“Sufragio efectivo y no reelección”.
Francisco I. Madero
Si se trata realmente de defender la autonomía sindical, ¿por qué no pedir a los trabajadores que elijan directamente, por sufragio libre y secreto, a sus líderes? Parecería que esa propuesta no tendría nada de extraordinario. El sufragio efectivo es algo que los políticos mexicanos han defendido cuando menos de palabra desde que don Francisco I. Madero incluyó el concepto en el Plan de San Luis de octubre de 1910.
Sin embargo, la propuesta del secretario del trabajo, Francisco Javier Salazar, de que el Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares tenga una elección libre y secreta para secretario general ha generado nuevos rechazos y acusaciones por parte de los líderes sindicales empeñados en su lucha contra el Gobierno del presidente Fox y en la exigencia de obtener la renuncia del secretario.
Pero ¿por qué quedarnos solamente en el sufragio efectivo? ¿Por qué no ir un paso más allá? ¿Por qué no demandar que en los sindicatos se aplique también el principio de la reelección, cuando menos después de un número de años?
Muchos perjuicios le han causado a nuestro país los líderes sindicales que se mantienen en el poder toda la vida y que aprovechan sus privilegios simplemente para acumular fortuna y poder. Muy pocos son los líderes sindicales en México que tienen menos de una década en el poder. En la mayoría de los casos, de hecho, los dirigentes tienen cuando menos un cuarto de siglo al mando de sus organizaciones.
El caso más inquietante de todos es el del Sindicato Minero. En el mando de éste no sólo se perpetuó durante décadas Napoleón Gómez Sada sino que, cuando llegó el momento, le heredó el control a su hijo, Napoleón Gómez Urrutia. Los sindicatos son hoy por hoy fuentes tan importantes de dinero y de poder, y tan débiles en sus principios democráticos, que pese a ser organizaciones supuestamente hechas para ayudar a los trabajadores se han convertido en verdaderos feudos nobiliarios.
Pocos, muy pocos, son los sindicatos que realmente tienen sistemas democráticos justos y transparentes para elegir a sus líderes, o los que tienen procesos internos que les permiten renovar a sus dirigentes para evitar el enquistamiento de mafias en la cúpula. La mayoría de estas organizaciones elige a sus líderes locales a mano alzada, en asambleas controladas por los mismos dirigentes que contienden por la reelección. Nadie -o casi nadie- se atreve a votar en contra de quienes ya detentan el control. Un acto de rebeldía puede llevar a la expulsión del trabajador del sindicato; y dado que la organización tiene un monopolio de contratación, el resultado es la pérdida del empleo del trabajador.
Los dirigentes locales que son electos en estas condiciones tan cuestionables acuden a una convención o asamblea nacional para votar por el líder nacional. Nuevamente ahí la votación se hace a mano alzada. Quienes se oponen al líder corren el riesgo de ser expulsado y perder así sus privilegios. Por eso es muy raro que los líderes pierdan sus cargos.
Quienes han organizado estos sistemas dicen que se trata de “democracias indirectas”. Pero si este sistema prevaleciera en los cargos de elección popular de nuestra República, Porfirio Díaz o sus bisnietos ocuparían todavía la silla presidencial. Lo que como país rechazamos hace ya casi un siglo a instancias de Francisco Madero, lo aceptamos en las organizaciones que pueden decidir quién tiene derecho a trabajar en los empleos mejor pagados y con mejores prestaciones del país.
Desde hace varios años se encuentra ya en el Congreso de la Unión una iniciativa, forjada por el ex secretario del trabajo Carlos Abascal a través de muchas discusiones con el apoyo de un grupo de sindicatos importantes, que permitiría el surgimiento de una nueva Legislación laboral. No es una Ley perfecta. En el afán de obtener el respaldo del mayor número posible de sindicatos, se permitió que la iniciativa mantuviera muchos de los vicios de la actual Legislación.
Pero la iniciativa, cuando menos, representa un avance en el logro de una mayor democracia sindical. Por esto tantos líderes se han opuesto a ella y la han llamado despectivamente la Ley Abascal. De hecho, hay razones para pensar que el actual conflicto entre los sindicatos y el Gobierno del presidente Fox tiene más que ver más con esta Ley que con el deseo de defender a un líder que heredó su cargo de su padre y que ha sido demandado por miles de trabajadores por una supuesta malversación de fondos.
Los líderes afirman, por supuesto, que están defendiendo la autonomía sindical. Pero si así fuera, ¿por qué no estarían dispuestos a aceptar en sus sindicatos un poco de sufragio efectivo y no reelección?
CUOTAS O VOTOS
Las cuotas de género representan un conflicto con la democracia. Esto lo ha entendido bien la coalición Por el Bien de Todos en el Distrito Federal que presentó a 15 varones y sólo a una mujer como candidatos a las jefaturas delegacionales. El Instituto Electoral del DF., después de mucha discusión, decidió aprobar las candidaturas. En estos casos, o se opta por las cuotas o por la democracia. Y hay buenas razones para pensar que la democracia es la que debe prevalecer.
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