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Una amnistía con muchas consecuencias

Juan de la Borbolla R.

No hay sorpresa en la gran capacidad investigadora y crítica de ese periodista, conocedor profundo de la realidad nacional que es Jorge Fernández Menéndez. De sumo interés resultó su columna publicada el pasado 29 de agosto en las páginas editoriales de Excelsior, titulado El EPR y sus estrategia oaxaqueña, en que llega al meollo de la crisis que tiene en jaque la economía y la convivencia de ese precioso estado sureño que es Oaxaca y por lo que vale la pena transcribir directamente entrecomillados algunos de sus más importantes párrafos. Independientemente de los conflictos que más recientemente provocaron la escalada de violencia y agresión que desde hace ya varios meses afectan sobre todo a la antiguamente conocida como ciudad de Antequera y que para muchos se limitan a ese conflicto magisterial de la sección 22 del Sindicato de trabajadores de la educación, que cíclicamente en los meses de mayo suspendía clases y hacía reclamos agresivos, Fernández Menéndez ubica el nucleo del problema estatal con repercusiones en el ámbito nacional en el hecho de que el antecesor del ahora tan denostado Ulises Ruiz: “el ahora diputado José Murat, encabezó uno de los gobiernos más cuestionados, autoritarios y corruptos de las últimas décadas, un gobierno jalonado por incidentes como el autoatentado de Murat, la ruptura de los consensos sociales básicos y por un hecho que es determinante para lo que estamos viviendo en la actualidad: la amnistía disfrazada que otorgó Murat a todos los dirigentes del EPR presos luego de los ataques armados de esa organización en Tlaxiaco y la Crucecita, Huatulco, en 1996. Recordemos que allí estaba la verdadera dirección del EPR, sus cuadros más experimentados y con una red social más amplia: controlaban un municipio, tenían una sólida inserción en la sección 22 del magisterio y contaban con una estrategia muy definida de guerra popular prolongada (GPP). La derrota que sufrieron en el 96, con la desarticulación de prácticamente toda su estructura en Oaxaca, de la mano con las escisiones de grupos más aventureros que dieron origen al ERPI, entre otros, los había dejado sin capacidad operativa. La amnistía (no sólo la de Murat, sino también la que otorgó el gobierno del DF a cuadros que ahora son claves en la rearticulación de todo el movimiento como Ana María Vera Smith) no sólo se las regresó por completo, sino que les permitió modificar sus tácticas siguiendo el mismo patrón estratégico de la GPP. “La GPP está basada en tres frentes: el partidario, que corresponde, en este caso, al llamado Partido Democrático Popular Revolucionario, el ala militar conformada por el EPR y el frente amplio que se representaría con bastante precisión en lo que hoy es la Alianza Popular por el Pueblo de Oaxaca (APPO). En el 96, cometieron el grave error de culminar la primera fase de la operación, consolidando una estructura relativamente confiable y con muchos recursos provenientes de distintos secuestros (como los Joaquín Vargas, Alfredo Harp y Angel Losada), pero lanzaron ataques militares que demostraron su debilidad en ese sentido, los aislaron de la población y dejaron al descubierto a muchos de sus operadores”.

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