EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Sobreaviso/La hora ciudadana

René Delgado

Por fin llegó la hora ciudadana. En diez horas, tiempo durante el cual permanecen abiertas las casillas, los ciudadanos pondrán en su sitio a los políticos. Así de simple. El punto delicado en esa operación -cifrada en la sencillez del depósito del voto- deriva de la esquizofrénica exageración de los candidatos y actores políticos, formales e informales, sobre la importancia de la elección. Desde luego es importante la decisión ciudadana pero no es cierto que, a partir de ella, el país vaya a resolverse, disolverse o revolverse. A la posibilidad de ejercer el derecho a la continuidad o el derecho a la discontinuidad que también existe, los candidatos y sus adláteres le pusieron un complejo entramado de mentiras y exageraciones que, de pronto, hicieron del sencillo ejercicio democrático una compleja decisión de vida o muerte. Toda elección perfila un esquema de solución a los problemas, pero de ninguna manera los resuelve. De ahí la conveniencia de que mañana el ciudadano acuda a las urnas con absoluta libertad, despojado de prejuicios, sin sentirse presionado y sin miedo, sobre todo si es ajeno. Decidido a escoger aquello que verdaderamente cree y quiere. No tiene por qué sentirse como El Pípila, con el peso de la losa de la República sobre sus espaldas. Una boleta no pesa eso. Los actores políticos, formales e informales, le han querido echar ese peso encima, simple y sencillamente porque no quieren cargar con su propia responsabilidad.

__________

Es cierto que por primera vez en la cortísima historia de la democracia mexicana, el electorado tiene la posibilidad de elegir. No lo pudo hacer en 1988 porque su voto fue defraudado. No lo pudo hacer en el 1994 porque fue atemorizado. No lo pudo hacer en el 2000 porque la prioridad era la alternancia -desplazar a la fuerza enquistada en el poder-, al precio del sacrificio de la alternativa. Y antes, el electorado no pudo elegir sencillamente porque no se respetaba su voluntad. Esta vez efectivamente el electorado puede elegir. La alternancia se dio hace seis años, ahora se trata de optar por la alternativa. Eso es cierto. Lo que es falso es que, a partir de la alternativa que se escoja, el país vaya a convertirse en automático en algo radicalmente distinto. Eso sería un milagro y los milagros no existen en la política. La infinidad de vicios y virtudes de la incipiente democracia mexicana, así como la infinidad de equilibrios y desequilibrios que la fortalecen y vulneran, asegura algo innegable: el margen de maniobra de cualquiera que resulte ser el próximo presidente de la República es en extremo reducido. De ahí que no hay por qué tragarse el cuento de cargar con la losa de la República en las espaldas, a la hora de poner a los políticos en su lugar.

__________

Puede parecer absurdo venir hoy a restarle importancia a la elección pero, por la demagogia hecha en torno a ella, más vale hacerlo. De entrada vale reconocer un hecho. Lo que debió ser un proceso democrático de elección se planteó como un concurso político de eliminación. Un juego de sobrevivencia, donde sólo uno podría prevalecer. La democracia muy lejos está de eso. La democracia pretende revelar y poner sobre la mesa las diferencias, para resolverlas pacífica y civilizadamente sobre la base del respeto a la voluntad de la mayoría. Así es. Esa es la razón de su diseño. Cuando acá se pervirtió ese sentido -el intento de desafuero de Andrés Manuel López Obrador fue la marca-, se vulneraron peligrosamente los términos del proceso democrático. Por eso es menester que, en esas diez horas enteramente ciudadanas, el electorado recoloque el límite y el horizonte de la elección y ponga desde luego a los políticos en su lugar. No tiene por qué hacer suyo el juego de eliminar a su vecino o su compañero de trabajo, nomás porque votó en sentido contrario al suyo. La elección es un juego de ciudadanos, no de tribus acicateadas por el símbolo del poder significado en el yunque o el martillo. Si los políticos no han sabido establecer los términos de su propia convivencia, no tienen por qué venirle a aventar esa losa a la ciudadanía.

__________

Un segundo absurdo en que incurrieron los candidatos y los partidos fue reducir la elección a una sola posición en juego: la Presidencia de la República. Nueve años lleva el electorado mandatando a los políticos para que, a partir de un Gobierno dividido, se encuentren los pesos y contrapesos que enriquezcan la toma de decisiones sobre asuntos del interés nacional y nueve años llevan los partidos convirtiendo ese mandato en un torneo de resistencia que tiene al país paralizado. Y de nuevo, en la campaña electoral, los partidos concentraron exageradamente la atención en la renovación del Poder Ejecutivo borrando prácticamente la renovación del Poder Legislativo. En la composición que el electorado le dé a ese otro Poder se va a cifrar en buena medida el margen de maniobra del Poder Ejecutivo. Así que caer en el juego de que el país se resuelve o disuelve sobre la base de una sola persona, es caer en un engaño. A pesar de los partidos, la ciudadanía ha venido remodelando y modelando algunas de las instituciones políticas de Gobierno y, entonces, ni los propios candidatos presidenciales se creen eso de que, sin son electos, harán lo que quieran. Sencillamente, no pueden. Hay una serie de instituciones que acotan su actuación y, entonces, fincar en una sola persona el porvenir de la República es un cuento que ni los cuentacuentos se creen.

__________

Un absurdo más donde los políticos quieren meter a la ciudadanía es el relativo a la idea de que hoy se juega para siempre el destino nacional. No, no se juega el destino nacional, el porvenir, el futuro o la eternidad nacional. Se juegan seis años en el caso de la elección presidencial y senatorial, y tres en la elección de diputados. Al cabo de esos periodos, el ciudadano tendrá que ratificar o rectificar el sentido que imprimió a su voto. Imaginar que hoy se hipoteca per sécula seculórum el porvenir nacional suena bien como una solemne consigna, pero no es idea muy seria. Caer en ese garlito es tanto como creer que en México se estableció la democracia electoral para practicarla una sola vez y para siempre. Hay que salir de esa grandilocuente concepción de que toda hazaña ciudadana constituye invariablemente un parteaguas en la historia nacional. Desde la elección intermedia de 1997, la ciudadanía viene siendo presionada por los políticos para caer en un engaño. Si se equivoca a la hora de votar, el caos le queda escriturado. En aquel año, el partido tricolor planteó la elección legislativa como la opción entre el orden y el caos. La ciudadanía mandó a volar esa idea y le retiró la mayoría absoluta a ese partido. Esa fue en realidad la primera alternancia y, si bien el país no ha encontrado los términos de entendimiento entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, el caos no ha hecho acto de presencia.

__________

Hoy, el ciudadano debe ir a las urnas reconociendo que su decisión es temporal y que, luego, en otra elección más vendrá la posibilidad de sostenerla o cambiarla. Por eso, hoy debe ir a colocar a los políticos en su lugar. Es su hora, no la de los partidos ni los candidatos.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 222771

elsiglo.mx