A menos de un mes que se desarrollen las elecciones, los ciudadanos hemos sido testigos de cómo el prometer no empobrece, de esta forma los candidatos no han tenido empacho en lanzar al aire cuanta propuesta se les ocurre, aunque ésta sea poco viable, sino que imposible.
Las promesas van desde el aumento al ingreso familiar, hasta la condonación de pagar impuestos y por supuesto, está la famosa construcción de un tren bala. Ningún aspirante a la Presidencia de la República ha cuidado las formas, lo importante es convencer al electorado.
Desde hace mucho tiempo la clase política vive en la impunidad por la “declaracionitis”. Este fenómeno que se presenta a lo largo y ancho del país, se refiere a esa tentación de prometer acciones inviables, con el único objetivo de llegar al poder. Ya instalados en el mandato, los políticos olvidan sus promesas y por desgracia también el electorado, de ahí que no exista un castigo por los compromisos incumplidos.
La poca memoria ciudadana ha sido el factor determinante que nos ha impedido convertirnos en una verdadera democracia, donde la voz del pueblo realmente sea escuchada. De esta forma hemos sido testigos de campañas donde abundan los gestos y escasean las propuestas.
En Europa y Estados Unidos la participación de la sociedad es determinante en la toma de decisiones de las autoridades. Dicha participación se da a través de las Organizaciones No Gubernamentales, donde se agrupa a personas con intereses homogéneos y ofrecen un espacio para maximizar sus objetivos personales y comunitarios.
En México la sociedad comenzó a organizarse sobre todo después del terremoto de 1985, donde ante la incapacidad del Gobierno de Miguel de la Madrid para atender a las víctimas, fueron los ciudadanos quienes tomaron la iniciativa para rescatar cuerpos y distribuir la ayuda.
Sin embargo, el “despertar” de la sociedad civil ha sido muy lento, de ahí que todavía suframos por campañas electorales donde la forma sustituye al fondo y la guerra sucia desplaza el debate de las ideas.
Es más convincente para al electorado ver al candidato “darse baños de pueblo”, como comer tacos en una esquina o tomarse la foto con la Selección Nacional, que el conocer a fondo las propuestas.
Después de tantos años de vivir gobernados por el PRI, nuestro despertar como sociedad civil ha sido silencioso. Las elecciones de 2000 fueron el gran ejemplo de cómo la participación de los ciudadanos puede mover barreras y lograr lo que parecía imposible. ¿Alguien se atrevía a vaticinar la derrota del candidato oficial Francisco Labastida Ochoa?
Por desgracia nuevamente las promesas incumplidas, ahora de un presidente emergido de Acción Nacional, han generado el desánimo e inhibido la participación ciudadana. De esta forma es común escuchar la expresión: “para qué voy a votar si siempre es lo mismo”, “todos los políticos son iguales”, dichas frases lo mismo las repiten jóvenes que adultos.
Los tiempos que corren nos obligan a vigilar el actuar de los políticos, a elevar nuestra participación como ciudadanos para que así el poder público se abra y transparente su desempeño. Finalmente se trata de que el Gobierno cumpla con sus obligaciones.
Un buen ejercicio para fortalecer el músculo de la participación ciudadana es salir a votar el próximo dos de julio, para que más allá de intereses partidistas, logremos vencer el fantasma del abstencionismo.
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