¡Qué lastima! Aquí mismo habíamos escrito de él, de sus facultades, de su forma serena de moverse en la cancha, de su capacidad futbolística que lo hacía mariscal de campo, y ese domingo, por la mañana, repetimos muchas cosas en una plática.
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Nos referíamos a Zinedine Zidane, su clase, su forma de conllevar triunfos y derrotas y sobre todo su ecuanimidad para aceptar los triunfos, notándose que los tomaba con tranquilidad y como algo muy natural para él.
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Y aunque no nos iban a tomar en cuenta dentro de los periodistas que debían dar su opinión sobre el mejor jugador del Mundial, nos pusimos de su lado repitiendo algunas de las muchas cosas buenas que le habíamos visto en esta justa.
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Pero, en el juego postrer, en la gran final, nos falló. Lo seguía Materazzi y algo le decía porque ?Zizou? reviró. Regresó sobre sus pasos y de pronto dio tremendo cabezazo en el pecho del italiano que se desplomó sobre el pasto.
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Y todo lo bueno, en estos casos, como que borra mucho de lo realizado. Algunos comentaristas justifican el hecho, pero no es así, porque hay jóvenes y niños que tienen como gran ídolo a Zinedine Zidane y una estrella debe ser lo más limpia y clara posible.
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No imaginamos a un ?Pelé? en estos arrebatos pues quienes son ejemplo para los demás deben controlar sus emociones. Todos nos alteramos, pero hay que saber contener los enojos y los impulsos en los momentos claves de la vida.