Con toda la autoridad que le da su permanente campaña, su actitud en defensa y promoción del patrimonio cultural de su Oaxaca natal y con el prestigio de su sitial en las artes plásticas (que ha ejercido volcado a la sociedad, sin mezquindades de ningún género) Francisco Toledo hizo el lunes este llamado que debe ser conocido en su integridad:
“Quienes vivimos en la ciudad de Oaxaca hemos padecido, desde hace 27 días, el asedio a su centro histórico, que el día 14 de junio derivó en una batalla campal entre maestros y policías.
Nuestras calles y plazas principales son espacio de una ocupación de miles de hombres, mujeres e incluso niños, mantenida en las peores condiciones de higiene, sin contar con servicios de salubridad y pernoctando a cielo abierto, situación que pone en riesgo su salud y la de los habitantes del Centro Histórico.
La ciudad de Oaxaca es patrimonio cultural de la humanidad, reservorio de una riqueza identitaria reconocida mundialmente y también corazón de las actividades económicas, sociales y artísticas de la región de los Valles centrales, de las cuales depende el sostén de miles de familias oaxaqueñas.
Desde hace 27 días los niños y jóvenes del estado no asisten a clases pese a que el nivel de educación de nuestro estado es el más bajo del país, y en la capital del estado la vida comunitaria se ha colapsado por la violencia que ha dejado muros pintarrajeados con consignas, andadores, plazas y jardines destruidos, mercados, comercios, restaurantes y hoteles cerrados; y, el día del enfrentamiento entre la policía y los mentores, un helicóptero vició el aire con gases lacrimógenos.
Desde hace muchos años los oaxaqueños somos testigos de la ríspida relación entre el magisterio y el Gobierno , que utilizan, de uno y otro bando, el lenguaje de la acusación, la amenaza y la acción intimidatoria para dar cauce a sus diferencias y toma como rehén a la ciudad de Oaxaca.
Sus habitantes reprobamos y nunca nos acostumbraremos a esta manera de entablar la negociación laboral, pues se secuestra el núcleo de la colectividad y se amenaza la seguridad y la integridad física de quienes aquí vivimos y los que nos visitan.
Reconocemos que las demandas de los maestros deben ser atendidas. Sin embargo, nos rehusamos a que esto se logre mediante la ocupación de los espacios que pertenecen a todos los oaxaqueños y obstaculizando la vida comunitaria.
Reprobamos la conducción del Gobierno para responder al magisterio, cerrándose al diálogo y haciendo uso de la Fuerza pública, lo que lejos de solucionar los problemas causa zozobra e incertidumbre.
Repudiamos asimismo la cerrazón del Gobierno Federal y la manera hipócrita como ha venido dándole largas al obligado arbitraje que le corresponde en este conflicto. Apelamos a la buena voluntad y a la inteligencia política necesaria para poner fin a esta confrontación cuyo costo económico ya ha rebasado con creces las demandas legítimas de los maestros.
Vivimos en uno de los estados con más rezagos históricos para la satisfacción de sus necesidades básicas de alimentación, salud y educación de la población, fundamentalmente de las comunidades rurales.
Oaxaca es sin duda una de las culturas más antiguas y diversas de la República y su grandeza histórica no merece este espectáculo vergonzoso. ¿Es con este ejemplo como pretendemos forjar la grandeza de los oaxaqueños del futuro? El odio y la intolerancia jamás han sido pautas de superación, sino de retroceso.
Los maestros son un factor fundamental para superar las condiciones de marginación e ignorancia de los oaxaqueños; reconocemos su alto grado de organización laboral pero, para lograr sus objetivos, es indispensable que encaucen sus demandas por las vías de una negociación respetuosa de los derechos de toda la sociedad.
Expresamos la urgencia de serenar los ánimos. Llamamos a las partes en conflicto a buscar un diálogo que acabe con el clima de irritación y peligro al que se somete a la ciudad de Oaxaca.
Apelamos a la conciencia y responsabilidad de los gobernantes para poner todos los medios a su alcance en la solución de este conflicto, haciendo a un lado el uso de la Fuerza pública.
Instamos al magisterio y al Gobierno a una reflexión que supere la cerrazón, la intolerancia y la violencia, y regrese Oaxaca a los cauces de su grandeza histórica basada en el amor a la libertad y el respeto al derecho ajeno”.
Toledo, que ha entregado a la ciudad en que vive el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), recibió el año pasado el premio Right Livelihood, al que se le llama el Nobel alternativo, por su entrega a la “protección, desarrollo y renovación de la herencia arquitectónica y cultural, el medio ambiente y la vida comunitaria de su Oaxaca nativa”.
Cuando el hecho fue anunciado, hubo fiesta popular en el IAGO, pues el artista goza del respeto de los más diversos representantes de la sociedad. No ocurre así porque sea un artista convencional, y mucho menos cómodo. Es el principal animador del Patronato pro defensa y conservación del patrimonio cultural y artístico de Oaxaca, Pro Oax. Se equivocaría quien piense que a un hombre profundamente sensible como Toledo le importan más las cosas, las piedras, que las personas.
No sólo se advierte en su llamamiento su aprecio y respeto por los maestros, sino que ha empeñado su esfuerzo en conseguir la liberación de presos en los Loxichas algo, por cierto, como lo que hizo Juárez, en la misma región, en 1834, lo que le valió prisión a él mismo.