Rogelio Amador Alvarado encuentra su realización personal en la fiesta brava.
El Siglo de Torreón
Torreón, Coah.- Surgido de la añeja colonia Moderna, barrio ubicado al norte de esta ciudad, Rogelio Amador Alvarado luchó contra todas las adversidades encontradas en su camino hasta convertirse en un exitoso empresario del espectáculo, gracias a lo cual ha tenido la oportunidad de conocer gran cantidad de ciudades de México y Estados Unidos, donde cuenta con grandes amigos.
Miembro de una numerosa familia encabezada por sus padres, don Amador Alvarado Meraz y Antonia Ortiz, ambos ya fallecidos, Rogelio se destacó por ser una persona a quien poco le gustaba el estudio, de modo que después de terminar la primaria en la Escuela Del Centenario ingresó a la secundaria en la Venustiano Carranza, pero al poco tiempo decidió que por ahí no era su camino.
?En mi niñez fui realmente feliz con mis hermanos y mis padres, pero reconozco que por ser tantos hermanos viví lleno de privaciones, de ahí que siempre soñara con encontrar la forma de salir de esa situación. Dejé la escuela al darme cuenta que estudiar me llevaría mucho tiempo, yo requería ganar dinero de una forma más rápida?.
Pese a definirse como un introvertido, que en su infancia siempre se aisló de los demás y por lo tanto tuvo pocos amigos, reconoce que ha tenido una gran imaginación y por ello en su infancia le daba por escribir sus propios libretos de películas y cuentos, donde los vaqueros eran sus personajes favoritos.
Parte importante para esta actividad eran sus primas, quienes terminaban por ser las actrices de sus obras, al darles vida a los personajes de cada una de las historias.
Al dejar la escuela tenía trece años de edad y fue ocupado por recomendación de una de sus hermanas en la empresa Utility, donde durante el día y medio en que fue ocupado se convirtió en un flamante contador de tornillos.
?Me di cuenta que había sido empleado por una atención a mi hermana, y que realmente no había trabajo para mí. Nunca me ha gustado que me regalen nada y me salí, me fui a la aventura en busca de dinero. Yo no sabía qué era lo que buscaba, pero sentía que el destino me tenía deparado algo?.
En busca de aventuras
En un momento de arrebato, emprendió un viaje a Ciudad Juárez, pero fue alcanzado por sus padres en Ceballos y lo regresaron, tras dos meses de andar de vago soñador, finalmente se fue a la frontera chihuahuense de aventón, y en esta experiencia asegura haber conocido lo que es ?amar a Dios en tierra de indios?.
Algunas veces dormía en gasolineras y se pasaba días sin comer, luego conseguía aventones por otro tramo, pero sus grandes problemas eran ser introvertido y orgulloso, jamás se permitió aceptar algo que no se hubiera ganado con trabajo, de ahí que prefiriera no comer.
Ya en la frontera, trabajó en la venta de sandías, además de lavar y cuidar autos, siempre con la ilusión de encontrar el camino hacia algo que ni él conocía.
A su regreso a La Laguna, trabajó en La Joya, el rancho de sus tíos, donde les ayudaba a regar las tierras, pero sus aspiraciones eran grandes, al siguiente año ya no quería ser el recogedor de tomates, sino quien sembrara la hectárea y después el que compraba la cosecha para venderla por su cuenta.
Pese a su juventud fue coyote, se iba hasta Monterrey a vender tomate, donde obtenía ganancias cada vez mejores, aunque poco después se dio cuenta que ese tampoco era su camino y lo dejó.
Sobrino de un restaurantero, entró a trabajar al negocio de su familiar, ubicado en ese entonces por la calle Galeana, frente a la alcaldía, donde se daban cita algunos taurinos locales con la finalidad de ver las corridas por televisión.
En uno de los festejos tomó parte ?Cordobés? y durante su participación un espontáneo se lanzó al ruedo y realizó algunos quites, situación que generó la emoción de los espectadores y por fin la fiesta brava captó la atención de Rogelio Amador, quien jamás se había interesado ni en presenciar una corrida.
?Al ver tanto alboroto causado por el espontáneo, me acerqué y les dije que esos quites no tenían chiste, que yo los podía hacer mejor. El señor Raúl Zapico, uno de los presentes, me dijo que eso no era cosa sencilla, ya que al toro debía tenérsele respeto. Pese a ello, yo insistí en que podía hacerlo mejor e incluso lo reté a una apuesta?.
La hablada de Rogelio sorprendió a todos, aunque no lo tomaron en serio, pero el orgullo del entonces impetuoso joven estaba en juego, así que se asesoró con un amigo conocedor, quien le dijo la forma en que se elaboraba una muleta y el modo en que podía enfrentar al astado, así como el momento propicio para invadir el ruedo.
Finalmente llegó el día elegido, en la Plaza de Toros Torreón toreaba en ese entonces el novillero Manolo Martínez, un elemento más y el lagunero Fernando Ibarra. Cuando se toreaba el sexto de la tarde, correspondiente a Ibarra, el orgulloso y arrogante jovenzuelo se brincó las tablas y se plantó de rodillas en el centro del ruedo para hacer frente al astado.
Más tardó en acomodarse en la arena, que el novillo en darle una fuerte embestida ante el asombro del público, que sorprendido se preguntaba quién había sido el ?valiente? invasor, ya que jamás se le había visto en alguna plaza del medio.
Temerosos de que fuera detenido por la policía, sus amigos y conocidos presentes en el tendido de Sol lo protegieron y a escondidas lo sacaron de la plaza.
?Esa noche no dormí debido a la tremenda paliza, pero al día siguiente me presenté ante el señor Zapico a cobrar mi apuesta. Yo nunca dije que iba a torear, sólo que haría algo ante el toro, así que gané. El propio Raúl Zapico me advirtió que si yo quería ser torero debía prepararme bien, ya que esa era una buena forma de ganar dinero; esas palabras fueron mágicas para mí?.
Con la inquietud y su sueño eterno de hacer dinero para salir de la pobreza, se preparó y logró cuajar varios años como novillero, donde tuvo la oportunidad de visitar buen número de plazas mexicanas como Chihuahua, Juárez, Durango, Monterrey y Mérida; incluso, se quedó en la antesala de la alternativa. La falta de una campaña bien organizada y la necesidad de dinero le impidieron avanzar. Él mismo se conseguía los festejos y llegó a organizar las novilladas.
La viveza de Rogelio para hacer las cosas provocó que aun siendo novillero siempre obtuviera ganancias, al estar al pendiente de todo en sus novilladas. ?Una vez en Lerdo alterné con Benjamín Morales y Mauro Liceaga. Para lucirme, me puse a portagallola, y justo en ese momento se paró frente a mí uno de mis ayudantes para cuestionarme sobre el precio al que debía venderse la cerveza, lo que de alguna forma me sacó de concentración y provocó que el toro me alcanzara, ya que luego de quitármelo en la salida, se regresó y me golpeó en la espalda?.
El retiro como novillero fue a fines de los setenta en Durango durante un festival donde alternó con Alfredo Leal, Mauro Liceaga y otros dos elementos de gran relevancia, cortó dos orejas. Producto de dos cornadas, se vio impedido para comer y hablar por poco más de dos meses.