EL SIGLO DE TORREÓN
OAXACA.- ?Bienvenido a la colonia El Paraíso?.
El letrero sobre la carretera a México está todo pintarrajeado. Detrás, bajo un puente peatonal, dos tráilers y un camión-pipa atraviesan la carretera. Detrás, cuatro montones de llantas y vigas de madera arden echando columnas de humo de casi 20 metros de alto.
Bienvenido a la principal barricada de la APPO en las calles de Oaxaca.
Desde ayer a las 11 de la mañana, el rumor. Va la PFP sobre la barricada de Brenamiel, me dijo un dirigente de la APPO usando el nombre familiar de esta zona en norte de la ciudad.
A esa hora, una veintena de jóvenes ya traían las piedras en la mano y juntaban palos, tubos, piedras, botellas de refresco para hacer bombas Molotov y hasta un tanque de gas casero, y se preparan en el espacio de unos 300 metros entre dos barricadas hechas con tráilers y camiones de transporte urbano. El hecho de que no estuvieran quemados significa que la PFP no ha tocado este lugar desde que llegó a Oaxaca el domingo, aunque es el principal acceso a la ciudad, la Carretera Internacional, que llega de México, Veracruz y Puebla.
?Mira, carnal, primero va a venir la avanzada?, me dijo El Alebrije, uno de los ?activos? de la APPO que manejan las barricadas. ?La avanzada no son los vecinos de las colonias, como dicen en la tele, son los golpeadores del PRI. Luego viene la PFP?.
Pero los cálculos no le salieron al Alebrije. A las 12, un contingente de unos 20 efectivos de la PFP se apareció en la barricada del lado norte. Ahora sí, los trancazos.
?¡Ahí vienen los cabrones!?. ?Órale, jálate el carrito?, da instrucciones un joven de unos 20 años a un compañero que empujaba un carrito de supermercado con dos cajas de refrescos retacados de bombas Molotov. Se amarran paliacates en la cara. No ven bien a los policías pero empiezan a tirar piedras. Se oyen unos balazos. Un muchacho de 15 años lanza un petardo. ?ZHHHHH-PUMMMM?. Es uno de los elementos más aguerridos. Como no hay escuela, dice, hay que defender la causa.
Nada pasa, pero haber visto ya a la PFP prende los focos rojos. Llega más gente. A la 1 de la tarde ya había unas 50 personas, hombres y mujeres, la mayoría en sus 20 años, pero algunos que no tenían más de 15. Algunos son vecinos de las colonias cercanas.
Otra vez a prepararse. La espera, la impaciencia que se vuelve angustia. La paranoia: en un momento, uno de los defensores de la barricada grita que ahí viene una tanqueta de la PFP. Era un camión blindado de transporte de valores. Varios se ponen de vigías en el puente peatonal adornado con pancartas: ?Ulises, aborto del diablo?. ?Calderón ya se chingó?.
?¡Un helicóptero!? ?Ahí vienen ya?. Un helicóptero de la PFP empieza a dar vueltas sobre la barricada. Una, dos, tres, cuatro, cinco. Vuela bajo, a ratos se estaciona sobre nosotros.
?¡Acá estamos!? ?¡Chinguen a su madre!?
El vuelo de reconocimiento dura cinco minutos. Termina cuando alguien le empieza a lanzar petardos al helicóptero.
* * *
Hoy es víspera de Día de Muertos. En la plaza de Santo Domingo la APPO ya puso los altares para recordar a 25 personas que han muerto en el conflicto. En una esquina del templo, que hoy abrió unas horas, hay 25 calaveras ensangrentadas, con 25 nombres y en el centro una pistola de cartón derramando un hilo de sangre.
Mañana es Día de Muertos. ¿Quién pone los muertos, la APPO en su rigidez o el Gobierno en su indiferencia?
Mientras la APPO resguardaba su barricada, en el otro extremo de la ciudad el comité estatal del PRI se reunía. ?Se acabó la paciencia?, dijo Héctor Ramírez, dirigente estatal. Promete movilizar a 20 mil priistas para limpiar las calles. ?Con Ulises hasta donde tope?, repiten los priistas, enojados porque la PFP nada más ha tomado el zócalo y pocas partes de la ciudad, pero no entró con la fuerza que el PRI hubiera querido para destazar el movimiento.
* * *
La barricada de Brenamiel era parte de un gran bloqueo en tres etapas. Desde agosto, era la parte más fortificada de Oaxaca y el domingo la PFP no se atrevió a tocarla, cuando más de 300 personas de la APPO se presentaron a resguardarla. Pero el miércoles en la mañana, la PFP liberó sin ninguna resistencia el bloqueo del edificio del canal 9 de televisión, en el extremo sur, y el de la zona de Vigueras, en el extremo norte.
Pero el miércoles a mediodía sólo quedaba esta barricada y la espera por ver qué sucedía.
La carretera divide una zona de contrastes. Del lado oriente, colonias de clase media baja. Del poniente, el fraccionamiento Brenamiel, de clase media alta. Los une el ansia de que la APPO se largue. Desde agosto tienen que entrar y salir de la zona con papelitos que les daban los manifestantes, indicándoles, como si fueran salvoconductos, indicando la hora en que podrían salir y hasta qué hora podían entrar.
A las 2 de la tarde el grupo de El Alebrije es relevado por otro. Traen motonetas y a ratos salen a dar vueltas de reconocimiento, a ver si ahí viene alguien. Pero la espera frustra, nadie viene. Sólo se oye el rumor del tráfico afuera de la barricada que tiene que darse la vuelta en U.
Hay que matar el tiempo y ya hace hambre, así que un grupo es comisionado para ir al ?Piticó? un supermercado a tres cuadras. Dan lástima los estantes, que no han sido surtidos en una semana. Ya no hay chocorroles ni gansitos, las papitas escasean porque los de la barricada ya se las acabaron. La comisión compradora sale con una bolsa de sabritones y un par de botes de Coca Cola.
Lléguenle a la botana. Y la espera. La impaciencia que se torna angustia. La gente se empieza a calentar, pero unos ya empiezan a jactarse. ?Ya vieron que somos un chingo y que no van a poder?, dice El Morral, otro de los elementos que no quiere dar su nombre.
Llega otro helicóptero. ?¡Acá estamos jijos de su pinche madre!?. Vuela bajo, muy bajo, tan bajo que el petardo que le tiró uno le pasó rozando una llanta. Algunos se alarman, piensan que con esa provocación la tropa se dejará venir y vuelven a encender los fuegos que ya se habían extinguido, para ponerles obstáculos a los policías.
Nada. Más espera. Más impaciencia. Algunos ya se empiezan a ir. La prensa empieza a llegar, el rumor ya cundió. Para los colegas de la prensa, los de la PFP son unos hijos de su tal por cual porque no han llegado. Quieren ver acción. ?Pues ya que vengan?, dice un fotógrafo. Mira, nomás hay como 10 güeyes, la tienen peladita?.
Otro helicóptero, O el mismo, quién sabe, pero es el tercer sobrevuelo del día. Éste dura poco, una vuelta y se va. Como a las 3 regresa otro para otra vueltecita.
Más espera. Mejor me voy a comer. En la comida, con otro reportero, estamos pendientes del reporte de Radio Universidad, la estación tomada por la APPO que transmite información sobre el movimiento. Ninguna mención de la barricada.
A las cinco de la tarde regreso. Ahí están todavía, pero nada más hay unas 15 personas resguardando la barricada. ?Se me hace que ya no se hizo?, dice El Morral, que ahí seguía, con un tubo de acero de metro y medio de largo colgado por la espalda, listo para el combate.
Si buscan la definición de anticlímax en el diccionario hallarán lo que sucedió 10 minutos después. Un contingente de unas 100 tropas de la PFP avanzaba por la carretera, de sur a norte, hacia la barricada. En un instante, todos los defensores del lugar desaparecieron. Nadie tiró una piedra, nadie lanzó una bomba Molotov, ni siquiera un palo. Nadie. Sólo dos incautos se quedaron sin saber qué hacer y fueron arrestados. En cinco minutos, la PFP controló el lugar, movió los tráilers y camiones y puso en su lugar a filas de policías con escudos y equipo antimotines.
Las cajas de bombas Molotov estaban intactas bajo el puente peatonal. Eran 122 botellas con trapos colgando.
La APPO se desvaneció. A las cinco y media, los vecinos se materializaron con bolsas de basura a recobrar la calle perdida hace más de dos meses.
Mariana, que vive en el fraccionamiento Brenamiel, salió con sus hijas, de 9 y 12 años. ?¿Viste el operativo? Estuvo bien bonito?.
Un hombre camina cargando una bolsa blanca. Se llama Antonio Gómez y vive del otro lado, del lado pobre de la carretera.
?¿Me regala un cigarro?, pide. Le ofrezco uno. ?Qué bueno que ya se largaron estos hijos de la chingada?.
Cuenta que vive aquí a dos cuadras y tiene un taller mecánico que lleva seis semanas cerrado. ?A ver si ya puedo abrir, para empezar a ganar algo?.
La lucha sigue. Para todos.
? ¿Ahorita a dónde va?, le pregunto a Antonio.
? A vender una licuadora.