A cincuenta metros de altura dependen sólo de un botiquín, decenas de obreros en la Supercarretera.
El Siglo de Durango
Sin médico, atenidos a un botiquín y trabajando a 50 metros de altura, cerca de 75 obreros laboran en la construcción del puente ?El Chicle?, ubicado en el kilómetro 54+100 de la supercarretera Durango-Mazatlán. Este viaducto debe ser entregado en septiembre próximo, sin embargo, no se descarta que la lluvia complique el avance de la obra y por ende que crezca el riesgo de los obreros.
Este puente es tan sólo una pequeña parte de la vía de comunicación terrestre que contará con 56 túneles cuya longitud total será de 14 mil 281 metros, -el más largo de ellos tendrá dos mil 660 metros-, así como 62 puentes con profundidades que van desde los 15 a los mil 124 metros. Entre éstos destaca el Puente Baluarte que en su tipo será el más grande de América Latina.
La pasarela es construida por la compañía Rubén Tinoco Vázquez, única empresa duranguense que en estos momentos participa en los tramos en cimentación de la rúa en el presente ejercicio por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Según notificó Víctor Tinoco Vázquez, superintendente de la corporación, pese a lo riesgoso de la actividad de sus empleados no se han tenido incidentes graves. En ocasiones algunos descalabrados cuando caen piedras pero ellos mismos se curan con su botiquín. Y en caso de que ocurriera un incidente grave, aseguró que se podría transportar al herido con rapidez hacia el Salto, Pueblo Nuevo.
No obstante, para llegar al lugar de las labores, se tiene que transitar por terracería un tanto peliaguda. El Siglo de Durango pudo constatar que la mayoría de los trabajadores traían cascos y en el caso de los que estaban en los pilares del puente, arneses que los sujetaban y así, poder evitar caídas.
Pero otros tantos carecían de protección en sus cabezas y sólo traían puesta una gorra, que además, les sirve para aminorar los estragos de los rayos solares.
De esta forma, los trabajadores se ganan el pan diario con una jornada de las ocho de la mañana a las seis de la tarde, enfrentando día tras día el peligro y la posibilidad de sufrir un accidente, pero con la esperanza de terminar una obra que será el orgullo de los duranguenses.