El País
MADRID, ESPAÑA.- Les acusaron de terroristas. Les tuvieron dos años presos. Michael Winterbottom cuenta el drama real de tres falsos talibanes en Camino a Guantánamo. Estuvimos con ellos en Londres.
?Maldita zona a la que nos habéis traído, ¿eh? Este sitio es de locos?, comenta Rhuhel tras atravesar una pasarela oxidada atestada de preservativos, un subterráneo con intenso olor a orines y dos tipos borrachos haciendo eses. Viernes 12 de mayo. Alrededores de Brick Lane, el barrio musulmán de Londres. Rhuhel Ahmed, Shafiq Rasul y Asif Iqbal, 28, 29 y 25 años, respectivamente, promocionan la película Camino a Guantánamo, del británico Michael Winterbottom, director radical con momentos de conciencia social, como In this world.
No son ni los guionistas ni los actores. Pero nadie mejor que ellos para hablar del argumento del filme: es su propia vida; el infierno de tres jóvenes musulmanes británicos, unos casi críos que un mal día salieron de Tipton -ciudad inglesa cercana a Birmingham - rumbo a Pakistán para acudir a una boda y terminaron presos dos años en Guantánamo acusados de pertenecer a Al Qaeda.
Los tres de Tipton, como los bautizó la prensa, aparecen esta tarde soleada en ropa deportiva. Arranca el británico bengalí Rhuhel, el más abierto: ?Los padres de Asif acordaron su boda y lo mandaron a Pakistán [su país de origen] para casarse; yo viajé después como padrino?. También se apuntaron sus amigos, los paquistaníes Shafiq y Monir.
Aquéllas iban a ser unas buenas vacaciones. Llegaron al pueblo de la novia a finales de septiembre de 2001, visitaron Karachi y decidieron pasar a Afganistán. ?En Pakistán, los líderes religiosos animaban a ayudar a Afganistán ante la posibilidad de una guerra. Pensamos en hacer algo por la población. También sentíamos curiosidad: en el Reino Unido había un debate sobre si los talibanes eran buenos o malos, y queríamos comprobar la situación por nosotros mismos?, continúa Rhuhel en un inglés de fortísimo acento.
Momento equivocado, lugar erróneo. Y una historia kafkiana en el auténtico sentido del término. Estando en Kabul, la capital de Afganistán, estalló la guerra. Sufrieron los bombardeos. Rhuhel, además, no entendía nada: es bengalí, no habla árabe. Ninguno de ellos sabía pastún, el dialecto del persa que se habla en Afganistán.
Intentaron volver a Pakistán, el chófer les engañó llevándoles a un cuartel talibán en el Norte. Según cuentan, los chavales pasaron las siguientes semanas aturdidos, mezclados con combatientes que portaban Kaláshnikov y con la Alianza del Norte pisándoles los talones. Una huida frenética en la que perdieron a Monir. Y que terminó con su detención por las tropas estadounidenses y su traslado a la base de Guantánamo (Cuba).
?Hay algunas incorrecciones, sobre todo en las fechas, pero en un 99% Camino a Guantánamo refleja lo que pasó. Ocurrieron más cosas de las que se cuentan?, afirma Rhuhel. Los tres de Tipton son los narradores de la película y aparecen hablando a la cámara, intercalados con las secuencias de ficción, rodadas en formato cine o con textura realista, y con imágenes reales de telediarios.
?Lo más difícil fue ponerse delante de la cámara; no teníamos ni idea?, coinciden. Se sentían tensos e incómodos. Casi tanto como cuando esta tarde se les piden detalles de su paso por Guantánamo. Entonces se meten las manos en los bolsillos de sus pantalones de chándal y sueltan vaguedades.
?Cuando vi la película me vinieron un montón de recuerdos, ninguno bueno?, confiesa Rhuhel. Dos años y dos meses, según ellos, de torturas, palizas y vejaciones; sin cargos, sin juicio, sin posibilidad de hablar con familiares o abogados? ?A los actores que nos encarnaban les impactó?, mete baza Asif, el más tímido.
Y se callan. Quizá porque lo que tenían que decir está ya contado en el filme: que no son terroristas, ni islamistas radicales. Que con una simple llamada a la policía británica, los estadounidenses podían haber confirmado sus coartadas. Los soltaron sin explicaciones ni excusas, y regresaron al Reino Unido, pero no a su ciudad. ?Estábamos amenazados por grupos racistas. Temíamos por nosotros y por las consecuencias para nuestros vecinos; hay muchas familias musulmanas viviendo en Tipton?, declara Shafiq.
Así que él reside ahora en Manchester; Rhuhel, en Plymouth, y Asif, que cuatro años después pudo al fin casarse, en Birmingham. ?Tratamos de seguir con nuestra vida?, interviene este último. No han tenido problemas con la policía británica salvo dos horas de detención e interrogatorio en el aeropuerto de Luton, junto a dos de los actores del filme. Volvían del Festival de Berlín, donde Camino a Guantánamo se acababa de llevar el Oso de Plata a la mejor dirección.
?Después, de nuevo sin explicaciones, nos soltaron?, concluye Rhuhel. ?De niños teníamos amigos británicos, en el colegio y fuera, aunque siempre había un grupo que? Hemos nacido en este país, se supone que somos británicos, pero en la vida real parece que no es así. Creo que los británicos son racistas. Además, las cosas ahora están peor que nunca.
Podemos hablar de un antes y un después de las relaciones entre musulmanes y no musulmanes en el Reino Unido tras los ataques de Londres?. Los de Tipton caminan por las calles londinenses entre curiosos y despistados. ¿Por qué decidieron mostrar su historia? ?La gente ha de saber que hay cosas que no funcionan en el mundo?.
-¿Qué planes tenéis de futuro?
Asif. Por ahora no trabajo, me estoy formando como fontanero. Ya veremos; no hago muchos planes.
Shafiq. Yo estudiaba ingeniería informática. Ahora, bueno, hemos estado muy ocupados con la película? Aún no me he planteado nada.
Rhuhel. Antes miraba al futuro. Después de todo esto me conformo con disfrutar el presente. Vivir el hoy, porque, ¿sabes?, mañana podría estar muerto.