No sé hasta qué punto puedo vanagloriarme de haber sido leído por usted en mi colaboración del fin de semana que acaba de terminar. Le puedo decir que hay en mi alrededor unos duendecillos que volvieron el primer párrafo poco entendible al suprimir algunas palabras esenciales para darle un significado a lo que ahí se escribió. En los medios se le llamaría un gazapo que se define como un yerro que por inadvertencia deja escapar el que escribe o el que habla. No es la primera vez que sucede. No alcanzo a saber si es mi computadora que ha envejecido junto conmigo, actuando por su cuenta pues, quiera yo o no quiera, en ocasiones decide poner acentos, corrigiendo gramaticalmente palabras o incluyendo letras por su propia cuenta. He comprendido que ese es su trabajo, lo peor es que en su chochez, aunque usted no lo crea, borra una o varias líneas sin mayores preámbulos. Un día de estos la voy a dejar que elabore el artículo pues he llegado a creer que lo hará con gran desfachatez y seguramente mejor que el suscrito. Me lleva una ventaja que es la de ser inteligente, si es que eso se puede decir de una máquina.
Menciono lo anterior por lo que le acaba de suceder al presidente quien reconozco es bueno para eso de hacer juegos de palabras aunque en veces desbarra. En una reciente reunión en el puerto mazatleco en que se dirigía a empresarios les dijo, con ese sentido que tiene de exagerar los logros de su Gobierno, que en los hogares mexicanos las familias cuentan ya con aparatos eléctricos caseros que fue enumerando hasta llegar a las lavadoras en que se permitió indicar que ya no había de dos patas. Esto de inmediato provocó una repulsa de las feministas que consideraron una burla o un insulto a su género. Creo que esto dio lugar a que posteriormente ofreciera una disculpa diciendo que no pretendió ofender. Por mi parte lo que creo es que hay una sensibilidad a flor de piel que se acrecienta en estos días en que candidatos de los diversos partidos están saliendo a la palestra pública en busca del consenso popular.
El dicho muy nuestro de que quien se quema con leche hasta al jocoque le sopla sería apropiado citarlo en esta ocasión. Es verdad que Vicente Fox ha tenido sus desaciertos verbales pero no ahora. Las imágenes en la pantalla chica muestran, fuera de toda duda, que se trató de una ocurrencia provocando la hilaridad de la audiencia que aplaudió el humor que derrochó el mandatario quien se reía de buena gana de su propia gracejada. Se vio que ni era la intención, a mi manera de ver el asunto, ni lo que dijo vendría a constituir un vejamen al sexo opuesto. No obstante, diputadas del PRI y del PRD le ensartaron una retahíla de calificativos en que no lo bajaron de patán, misógino, corriente, vulgar, ignorante, ramplón y frívolo. La legisladora priista Malú Micher entre otras cosas dijo al respecto que “ni de broma podemos aceptar así un comentario del presidente de la República”, en tanto Elizabeth Yáñez, de la bancada panista, expresó que se trató de “un comentario coloquial” no dándole mayor importancia, indicando que lo que dijo Fox respecto a bienes que pueden adquirir las amas de casa, iba dirigido a subrayar que “les hacen posible una mejor calidad de vida”.
Lo que sí que de ahora en adelante arreciarán los ataques de un lado y otro, tratando de desprestigiar a los padrinos de los contendientes. El caso de Vicente Fox nadie espera que exprese sus ideas en la tribuna sin caer de vez en cuando en un desliz. Desde luego no es un filólogo ni es lo que se necesita para quien toma las riendas del país. Basta un buen criterio aplicado a la vida diaria con un sentido común. El presidente en ocasiones ha patinado pero, dicho sea en su defensa, lo ha hecho con gran prestancia. Tómese en consideración que desempeñar sus responsabilidades no es una perita en dulce. Bien que se ha dado cuenta de que Los Pinos es la casa del jabonero donde el que no cae resbala. Lo que estará sacándole canas verdes es ver que al interior de su connubio se ha desatado una incontrolable ola de intereses turbios que aparentemente no ha sido capaz de contener. Da la impresión de que eso lo hace rezar, volteando los ojos al cielo, para que su favorito gane a los demás, en la carrera hacia la Presidencia de la República, para que una vez ungido con el mando le cubra las espaldas. En fin, esto no deja de ser un cotilleo de lavadero.