Durante los días de descanso navideño, me propuse viajar en autobuses del transporte urbano de Torreón; la aventura resultó muy ilustrativa, buena para formarme un criterio y sentir en carne propia lo que los usuarios viven hasta cuatro veces al día.
Abordé varias unidades, de diferentes rutas; todas pésimas, salvo una, al parecer de los autobuses nuevos o renovados, –“Trans-siglo” decía en los costados– cuyo chofer se caracterizaba por ser cortés, atento y sobre todo cuidadoso con las personas que abordaban o descendían del vehículo, particularmente con los mayores de edad y de entre ellos las ancianas, por las que detenía completamente la marcha y no arrancaba hasta ver que habían pisado con ambos pies la acera de la parada pública. Lástima que fue solamente uno de alrededor de diez viajes realizados en varios días.
Muy interesante el trato dado por otro de ellos, cuya ruta cubre el rumbo del Seguro Social, Clínica 16 y anuncia llegar hasta el Cereso; me dejaron abordar sin cobrar la cuota y un ayudante pasó posteriormente, asiento por asiento, recibiendo el pago. Sobresalió el comportamiento de un joven chofer, no mayor a los 21 años, de la Ruta Norte, que con grave irresponsabilidad acosaba a otro autobús manejado por “un amigo”, presionándolo a avanzar, recordándole a su mamá con aceleramientos del motor; desde luego que en el camino todos íbamos lo mejor aferrados, temiendo un alcance en cualquier momento y padeciendo las enfrenadas intempestivas, provocadas por el corredor delantero que de pronto paraba bruscamente. ¿Le parece divertido?
Salvo el caso de excepción, todos estaban perfectamente desuniformados y buena parte de ellos sin evidencias de higiene matinal, ni barba rasurada y mucho menos corte de pelo reciente.
También debí aprender a dar el salto del estribo al suelo en el momento oportuno, justamente antes que el apresurado chofer acelerara de nueva cuenta el vehículo que no detuvo completamente; yo, igual a mis compañeros de viaje, debíamos hacer el malabar con el temor a una caída o lesión; de no hacerlo así, el enojo del “capitán de la nave” era evidenciado con su mala cara.
La música es tema aparte; si usted no utiliza el transporte público, le comento que se pierde una cátedra sobre cumbias, rap y otros ritmos modernos y guapachosos, que a pesar de los ensordecedores motores, sobresalen por su alto volumen a través de bocinas desvencijadas y con los conos rotos. También puede escuchar noticieros regionales y hasta programas de quejas de radioescuchas.
Nunca supe cuánto cuesta, realmente, el pasaje; alguien me dijo que tres pesos con treinta centavos, pero yo debí pagar en promedio tres pesos cincuenta centavos y ocasionalmente me quedaron a deber el vuelto de una moneda de cinco pesos. Dos veces pagué exacto y en esos casos noté la cara de enojo de los choferes, por mi “tacañez y avaricia”. Con toda esa información, me sorprendí con la nota periodística aparecida en el mes de enero.
Luego del estudio de una empresa foránea “Logit” –curiosamente los líderes del transporte y el municipio despreciaron a las locales– recibieron cien distintas recomendaciones que, según ellos, no sólo mejorarán el servicio, sino que además lo harán más barato. Dieron ocho recomendaciones para atender en el corto plazo, que dicen haber satisfecho y siete más, a mediano plazo. Se las comparto y le invito a que reflexionemos si es verdad, o no, que cumplen con ellas:
En primer término se refieren a los uniformes: en mi experiencia, ciertamente limitada, no vi a ningún chofer uniformado, además su higiene y cuidado personal era pésimo. Tampoco conozco resultados de pruebas “antidoping ”. ¿Usted?
La cobertura de rutas en horarios establecidos no tengo manera de corroborarlas, aunque sí puedo atestiguar sobre su capacidad de correr a altas velocidades, como los que iban jugando en plena avenida Hidalgo, a la altura del Mercado Juárez. En la revisión de las unidades –cuarta condición aparentemente cumplida– basta con que observe los autobuses que pasen frente a usted, para que se dé cuenta de las pésimas condiciones mecánicas y de pintura. La capacitación de choferes no existe, la real preparación va más allá de acelerar y cambiar de velocidades, debe incluir calidad en el manejo, cuidado y suavidad en la marcha y sobre todo atención y respeto al público. El punto seis habla de los descuentos, que al parecer se cumplen parcialmente, especialmente por el temor a las sociedades de estudiantes y por ser período vacacional no puede evaluarlo con aceptable certeza. La adquisición de pólizas de seguros contra accidentes es difícil de comprobar por un simple ciudadano y el gafete de identificación de los conductores tampoco lo observé.
Las siete que quedan al mediano plazo –tampoco se define el término– son aún más increíbles; incluyen: renovar el cien por ciento de vehículos con unidades 2004–2006; regularización del pago de plaqueo; logotipo claro en cada unidad; instalar barras de contadores; esquema de caja común; reestructuración de las rutas y bases para resguardar unidades.
Insisten en la autorización de un incremento a $4.50 pesos en el corto plazo y $5.00 al mediano plazo, en una fórmula desgastada: la promesa de mejorar el servicio con unidades seminuevas y nuevas, burla que han hecho a las anteriores autoridades municipales, al menos en los últimos trienios.
Revisando periódicos anteriores, usted puede confirmar que todo empieza en negociaciones entre los líderes y autoridades; continúa con varias reuniones de discusiones estériles y se pasa a las amenazas de los unos, que aplicarán la Ley y los otros, que suspenderán el servicio y tomarán la Presidencia.
Luego de más juntas y alegatos, los prestadores del servicio aceptan mejorar en cuanto les autoricen el incremento del pasaje, promesa que jamás cumplen. Finalmente se alargan los plazos con más encuentros y declaraciones, terminando el período de la Administración municipal en turno, debiendo esperar a las nuevas autoridades electas para reiniciar el proceso y repetir el engaño a la sociedad.
Esperemos que en esta ocasión no se dé el bochornoso fraude cometido sistemáticamente por los líderes del trasporte público de Torreón, sin duda el más malo –con mucho– de toda la República Mexicana, que se da gracias a la complicidad y/o incapacidad de las autoridades municipales.
Lo invito a que se atreva a hacer un viaje de aventura y luego de la experiencia, a que nos solidaricemos con los que no pueden sostener un vehículo propio y que hagamos cuentas en salarios mínimos, el gasto que representa para un padre de familia desembolsar el costo de su pasaje y el de sus familiares –hasta cinco personas, dos o más viajes al día–; por último, a que estemos atentos y brindemos apoyo a la autoridad municipal, si es que ésta se decide a romper el esquema vicioso, aprovechar los casi cuatro años que les quedan por delante y a cumplir promesas atendiendo las necesidades de la población más desprotegida; de paso, empezar a sumar simpatía ciudadana.
ydarwich@ual.mx