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Trabaja de gallo a grillo para vender toda su cosecha

Cristal Barrientos

CRÓNICA URBANA

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- De gallo a grillo. Así trabajan los hombres del campo. A Gerardo no le importa sentir que el calor del asfalto de la ciudad le queme los pies, todo con tal de vender los melones de su cosecha aunque el kilo a veces valga menos que un chicle.

Gerardo Rodríguez Cervantes, mejor conocido como ?El Gato?, es originario del municipio de Matamoros, pero tiene que recorrer los cruceros de Torreón porque allá los ?coyotes? no lo dejan vender a un precio justo el kilo del melón, ?hace tres semanas nos lo compraban a 40 centavos, ni a eso valen los chicles?.

Desde que canta el gallo, dice, hasta que escucha los grillos de la noche, trabaja todos los días. Gerardo asegura que no es fácil ganarse la vida en una ciudad como Torreón, en donde los policías ?de cualquier corporación- hasta los agentes de tránsito los molestan sin ningún motivo con tal de sacarles unos pesos.

?Nosotros venimos a Torreón porque en Matamoros los ?coyotes? nos hacen trizas. En la mañana ?de ayer jueves- pagaron el melón especial a un peso con 50 centavos, pero el de nosotros no lo quisieron porque está muy pequeño. Hace como tres semanas nos pagaron el kilo a 40 centavos, eso quiere decir que se llevaron un tráiler con 30 toneladas que les costaron 12 mil pesos, no sacamos ni para los chicles porque hasta éstos valen 50 centavos?.

Sobre los bulevares Diagonal Las Fuentes y Rodríguez Triana, Gerardo trabaja todos los días desde las ocho de la mañana hasta las siete u ocho de la noche. Dice que en ?Las Meloneras? de Matamoros no hay espacio para él, por eso prefiere cargar su vieja camioneta y vender en Torreón.

?En los centros comerciales la gente compra el melón hasta en ocho pesos, pero a nosotros nos lo pagan a peso, el precio es muy variable, cambia todos los días. Vendemos la bolsa a diez pesos y saco al día como unos mil pesos, pero ese dinero lo reparto hasta con cuatro personas?.

Y es que Gerardo no trabaja sólo en los cruceros. Sus hermanos, incluso su nieto Gustavo, de apenas 12 años de edad, le ayudan a cargar las bolsas de melones sobre sus hombros para ofrecerlas a los automovilistas, y a todos les toca un poco del dinero que ganan en el día.

?Deje el dinero que uno pueda ganar sino las horas que trabajamos. Trabajamos de gallo a grillo, lo que le quiero decir con esto es que desde tempranito nos levantamos, luego andamos todo el día de Dios hasta que anochece?.

Gerardo a veces se va a los Estados Unidos a trabajar en lo que sea: ?hago lo que los gringos ni los mexicanos que nacieron allá quieren hacer: cargo bultos, lavo carros, arreglo jardines, pero ya le prometí a mi esposa que no voy a regresar, y no porque le tenga miedo a ese muro fronterizo que van a hacer porque los laguneros somos hombres valientes, sino porque la soledad está muy canija?.

A sus 54 años, Gerardo aún es un hombre fuerte. Dice que seguirá sembrando sus tres parcelas con melón cuando sea temporada o con tomate, chile, según sea el caso. ?Lo malo es que siempre tenemos que vender a precio de risa, no compensa ni el trabajo que hacemos en el campo?.

En la calle, Gerardo encuentra gente de todo tipo: desde el conductor que le hace un gesto desdeñoso para decirle que no quiere nada, hasta la persona que sin pensarlo saca de su cartera diez pesos para comprarle una bolsa de melones nada más por ayudarlo.

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