Se avecinan tiempos duros en la recta final de las campañas presidenciales en México.
La aparente caída de popularidad de Andrés Manuel López Obrador al tiempo que Felipe Calderón asume el liderato en las encuestas, exacerbaron los ánimos.
Al estilo de la “polaca” mexicana los actores han comenzado a tirarse con todo y seguramente así seguirán hasta las vísperas del dos de julio.
El PRD y sus aliados presentaron el lunes una denuncia penal ante la PGR en contra del presidente Vicente Fox por “intromisión en el proceso electoral”.
A su vez la dirigencia del PRI se prepara para presentar una queja ante el IFE y el Fepade por “violar el acuerdo de neutralidad por parte de Fox”. Lo acusan de no guardar equidad en la campaña al haber difundido de enero a mayo 453 mil spots a favor de la continuidad económica en un evidente apoyo hacia los candidatos panistas.
En las próximas horas el Tribunal Federal Electoral dictaminará sobre los spots de radio y TV que utilizó el PAN y Felipe Calderón para desprestigiar a López Obrador y el PRD. En dichos anuncios lo equipararon a Hugo Chávez y lo exhibieron por no respetar la Ley.
Las posiciones de uno y otro lado de los partidos se han radicalizado lo que amenaza un final desastroso con evidentes riesgos de violencia post electoral.
Fox cometió la imprudencia de invertir muchos recursos para promover su imagen y colateralmente la del candidato blanquiazul en plenas campañas presidenciales.
Por cierto a partir de hoy se suspenderán por Ley las promociones de los gobiernos así como las giras para inaugurar.
Pero sería ingenuo adjudicar al mandatario mexicano la recuperación de Calderón en las encuestas electorales. Si así fuera hace mucho que Fox fuera el gran líder popular de México y López Obrador un pobre diablo en desgracia.
Dicho sea de paso es hora de que en México desterremos los mitos de la publicidad y las encuestas. No existen pruebas para afirmar que la publicidad de un gobernante favorezca a su partido, como tampoco es cierto que publicar encuestas previas a elecciones influya en los resultados.
La realidad mexicana es otra muy distinta. Las simpatías de López Obrador se desplomaron por dos razones: su intolerancia y su limitada capacidad política.
El candidato perredista rechazó a lo largo de su campaña infinidad de invitaciones a dialogar con grupos privados, especialmente empresarios. Tampoco se presentó en el primer debate político y para colmo ofendió en varias ocasiones a la investidura presidencial que en México todavía goza de un especial respeto.
López Obrador ha sido un candidato excluyente y arrogante. Ahora que las encuestas no le favorecen decide cambiar su estrategia y solicita una entrevista con el presidente Fox, además de solicitar disculpas por sus exabruptos.
Es probable que este giro llegue demasiado tarde, aunque sabemos que hará hasta lo imposible por recuperar las simpatías perdidas.
En las filas del PRI la situación es más crítica. Roberto Madrazo cosecha hoy las semillas de división y autoritarismo que plantó en los últimos años. Por ello se habla de una alianza con el PRD, en lo que pudiera ser una salida emergente para abandonar su barco antes de hundirse.
El ambiente es distinto a 1994 cuando se vivieron tiempos turbulentos. Pero si revisamos a los actores veremos a varios que jugaron papeles protagónicos en aquel trágico sexenio.
Por ello no hay que aflojar el cuerpo ni pensar que estos comicios están ya decididos. Los intereses detrás de cada partido y de cada candidato son inconmensurables.
Hasta cierto punto es más saludable que las diferencias políticas se litiguen en las instancias judiciales y no al calor de los odios y emociones viscerales.
La batalla final apenas inicia, son tiempos de cautela y prudencia, pero también de firmeza y legalidad. Nadie debe permitir que por intereses de unos cuantos se ponga en riesgo a México en su conjunto.
Envíanos tu opinión a:
josahealy@hotmail.com.
