No me queda la menor duda de que el Gobierno que encabeza George W. Bush o los que colaboran con él o unos y otros, están perdiendo la cabeza, a lo que bien podría denominarse paranoia, al tomar drásticas medidas nunca vistas en contra de los indocumentados que cruzan la frontera desde México, incluyendo a los que ya residen en ese país. Lo cual demuestra palpablemente el grado de enajenación mental al que han llegado, que literalmente ven moros con tranchete o sea en cada extranjero a un Osama bin Laden dispuesto a realizar actos de terrorismo. Y ni siquiera eso. Su chovinismo es de tal naturaleza que construyendo murallas se apartan de nosotros como si fuéramos a contagiarlos de un mal incurable. Ven a nuestros connacionales peor que a leprosos en los tiempos de Jesucristo. Los aceptan si están conformes con convertirse en carne de cañón en sus aventuras imperialistas dirigidas a exterminar a quienes les obstaculizan apoderarse de riquezas petroleras. En ese caso, la soldada consiste en una bandera con barras y estrellas puesta encima de un ataúd, en un regreso sin honor. Es cierto que ya desapareció del exterior de los restaurantes el injurioso letrero de no se admiten mexicanos, pero lo que no se ha esfumado es la irracional xenofobia hacia los que se atreven a cruzar su frontera.
Me quedé paralizado, perplejo y atónito al leer que los ciudadanos estadounidenses Shanti Sellz y Daniel Strauss están siendo juzgados por felonía al haber brindado ayuda humanitaria a tres indocumentados mexicanos que estuvieron a punto de morir en el desierto de Arizona. Ellos forman parte de la organización humanitaria No Más Muertes. Fueron interceptados Sellz y Strauss, por elementos de la patrulla fronteriza cuando se desplazaban a bordo de su automóvil llevando a un hospital a tres indocumentados que presentaban un deplorable estado de salud, que habían estado a punto de morir en el desierto de Arizona. Estos activistas, junto con otros 300 miembros de diversas organizaciones no gubernamentales, el pasado año ofrecieron ayuda a cerca de cuatro mil ilegales. Benditos sean. Esto irrita al Gobierno de Bush pues está encorajinado, vaya usted a saber por qué. Lo lógico, de acuerdo con su manera de pensar, es que a los ilegales debió dejárseles perecer por inanición.
Lo que ha trascendido es que para los patrulleros fronterizos es lícito disparar a matar contra “polleros”. Lo interesante es ¿cómo puede discernir el guardia cuando un joven es “pollero” y cuando es simplemente una persona que no tiene papeles? El “pollero” en el momento en que es interceptado no trae un gafete que lo identifique como “pollero”. Tampoco usa uniforme que lo distinga de los demás jóvenes a los que acompaña. A menos que por la hedentina que desprendan sus axilas ofenda el olfato del patrullero que logra saber: este es “pollero”, come cebollas, este otro no. Es después, siguiendo un procedimiento que comprenda las huellas dactilares, cuando una vez detenido se sabrá si es o no es un “pollero”. El policía fronterizo que disparó el arma letal no podía saber que tenía delante de si a un pollero. El disparó y la bala expansiva cumplió su cometido. Ahora que suponiendo que el joven de alguna manera se hubiera manifestado como profesional en la introducción de migrantes al suelo americano ¿es eso bastante para que le descerrajaran un certero tiro? ¿Están condenados a muerte, sin juicio previo, todos los que se dedican a ese malhadado oficio? Hemos de pensar que en la tierra de la democracia las normas que protegen los derechos humanos de las personas son letra muerta.
El agente que hizo el disparo, se dice, es de origen mexicano, adscrito al sector San Diego. -¿Será verdad?- Su nombre, señalan, es Faustino Campos. Esto lo informó un directivo de la corporación. Estableció que había sido separado de sus funciones para dedicarlo a tareas administrativas. En fin ¿qué se puede hacer? La cancillería mexicana envió una nota diplomática que dará lugar a una repuesta del Departamento de Estado. En el ámbito diplomático es lo más fuerte que se puede hacer, dice el vocero de la Presidencia. Los medios harán lo suyo. Es obvio que no declararemos rotas las relaciones, a manera de sanción. Un muerto hoy y mañana otro, y pasado otro, no es motivo suficiente. Bien, no más muertes, pero si las hay les seguiremos enviando notas diplomáticas aunque no produzcan mayores resultados que una risa sofocada de quien sabe que sí podemos hacer algo más, pero que no nos atrevemos. Estoy por creer que Vicente Fox lo menos que desea es que George W. Bush se sulfure, aunque haya demostrado ser un redomado racista.