Desde hace varios años se viene alertando de la sobreexplotación que actualmente sufren los mantos acuíferos de la Comarca Lagunera. No obstante, muy poco se ha hecho para contrarrestar el fenómeno.
Según el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), la tasa anual de abatimiento de los mantos freáticos es de 2.5 metros cuadrados. Por su parte, la Comisión Nacional del Agua (CNA) estima que del acuífero principal son extraídos sin recuperarse alrededor de 570 millones de metros cúbicos anuales.
La razón de este problema se encuentra en la vocación económica de la región: la agroindustria, la cual consume el 80 por ciento del recurso hidráulico para las 40 mil hectáreas destinadas a cultivar la alfalfa necesaria para los cinco millones de litros de leche diarios que produce. Este dato contrasta con el porcentaje del líquido destinado para el consumo humano, apenas el 15 por ciento.
El dilema para los ambientalistas es evidente: o La Laguna produce leche para el resto del país con el riesgo de que se agote el agua para la población, o se fija un precio al líquido para, de esta manera, eficientar su uso.
Aunque no existe un estudio preciso que hable de la disponibilidad de agua en la zona que permita proyectar una fecha en la que el desabasto pueda hacer crisis, no se necesita ser un experto para deducir que, con el actual nivel de sobreexplotación, en una región semidesértica, en la que llueve muy poco y el ciclo de recarga de sus acuíferos se ha visto interrumpido por las presas, el líquido va a terminarse algún día.
La gran incógnita que aparece entonces es: ¿qué va a suceder cuando ese momento llegue? Mucho tenemos que aprender de la Historia. El investigador del CENID-RASPA, Ignacio Sánchez Cohen, en su texto Fundamentos para el Aprovechamiento Integral del Agua, nos dice que todos los grandes levantamientos armados desde la Conquista, “no hay excepciones”, fueron precedidos por el desabasto del líquido.
