EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Sobreaviso/Adiós a las armas

René Delgado

Un guerrillero sin fusil es un hombre disfrazado. Un guerrillero sentado en un estudio de televisión, saboreando una pipa y señalando que en las charreteras lleva un pasamontañas de repuesto, mientras ofrece una entrevista, no es un guerrillero, es un hombre disfrazado. Marcos cayó en su trampa. Es hora de decir adiós a las armas o es hora de saludarlas. Lo que Marcos no puede seguir haciendo es recorrer el país bajo el amparo y la protección del Estado, llamando a levantarse contra ese Estado y, luego, cuando ese Estado responde con barbarie a ese desafío, reclamar respeto al Estado de Derecho en el que no se cree. Eso es un disparate al aire, no un disparo.

__________

Sin querer o adrede, Marcos entregó el recurso de su éxito político. Los medios de comunicación de los que tan hábil e inteligentemente se sirvió, ahora se sirven de él. Los medios ya no van a Marcos, Marcos ahora va a los medios. Marcos se entregó. Ese giro marca el agotamiento del recurso y exhibe, a la vez, el agotamiento del discurso. Desde esa perspectiva, Marcos está obligado a poner de nuevo en juego su inteligencia y creatividad política o reconocer que el recurso y el discurso se agotaron, y entonces asumir la disyuntiva en la que él mismo se colocó: despedirse de las armas, abrazarlas con saludo militar o asumirse como un provocador. Continuar el desfile por el país o instalarse en la capital de la República equipado con el disfraz de un guerrillero desarmado, llamando a derrocar el Estado al que se le pide respetar la legalidad, es despilfarrar lo último del capital político acumulado en una aventura que, sin duda, terminará sirviendo a la otra causa. A la causa de los que sí tienen voz, de los que sí tienen capacidad para construir una política de medios y de miedos y que, sin duda, aprovecharán el disfraz del guerrillero para mantener el estado de cosas que, supuestamente, Marcos quiere cambiar. El subcomandante está frente a la disyuntiva más importante de su desempeño: político, guerrillero o provocador.

__________

Lo ocurrido en Atenco es toda una lección. El movimiento que Marcos quería construir dejó ver, en la pobreza de su reacción, el tamaño de su fuerza. A diez días de aquellos sucesos, ni bloqueos ni mítines han funcionado. Los acelerados son muy pocos. La peor parte de esa lección es que esa experiencia abrió la puerta a algo en extremo delicado: el uso desmesurado y bárbaro de la fuerza pública sin la condena política ni el castigo correspondiente. Hoy, a los mandatarios se les resbala la responsabilidad de verse involucrados en uno que otro homicidio. No acaban de esclarecer lo ocurrido en el 68 y el 71, cuando ya se puede pronosticar el fracaso de la fiscalía que indagará qué fue lo que pasó este año. Marcos está tocando a la puerta de su derrota y, si no reacciona con inteligencia, lo mucho que logró se desvanecerá como una anécdota, sin constituir una verdadera historia. El mensaje que Marcos ha recibido, por parte de un sector que todavía lo considera, es claro. Las fuerzas progresistas no ven, en la confrontación y la violencia, la oportunidad que les plantea el concurso electoral. Por el contrario, ven en esa posibilidad la pérdida de la oportunidad electoral que, como nunca, se les había planteado. Si Marcos quiere hacer política es menester que reconozca lo difícil que es hacerla, si no quiere hacerla es preciso entonces que regrese a la montaña y tome, entonces, el fusil sin dejar de asumir las consecuencias que no siempre dejan por saldo un mártir inmaculado. O bien, reconocer que lo suyo es una provocación prolongada. Ojalá Marcos diga adiós a las armas, porque saludarlas en estos días es darles la razón a quienes ya se entusiasman con hacer del tolete su mejor argumento y la oportunidad de echar por tierra las posibilidades electorales de la izquierda.

__________

Lo peor que podría hacer Marcos es repetir lo que hizo Cuauhtémoc Cárdenas. Arrojar al cesto de la basura el capital político acumulado. Cárdenas construyó un movimiento de enorme importancia para la democratización del país pero, como la alternancia no condecoró su esfuerzo, dilapidó el capital político acumulado. La obra de Cárdenas estaba hecha. Exigía, eso sí, sostener con humildad y generosidad el esfuerzo para dejar su huella en los acabados de ese edificio. Pero no, como las cosas no ocurrieron en sus términos, echó por la borda todo lo hecho y, aún hoy, regatea darles a sus compañeros lo que ellos, en su momento, le dieron. Contribuye, sin querer o adrede, a la causa de los otros, no a la de los suyos (si lo siguen siendo). Marcos está frente a esa disyuntiva y no tiene mucho tiempo para tomar la alternativa. Una actuación equivocada podría colocarlo del lado en que, supuestamente, no quiere estar pero se está ubicando. No en vano se dice que las puntas de los extremos se tocan. No es fácil dar ese paso. Exige mucha generosidad, humildad e inteligencia política. Algo de sacrificio y disciplina, pero ahí es donde finalmente se verá si, debajo del vestido, hay investidura. Si hay fuerza de convicción o simple afán protagonista. Si hay texto o puro pretexto. Si hay causa o aventura. Exige un enorme esfuerzo pero, finalmente, de ejercicios tan difíciles como ese, surgen verdaderamente los hombres que hacen historia. El otro paso es mucho más sencillo. Exige tomar la decisión de inmolarse y arrastrar a unos cuantos en esa aventura. Tiene por recompensa aparecer de vez en vez en los discursos de una izquierda que hace de la crítica y la denuncia la renuncia a plantarse como una opción de gobierno y poder. Que hace del ejercicio opositor una profesión. Un juego de poder sin deseo de mojarse mucho.

__________

Un adiós a las armas bien pronunciado, autocríticamente elaborado, dejaría muy mal parado al gobierno del cambio que, en 15 minutos, acordaría la paz. Por la razón que se quiera, Marcos y Fox estuvieron muy cerca al principio de este sexenio. A su modo y estilo pero no de manera distinta, apostaron a la videopolítica. Uno quería realizar una caravana y el otro le puso la carretera. Uno quería marchar sobre la Ciudad de México y el otro quería que viniera. Los dos veían en el ejercicio enorme rentabilidad política. Aquello fue espectacular. Nada más espectacular. No hubo resultados y, en el fondo, aquello fue un fracaso. Luego, vinieron el enconchamiento y la indiferencia. En estos días, don Luis H. Álvarez habla casi por accidente del asunto que, por su trayectoria, se le encomendó arreglar y con enorme facilidad le pide a Marcos deponer las armas. No se hizo nada para que eso ocurriera y Marcos no tiene que esperar a que le pidan entregar el rifle enmohecido. Él tendría que decir adiós a las armas para demostrar que su causa no se agota en un desfile sin resultados ni se acaba en el desgaste de un recurso ni se cifra en una provocación. Si detrás del pasamontañas hay una leyenda y no una anécdota sobreexplotada, Marcos tendría que decir adiós a las armas y empezar a hacer política en serio. Ojalá la decisión sea esa, porque abrazar las armas en la actual circunstancia o montar una provocación es fortalecer la peor causa. Sostener un recurso y un discurso agotado es desconocer que hasta los disfraces, de tanto usarlos, también se acaban.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 213119

elsiglo.mx