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Sobreaviso/El ocaso de Elba Esther

René Delgado

Parece lo contrario, pero la profesora Elba Esther Gordillo entró en la fase terminal de su enorme poderío. Esa fase donde l@s poderos@s pierden el oído y ejercen el poder con la mano en la cintura sin medir su fuerza. El momento aquél donde la inteligencia entra en desuso, donde la elegancia en las formas se suple con los desplantes y donde el ejercicio del poder se despoja de todo disfraz y sutileza. El momento aquél donde la soberbia hace de l@s poderos@s su presa.

Varios síntomas advierten el inicio de la decaída. Uno la imposición de su yerno Fernando González como subsecretario de Educación Básica, otro la imposición de su ahijado Jorge Kahwagi como secretario general de su partido. No hay recato, pudor ni inteligencia política en la medida. El desplante y la arbitrariedad marcan el principio del final. Extraña el asunto.

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Ciertamente, Elba Esther Gordillo vive días de gloria. El único problema de alcanzar la gloria, es que después no hay mucho qué hacer. Si acaso perderla, si no se la sabe administrar. Este año, la profesora coronó un inaudito esfuerzo. Pero un esfuerzo curioso en extremo, caracterizado no tanto por el logro de metas como por haber impedido que otros alcanzaran las suyas. En ese sentido, los triunfos de la profesora no tuvieron por sello el de la victoria sino el de la derrota del adversario. La maestra derrotó, pero no necesariamente resultó victoriosa. Impidió que sus adversarios ganaran, pero no se ciñó como quería la corona. La profesora y lideresa del magisterio hizo una carambola política de tres bandas. Cobró venganza frente a Roberto Madrazo retirándole el implante, la estructura y la fuerza del magisterio a su campaña y, por esa vía, le frustró el deseo de ocupar la residencia oficial de Los Pinos. El tabasqueño trabajó en mancuerna con Elba Esther la dirigencia y el control del partido tricolor y, después, de mil y una formas, le hizo sentir que era una simple compañera de viaje sin derechos.

Eso no lo tolera ni lo toleró la profesora e hizo cuanto pudo –y pudo mucho– para que Roberto Madrazo sintiera que aquella ofensa tenía un costo brutal en la aspiración presidencial del tabasqueño. Más tarde pero sin mucho ahínco, intentó tener algún acercamiento con el candidato perredista, Andrés Manuel López Obrador. Por la puerta de Manuel Camacho, la profesora manifestó su deseo de sentarse a la mesa con aquel otro aspirante presidencial y éste, muy a su estilo y un tanto sobrado en sus posibilidades, sin decir no, pero sin decir sí, le dio largas al asunto hasta que Elba Esther tomó el desinterés como un desaire. En ese punto, resolvió hacer una inversión política sin escrúpulo ideológico alguno. Resolvió correrse del lado de Felipe Calderón. La cercanía que guardaba con la pareja presidencial y la evidente necesidad del candidato panista por contar con factores reales de poder que respaldaran su candidatura, hizo que entraran en negocios políticos. A Elba Esther le venía como anillo al dedo el arreglo.

Apoyó resueltamente la candidatura del panista, lanzando hacia el final de la campaña presidencial la idea de conseguir el registro de su partido por la vía de la elección legislativa y transfiriendo el voto presidencial al panismo. Uno de tres, fue el eslogan de la etapa final de la campaña de Nueva Alianza.

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La profesora alcanzó, entonces, la gloria. A su bolsa política cayeron infinidad de posiciones. Obtuvo asientos en el Congreso por tres vías: uno, los residuos de su fuerza dentro del priismo; dos, las candidaturas de su propio partido Nueva Alianza que, además, consiguió su registro; y, tres, las que negoció con el panismo. Como manjar extra, estuvo la derrota infligida con su apoyo a los candidatos Andrés Manuel López Obrador y Roberto Madrazo. Esto, sin considerar el número de puestos y posiciones escriturados a su nombre en el nuevo Gobierno. Lo que ahora se ve es el cobro de las facturas por el apoyo ofrecido a Felipe Calderón. Elba Esther daba por suyas las posiciones conquistadas durante el foxismo, el apoyo otorgado al calderonismo suponía la ampliación de aquéllas. Ahí es donde se explican las presiones que la lideresa ejerce sobre el nuevo Gobierno.

Allegados de la profesora cuentan que la misma Elba Esther no descartó la posibilidad de ocupar el despacho de la Secretaría de Educación Pública. Pero el manifiesto conflicto de interés, supuesto entre ser la lideresa del sindicato que impide la modernización de la educación y llevar las riendas de la política educativa, terminó por vulnerar la tentación. No ocupó ese despacho, pero sí vetó dos propuestas que para el cargo tenía el presidente Felipe Calderón. Juan Carlos Romero Hicks y Juan Molinar no contaron con el beneplácito de la profesora y, si bien lo obtuvo la actual secretaria Josefina Vázquez Mota, el precio de la negociación incluía el capricho de la maestra: colocar a su yerno, Fernando González, en la Subsecretaría de Educación Básica. Bien claro dejó la profesora el peso de su fuerza cuando, el mismo día del nombramiento de Josefina Vázquez Mota, el sindicato la descalificó. No se trataba de derrocarla, nomás de hacerle sentir quién era y es Elba Esther Gordillo. Y vaya que Josefina Vázquez Mota recibió el mensaje. La secretaria defiende al subsecretario, como si el yerno de la profesora fuera su yerno.

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La respuesta al desplante de la maestra se cifra en la decisión que en su oportunidad tome el presidente Felipe Calderón ante las presiones que recibe. El mandatario no está en condiciones de responder de golpe y de conjunto a las presiones que recibe que, por lo demás, no sólo provienen de parte de ese factor real de poder que encarna Elba Esther Gordillo. Las recibe de todos aquellos que reclaman haberlo colocado en la residencia oficial de Los Pinos. Lo presionan poderosos empresarios y banqueros, lo presionan los sectores más duros y conservadores de su partido (incluido su dirigente, Manuel Espino), lo presionan múltiples factores de poder y Felipe Calderón no puede abrirse tantos frentes como presiones recibe.

El punto interesante se advertirá cuando Felipe Calderón se sienta verdaderamente sentado en la silla presidencial, legitimado en el ejercicio del poder e intente reivindicar un asunto que, hasta ahora, le interesa e inquieta: establecer que el Gobierno no es un empleado más de los factores reales de poder y que el Estado requiere recuperar parte del espacio perdido frente a ellos.

La cuestión está en ver si el presidente Calderón alcanzará tal fuerza y si, en ese entonces, todavía lo inquietará aquella preocupación. En ese entonces, Elba Esther Gordillo podría encontrarse con que los días de gloria no fueron tantos como quisiera.

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Por lo pronto, la lideresa magisterial está dejando ver síntomas delicados: prácticas de poder que, curiosamente, cifran la pérdida del poder. Colocar ya no allegados sino familiares en posiciones y cargos políticos, marca la pérdida de la conciencia y la inteligencia política. Aliarse sin mayor reparo ideológico con quien sea para preservar y ampliar parcelas de poder, advierte la pérdida del sentido del poder.

En ésas está la profesora: ingresando sin querer en la fase terminal de su poder, ejerciendo su fuerza de manera descarnada porque, a fin de cuentas, siendo quien es, no está satisfecha con lo que es.

Correo electrónico:

sobreaviso@latinmail.com

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