusiva de gobernantes, funcionarios y de sus familias no es ninguna novedad entre nosotros, lo que tal vez sea novedoso es la paciencia de una sociedad que baja de defensas, ya casi no siente repulsa por los corruptos.
Mientras millones de hombres y mujeres se desviven en nuestro país trabajando -y eso cuando encuentran en qué- para lograr sostenerse al día; casi no hay un individuo que tras su paso por el poder no haya cambiado, en apenas unos meses, un modesto departamentito por una lujosa mansión, más lo que se le pegue por el camino.
Según Transparencia Internacional, México se ubica dentro de las cuatro naciones en donde prevalece el pago de las “dádivas” solicitadas por los servidores públicos que tienen en sus manos la resolución de nuestros problemas. Si bien es cierto que todavía tardaremos en romper las sólidas complicidades que mantienen a flote a los corruptos, de momento al menos podemos declarar apestado social a cualquier funcionario o ex funcionario bajo sospecha de corrupción y llegado el momento podemos al menos negarles nuestro voto.
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