EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Sindicalismo obsoleto/Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

La presunta ratificación de Napoleón Gómez Urrutia no resuelve el conflicto al interior del Sindicato de Mineros, que tiene escindida en dos partes antagónicas a la base de ese organismo.

Lo anterior porque prevalece la controversia política y se mantiene el litigio judicial respecto al reconocimiento de la dirigencia por parte de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

La causa esencial de la dificultad para resolver este conflicto y el resto de la problemática del sindicalismo en México, reside en que fue concebido como parte de un sistema corporativo de partido de estado que ha dejado de existir, por lo que el sindicalismo actual resulta anacrónico al no corresponder ni a la realidad social ni a la realidad política nacional.

El sindicalismo tal como fue concebido en nuestro país como sistema al término de la Revolución Mexicana, tiene su origen en el poder del Gobierno; nació asociado en forma corporativa al partido en el poder y la designación y sustento de sus cuadros dirigentes ha dependido históricamente de decisiones desde la cúpula.

La conformación de los sindicatos fue sustentada en criterios político electorales, de modo que la lealtad del líder gremial al régimen, se aseguraba en función del reparto de posiciones y cuotas de poder. En el momento en que un líder caía de la gracia del Gobierno, se derrumbaba el sustento de su poder y era fácilmente depuesto también por una decisión desde la cima.

Ejemplo de lo anterior lo ofrece la caída del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia al inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, que por sus características constituye una forma de purga autoritaria del propio sistema, impensable bajo un régimen apegado a derecho.

En un México que ha dejado atrás los cimientos del antiguo régimen basado en la Presidencia Imperial es decir, el poder omnímodo del presidente de la República como eje rector del Estado, del partido en el poder y del Gobierno, para pasar a ser una democracia plural en ciernes, la evolución de los sindicatos en el mismo sentido es una exigencia.

Sin embargo los sindicatos siguen anclados en el pasado y hoy están peor, en la medida en que los dirigentes de las organizaciones gremiales carecen de los límites que les imponía el antiguo régimen y se han convertido en amos y señores absolutos de una ínsula de poder bajo el renovado mito de la llamada “autonomía sindical”.

Con el pretexto de la autonomía sindical, los líderes sindicales se pretenden situar por encima de los intereses nacionales, aferrados de los restos de la vieja estructura que heredaron tras el fallecimiento del antiguo régimen.

En el México moderno ya no es posible otro “quinazo”, ni podemos esperar la democratización de los sindicatos por línea o decreto del presidente. Los cambios que se requieren para estar a la altura de los tiempos que corren, lejos de instrumentarse desde la cúpula del poder, deben ser impulsados por cada ciudadano en el ámbito de las posibilidades de cada quien.

Ante semejante reto, se antoja elemental que los sindicatos practiquen la democracia y como tal, se ejerza como mínimo el sufragio libre y secreto como medio para elegir a los cuadros dirigentes del sindicato, cosa que los líderes sindicales herederos del viejo régimen, no están dispuestos a permitir.

Correo electrónico:

lfsalazarw@prodigy.net.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 213644

elsiglo.mx