El sexenio del presidente Vicente Fox llega a su fin, en medio de una crisis del sistema democrático mexicano que como tal no ha terminado de cuajar.
Resulta fácil culpar de ello al aún presidente, como se ha ocupado de hacerlo un sector importante de los medios de comunicación, que los últimos años no ha hecho sino expresar su añoranza por los tiempos de la preponderancia del Poder Ejecutivo unipersonal ejercido de manera absoluta, por encima de los otros poderes constituidos y de la sociedad en su conjunto.
A tres meses de la conclusión del sexenio de la alternancia, cabe preguntar cuál de los protagonistas políticos nacionales ha estado a la altura de las circunstancias y la respuesta es contundente: Ni los diputados o senadores al Congreso de la Unión, ni los partidos políticos, ni los dirigentes sindicales, ni los medios de comunicación, etcétera.
Pareciera que la desaparición de la Presidencia Imperial nos hubiera hundido a los mexicanos en una suerte de orfandad que nos mantiene en una confrontación generalizada y nos impide realizar las reformas constitucionales y legales que nos hagan avanzar hacia la consolidación institucional de la democracia plena.
La explicación es fácil; la alternancia que abrió el acceso al poder en forma indiscriminada, alentó ambiciones desmedidas a diestra y a siniestra de pequeños y granes caudillos que por su número y desmesura no alcanzamos a procesar adecuadamente.
Al día siguiente de que el presidente Ernesto Zedillo concluyó su mandato, en las filas del PRI se desató una lucha obsesiva por el control con miras a la recuperación del poder, en la que las malas artes se impusieron sobre el oficio y la experiencia. En el PRD, el extremismo delirante se impuso a la expectativa de la modernización de la izquierda y el resultado llevó a la República al borde del abismo populista y aún la mantiene en vilo.
En Acción Nacional en cambio, la misma debilidad del Ejecutivo que por virtud o por defecto se vio impedido de ingerir decisivamente en la designación del candidato a la Presidencia, a última hora fortaleció los vínculos de dicho partido con los ciudadanos electores que a fin de cuentas optaron por la continuidad del cambio. La debilidad del presidente, fue la fortaleza del PAN.
La acusación según la cual el apoyo de Vicente Fox fue decisivo para el triunfo del Felipe Calderón, se contradice con el propio discurso perredista que en forma sistemática se burló de la presunta debilidad del presidente.
Después del informe quedará un nuevo Congreso integrado en las proporciones determinadas por el resultado de las elecciones del pasado dos de julio que por lógica consecuencia, serán declaradas válidas también por lo que hace a quién será el próximo presidente de la República.
No cabe duda la democracia mexicana enfrenta una crisis que como tal, también constituye la gran oportunidad, tal vez la última, de consolidar nuestra vida institucional.
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