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Un caso aislado

Gilberto Serna

A plena luz del día, dicen los clásicos que realizan la crónica de estos malhadados sucesos. En un tramo de camino, que a las horas que ocurrieron los violentos hechos, debió estar pletórico de coches que van de un lado a otro de las ciudades hermanas de Gómez Palacio y Torreón horrorizando a sus ocupantes. Eran horas en que los laguneros salen de las labores diarias para restaurar fuerzas ingiriendo alimentos. Un auto, a bordo del cual se desplazaban dos jóvenes, fue interceptado en el vado que une a las poblaciones, que va de una orilla a otra del lecho seco del Río Nazas. Al momento no está muy claro cómo ocurrió, cuántos sicarios, se cree lo sean, cuál fue el leit motive, esto es, cuál fue el móvil de los crímenes, pues a resultas los muchachos fueron acribillados y heridos de muerte. Uno presentaba el llamado tiro de gracia, que es fatal por necesidad. Hubo el uso de armas de grueso calibre como el que suelen usar los gavilleros que militan en el crimen organizado dedicados a la venta y distribución de estupefacientes. Lo que hace presumir que se trató de un ajuste de cuentas, que es un término que se usa cuando las mafias dedicadas al narcotráfico se disputan un territorio.

El que mal anda mal acaba, frase con la que se suele dar impunidad a los autores de estos sangrientos hechos, pues, dados los antecedentes, cuando menos uno de los desdichados acababa de salir absuelto después de ser arrestado, se dice, trayendo consigo varias grapas de cocaína, 19 en total dice la nota periodística, permaneciendo detenido e internado en las instalaciones de la Unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo, UMAN, que acababa de abandonar, apoyándose la liberación en que su peso en la báscula era menor al permitido legalmente para consumo personal. Bien, hasta aquí los hechos. Diré que al fin nos ha alcanzado esto que estaba ocurriendo con bastante frecuencia en otras entidades. Se decía que estábamos preparados para evitar la contaminación. La dura realidad es que no. ¿Es culpa de las fuerzas del orden? De manera rotunda también digo no. Hay algo putrefacto en esta colectividad que está produciendo estas devastadoras consecuencias. Es un cuerpo enfermo que está mostrando sus pústulas purulentas. Un joven que cuando contaba con quince años ya era un bravo forajido, a los diecinueve ha sido abatido. Qué pérdida para su familia, qué pérdida para la sociedad.

Lo peor es que en los rostros no aparecen huellas de lo avergonzados que deberíamos estar por nuestra lenidad. La muerte violenta de dos jóvenes apenas produce en ciertos sectores sociales un bostezo para a continuación olvidar el asunto y seguir con las cosas que en verdad interesan: ¿cuánto costará ese lujoso coche?, ¿adónde llevaré a mi familia de vacaciones?, ¿cuánto ganaré en mis inversiones de la bolsa de valores? ¿cuánto obtendré en este negocio? Estamos tan ensimismados en nuestras cosas que olvidamos que somos parte de un cuerpo social. A nadie parece quitarle el sueño que hayan muerto dos jóvenes. Las autoridades del ramo nada pueden hacer para evitar que se repitan estos acontecimientos. Mal preparados, mal pagados, mal armados y pésimamente adoctrinados. A pesar de lo que dicen gobernantes de un lado y otro con los rostros compungidos, que es parte de su chamba, la de hacer creer que las cosas no pasarán a mayores, deploraban el acontecimiento asegurando que se trataba de un evento solitario sin consecuencias futuras. Es un caso aislado dijeron, torciendo la boca, con esa suficiencia que surge de la ignorancia o de quien pretende tapar el Sol con un dedo o, en fin, de quien habla por hablar en un fingido afán de no alarmar a la comunidad. ¿Cuántos casos aislados se necesitan para constituir un todo que ponga un signo de preocupación en los encargados de encontrar a los matones? El narcomenudeo vive sus mejores momentos en la Comarca Lagunera en un auge que deja sumas millonarias a los barones de la droga y a unos cuantos polizontes encargados de perseguirlos, que han vendido su alma a esa causa demoniaca.

Ayer no acababan los laguneros de salir del asombro de ver que sus calles se teñían de escarlata, con la sangre del par de muchachos, cuando llegó la noticia de que una jovencita, emparentado con uno de ellos, había sido encontrada sin vida, arrojada en un muladar. No alcanzo a comprender el porqué de tanta saña. Los autores de estos crímenes saben que no habrá quién les pueda poner el alto a sus desmanes. Saben que la impunidad es su mejor aliado. Destruyen seres humanos convencidos de que no serán reprendidos. Los hechos tenderán a repetirse el día menos pensado en cualquier calle de cualquiera de las tres ciudades. No es un vaticinio surgido de un deseo morboso, es la realidad a la que nos estaremos acostumbrando. Que no nos digan que esto pasó y no volverá a pasar. Mejor reconózcase que cualquier esfuerzo para reprimir hechos de esta misma naturaleza, está condenado al fracaso. Los peces gordos del crimen organizado están planeando su próximo golpe. Otros hechos ?aislados? vendrán hasta que, como decían los antiguos habitantes de estos lares, estemos curados de espanto.

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