En el año 2000 la política en México registró un giro diametral al ganar la Presidencia un partido distinto al PRI, pero los cambios todavía no llegan a toda la sociedad ni al país entero.
En algunos estados de la República Mexicana, especialmente en el Sur, los cacicazgos de grupos políticos son todavía poderosos al igual que la apatía y el temor de la sociedad por lograr cambios.
No obstante en otras latitudes se registran avances que hace diez o quince años se veían imposibles de concretarse.
En el Distrito Federal la libertad con la que se expresan los medios de comunicación es por demás encomiable. Muy atrás quedaron las consignas y los intocables que en tiempos del imperio priista abundaban en número y poder.
Imposible olvidar a Emilio Azcárraga Milmo (QEPD) cuando declaró que era un soldado del PRI y que su empresa estaba al servicio de dicho partido.
O cuando el Gobierno de Luis Echeverría infiltró a sus huestes en el diario Excélsior para expulsar a Julio Scherer para convertir a esta publicación en un portavoz del sistema.
Las estaciones de radio estuvieron durante décadas herméticamente cerradas a la voz de los partidos de Oposición.
Incluso la publicidad se negaba sistemáticamente a los candidatos ajenos al PRI y ni qué decir su participación en los programas de noticias y comentarios.
Los diarios sufrieron también los tiempos de cerrazón bajo la amenaza de suprimir el suministro de papel o los subsidios disfrazados de publicidad oficial y paraísos fiscales.
Con honrosas excepciones, los periódicos mexicanos vivieron años de somnolencia y autocensura, algunos por comodidad y otros para poder sobrevivir.
En el ámbito empresarial, sindical y ciudadano la sumisión hacia el partido oficial y sus gobernantes fue terrible por no decir que patética.
Las empresas tenían que cooperar obligadamente en las campañas políticas so riesgo de ser auditadas por el Gobierno o acosadas por las centrales obreras ligadas al PRI.
En este sector los cambios han sido diametrales. La creación de sindicatos fantasmas para fastidiar a los Opositores así como la persecución política por la vía fiscal quedó prácticamente desterrada.
Una prueba palpable de este nuevo panorama es la reciente carta que el sinaloense Enrique Coppel Luken envió a sus 25 mil empleados.
Coppel dirige un negocio familiar que en pocos años se expandió por todo México para convertirse en una empresa ejemplar tanto por su filosofía basada en valores humanos como por su ingeniosa estrategia comercial y financiera.
El empresario invitó abiertamente a su personal a votar por Felipe Calderón a quien considera el candidato más capaz para llegar a la Presidencia de México, pero sin descalificar al resto de los candidatos ni tampoco obligarlos a tomar dicha opción.
Un exhorto similar en el pasado le hubiera significado a Coppel una persecución política infernal. No olvidemos que Tiendas Coppel tiene su sede en Culiacán, Sinaloa, en donde el PRI domina el estado y buena parte de los municipios.
No faltará mucho para que otros empresarios y organismos hagan públicas sus inclinaciones políticas como parte de un proceso de maduración de la democracia mexicana.
Y tocará su momento a los medios de comunicación que además de consolidar la apertura de corrientes en sus contenidos, llegarán en un futuro a recomendar a candidatos y partidos como ocurre en las democracias avanzadas.
Será interesante en el futuro próximo conocer en una campaña las simpatías políticas de Televisa, TV Azteca, Radio Fórmula, Reforma, El Universal e incluso Proceso, así como de los medios de comunicación regionales cuyo prestigio e influencia son por demás vigorosos.
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