Con la seriedad pintada en sus rostros los primeros dos grupos, de los que conformarán el llamado Gabinete del Presidente, que tomará posesión dentro de unos pocos días, escucharon su designación por boca de quien va a ser su jefe durante el tiempo que les dure el cargo. Al decir esto, no trato de ser ave de mal agüero si no reconocer que al principio de la jornada reciben el nombramiento, más en el documento no se asegura que su participación vaya a durar seis años. De lo que se puede atisbar por entre los visillos de la puerta del despacho del mero trinchón, es que hay, como en estos días en que arrecia el frío, tamales de chile, de dulce y de manteca, es decir, hombres y mujeres que van de las preferencia personales hasta el cumplimiento de los compromisos adquiridos dentro de una fragorosa campaña, aunque alguno parezca tamal mal envuelto. Examinados uno por uno no sería difícil encontrar su origen, que en veces es demasiado comprensible y en otras no lo es tanto. La cosa es que antaño se escogía de entre los amigos a aquellos que reunían determinados requisitos que no siempre era el de que supieran en qué consistía la función que se les encomendaba. La improvisación estaba a la orden del día.
De ahí el éxito o fracaso de las labores que realiza un servidor público, que llega a figurar en la crema y nata de un equipo de trabajo. “Hay que conformarse con lo que hay”, parecería ser el lema. “No puedo aislarme por lo que tengo que satisfacer las recomendaciones de los grupos de poder que necesito para iniciar el camino”. Era la voz de arranque en aquellas viejas locomotoras de vapor que poco a poco se movían, pesadamente, patinando al principio las ruedas en los rieles hasta tomar un paso uniforme, aunque había subidas en que lo inclinado hacía necesario que la tolva soltara la arena que permitía un agarre mayor.. Queda poco espacio para colocar a los más íntimos que si no entienden serán bajados en la siguiente estación, otros arrojados sin ninguna contemplación en plena marcha, algunos lo entenderán otros no. El ejercicio de la función pública vuelve ingratos a los poderosos cuando no perversos. La política es así, acaba con los clubes de amigos que en días pasados celebraban con grandes risotadas al bromista que de pronto se puso serio y exigió respeto. “El que no lo entienda que se baje del furgón, antes de que lo lance por una ventanilla”. En fin, se acabaron los Head Hunters, cazadores de talentos, una verdadera ficción digna de Vicente Fox.
Lo que sí es que cualquiera que fuera la conformación del Gabinete habría críticas por que es casi imposible dejar contentos a todos, menos en un mundo tan complejo como el que nos ha tocado vivir en estos últimos años. Habrá quienes festejen el arribo a una Secretaría de Estado de una persona con la que esperan verse beneficiados, lo que trae a colación los esfuerzos que se han hecho para evitar los jugosos negocios de quienes dentro del propio Gobierno aprovechan su influencia para favorecer a un socio o a sí mismos por conducto de un testaferro. Lo saben los presidentes que han sido, pero tienen las manos atadas por que conviene a sus intereses políticos callar o por que ¡horror! sus familiares también están metidos en el ajo. Otros habrá que tengan pleito jurado con el secretario a nombrar de tal manera que harán hasta los imposible por cubrirlo de oprobio. No olvidar a los que pretenden que caiga este para poner a aquel. Es el juego sucio del poder.
Los que entregarán su despacho este fin de semana se irán sin pena ni gloria. Los silbidos con los que el gran público reprueba una actuación se escucharán estruendosos. Nadie de los nadie los va a extrañar. Más tardarán en subirse a sus vehículos que el pueblo en olvidarlos. Tuvieron la gran oportunidad de servir y sin embargo, hasta donde se sabe, lo único que hicieron fue servirse. Si en este país hubiera justicia hace un buen rato que debieron estar, de menos, sujetos a investigación. Este país solo podrá florecer en un nuevo día, cuando todos los que han ocupado un puesto vuelvan al revés sus bolsillos demostrando que no se llevan nada, ¿o estaré divagando? Dicen, quienes andan en estos menesteres, que el nuevo presidente requiere para legitimarse de tomar medidas extremas como sería el de encarcelar a los saqueadores, por lo que me pregunto ¿habrá un reclusorio lo suficientemente amplio para dar cabida a estos depredadores? No se necesita indagar mucho para encontrarlos, pues no esconden sus fortunas, presumiendo que nadie se atreverá a tocarlos. Nunca han sido llamados a rendir cuentas, ¿por qué habría de ser distinto ahora? Creo que aquí si estoy divagando.