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Una bomba de tiempo/Actitudes

José Santiago Healy

El presidente George W. Bush no ha podido sacudirse de los terribles efectos políticos de la guerra de Irak.

Al cumplirse tres años del inicio de las hostilidades abundan las críticas a su régimen, que por cierto se encuentra en el nivel más bajo de aprobación a cinco años de gobierno.

Bush logró derrocar y detener al dictador Saddam Hussein, pero el costo social y económico es altísimo.

Los norteamericanos no le perdonan al mandatario de origen texano su manipulación en torno a las armas químicas ni la prolongación de la guerra a causa de una virulenta insurrección.

Tampoco aceptan pagar a través de la gasolina un impuesto tan caro que por esta guerra desató una escalada de los precios de los combustibles desde 2003.

Para colmo Irán se ha convertido en una nueva amenaza nuclear para Estados Unidos y el mundo, situación que provocó un nuevo disparo en los precios del petróleo por encima de los setenta dólares por barril y de las gasolinas a un promedio de tres dólares por galón.

Para el norteamericano medio resulta difícil concebir esta locura de precios. En diciembre de 2001 la gasolina costaba 1.20 dólares por galón y hoy en día, cuatro años después, hay que pagar tres dólares, es decir de cuarenta a setenta dólares por un tanque de gasolina.

En California se calcula que en esta semana se romperá el récord en el precio promedio de gasolina de 3.03 dólares por galón que fue impuesto el nueve de septiembre de 2005.

Las razones son muchas. La primera es la especulación internacional que ha sido una bendición para las corporaciones petroleras de las que Bush no es ajeno. La Exxon obtuvo en 2005 una utilidad histórica de 36 mil millones de dólares, gracias a esta escalada.

La segunda razón es el déficit de millones de galones diarios de gasolina. Sólo en California hay un faltante diario de dos millones de galones, cantidad que no ha podido ser cubierta a raíz del huracán Katrina que afectó los pozos petroleros del Golfo de México.

Finalmente la razón más difícil de resolver es el galopante derroche de gasolina que realizan los norteamericanos día tras día.

En California existen 22 millones de conductores registrados, -la inmensa mayoría- viajan solos todos los días por las autopistas. La práctica del “car pool” cayó en desuso.

Para colmo la compra y uso de los Vehículos Deportivos Utilitarios (SUV, por sus siglas en inglés), ha crecido pavorosamente y con ello el consumo de gasolina.

Una revista automotriz da cuenta de más de 50 modelos de estas camionetas deportivas que dan un rendimiento desde las 11 millas por galón (Hummer) hasta las 17 millas en el caso de modelos Ford, Chrysler y BMW.

Una reciente medida tomada por las autoridades del transporte obligará a las compañías automotrices a elevar el rendimiento a más de 20 millas por galón de los SUV, pero ello tardará en concretarse varios años.

Mientras los autos con motores híbridos, mitad batería y mitad gasolina, comienzan a popularizarse, pero todavía sus modelos son escasos y sus precios elevados. Uno de los más baratos es el Prius de Toyota que rinde 52 millas por galón a un costo de 22 mil dólares.

Existen dos soluciones posibles para frenar esta peligrosa escalada de combustibles. Una que George W. Bush detenga la guerra de Irak y la otra que los norteamericanos “se pongan las pilas” y adopten medidas enérgicas para ahorrar combustible como en los años setenta.

De lo contrario los precios seguirán en aumento y con ellos estará en riesgo la permanencia del presidente Bush en la Casa Blanca y la estabilidad económica internacional.

Comentarios a jhealy@diariosandiego.com

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