EL SIGLO DE TORREÓN
OAXACA, OAXACA.- El pánico no llega en serio hasta que una bomba Molotov cae a tus pies. No la ves venir, ni siquiera la oyes caer, entre el estruendo de los petardos, los gritos y los motores de las tanquetas. Sólo sientes el flamazo, sueltas una maldición y echas a correr.
El susto se diluye rápido con la adrenalina. Pero sólo los que se preguntan qué diablos estoy haciendo aquí lo sienten. El pánico no lo sienten los que están del otro lado, no los 200 jóvenes y adultos, hombres y mujeres y hasta niños de 12, 14 años, que resisten al ?invasor?, a la Pefepé.
Son los que llevan desde junio, más de cuatro meses, bloqueando la Avenida Universidad, el principal acceso a Ciudad Universitaria, que ayer intentó ser tomado por la Policía Federal Preventiva.
Son los que ayer, Día de Muertos, se prepararon desde la mañana con piedras, cohetones y bombas Molotov, prendieron fuego a seis camiones, cuatro de transporte, uno de carga y uno de basura, y fortificaron las barricadas a ambos extremos de la avenida en espera de la PFP, que venía sobre el último bastión de la APPO en las calles de la capital oaxaqueña.
De un lado, el centro comercial de la Soriana, donde todas las tiendas están cerradas; del otro, la glorieta de los Cinco Señores, en la avenida Eduardo Mata. La distancia de más de 500 metros se convertiría en un campo de batalla.
La PFP llegó temprano sólo a vigilar, mientras un estudiante, miembro de la APPO, los arengaba trepado en la carrocería desvencijada de un vocho medio quemado. ?En sus uniformes no pueden ocultar que son zapotecos, yaquis, huicholes?, le decía a los policías que miraban impávidos tras sus escudos.
Llega el rumor de que la PFP estaba del otro lado de la avenida, del lado de la Soriana. Todos corrieron para encontrarse con una muralla de unos 100 policías que esperaban la orden.
A las diez y media comenzó la batalla. Volaron cohetones del lado de la APPO y cápsulas de gas lacrimógeno del lado de la PFP. Aparecieron botellas de agua y frascos de vinagre para aliviar el ardor en la cara, los ojos, la nariz, la boca, la garganta. Más gases, más petardos. Más humo. Olor a pólvora. Un grupo de chavos que jugaban futbol en un campo frente a la universidad se mete en la bola a tirarle piedras a los policías, que recogen las piedras. No tienen más de 16, 17 años. La Policía mejor entrenada del país recoge las piedras y las tira hacia los manifestantes, un gran juego de volibol.
La APPO hace retroceder a la Policía, que luego tira unos gases lacrimógenos y hace retroceder a la APPO. Adelante, atrás, adelante, atrás, un baile caótico.
A las once y cinco la APPO expulsa a los policías. ?¡Huyen, compañeros!?
Por ahí aparece Flavio Sosa, el inefable líder de la APPO. Gordo de pelo largo, barbón, viste todo de negro. ?Cohetones, Flavio, necesitamos cohetones?. ?Espérate carnal, se acabaron pero ya fueron por más?.
Flavio coordina la reconstrucción de la barricada y hasta ayuda a voltear una estaquitas Nissan medio quemada que la PFP había quitado. Un grupo quiere voltearla para un lado; otro grupo para el otro lado. Ni en eso se ponen de acuerdo.
El júbilo dura 15 minutos. Un helicóptero sobrevuela la zona y a las 11:30 la PFP regresa. Los 100 policías se han multiplicado a unos 400 hombres apoyados por seis tanquetas que tiran chorros de agua mezclada con esencia de chile piquín, un arma indiscutiblemente mexicana, muy efectiva. El picor es intenso. Combinado con el gas lacrimógeno, es insoportable. Combinado con el humo de los camiones quemados es irrespirable.
Lo que sigue es confuso, como cualquier batalla. Humo, mucho humo. Explosiones, muchas explosiones. Confusión, mucha confusión. Acelere, mucho acelere.
Los manifestantes se dispersan. Unos se refugian en Ciudad Universitaria, a donde la PFP no tiene orden de entrar. Otros corren por las calles aledañas, por las banquetas en escombros, junto a casas y comercios cerrados a piedra y lodo. Hasta allá van las tanquetas, irrumpiendo en las calles estrechas de lo que, en otro momento, debió ser un vecindario apacible. Con el agua y el chile piquín también van regando las macetas de los porches y los balcones.
* * *
El pánico llega en serio hasta que ves a un fotógrafo caer herido a metro y medio de donde estás, alcanzado por los clavos de un petardo que le llegan a la espalda, el brazo y el torso derecho. Uno se le incrusta en el pecho. Habías estado resguardado junto con él en la entrada de una casa. Salen juntos detrás de una tanqueta, según esto por protección, pero aquí no hay protección. De repente cae y empieza a sangrar.
La PFP logró limpiar el extremo sur de la avenida, del lado del centro comercial. Cuadrillas de voluntarios del PRI local comienzan a recoger los escombros. Vidrio, metal, palos, madera, carrocerías, llantas, ceniza. Un comandante ya anda diciendo que la operación fue un éxito, que liberaron la calle.
La PFP toma el lado norte, los principales accesos de la universidad. Del otro lado de la barda, en la esquina de avenida Universidad y calle Reforma Agraria llueven petardos, botellas de bombas Molotov. De este lado, la Policía lanza agua, cápsulas de gas. La guerra es ciega porque nadie se puede ver con la barda en medio.
Un policía joven, no debe tener más de 25 años, dispara desesperado su subametralladora MP5 al aire. Se oyen seis disparos. Su jefe lo regaña. ?¡No dispare cabrón!?
Unos manifestantes sacan un camión de pasajeros por la calle Reforma Agraria. Lo quieren chocar con una tanqueta pero retroceden y prefieren prenderle fuego. La columna de humo se alza imponente. Se oyen unos balazos, no se sabe de dónde vienen.
Las doce del mediodía. Una hora de combate. El gas pica, se cuela por la nariz, la boca, lo sientes en la garganta, los pulmones. Toses, no lo puedes expulsar. Traer pasamontañas o una bandana amarrada en la cara no es sólo una moda revolucionaria. Es algo muy útil.
Los proyectiles vuelan. El pánico llega en serio cuando una cápsula de gas lacrimógeno pasa por encima de tu cabeza.
Los petardos que lanzan los manifestantes son peores. Traen vidrios y clavos. Vas a un lugar donde piensas que estarás seguro y de repente algo te cae al lado y sales corriendo a buscar otro lugar donde piensas que estarás seguro hasta que te vuelve a caer algo. Y sales corriendo. De un lado a otro. En una de ésas, quedas entrampado entre policías y los manifestantes que se aventuran a salir de la universidad.
Una de la tarde. Siguen los cohetones y las bombas que chocan contra las tanquetas esparciendo el fuego, agua y chile. Explosión-silencio-chorro-explosión-chorro-fuego-silencio-explosión. Una metralla de sonidos.
Una y media de la tarde. Van dos horas y media. Tres reporteros y 10 policías heridos. Los policías que cargan a un compañero herido gritan a los fotógrafos. ?¡Vengan, vengan!? Para que saquen fotos, para que el mundo vea lo que hacen los manifestantes. Imposible saber, detrás de la barda, cuántos heridos hay en la APPO. Al final se reportan 25.
Los postes caídos, las banquetas en ruina y las carrocerías destruidas dan testimonio de esta zona de guerra.
Pero hay un problema. A las tanquetas se les acaba el agua.
* * *
Dos de la tarde. Empieza la retirada. Más y más de la APPO salen de la barrera protectora de la universidad para enfrentarse a la Policía, a la que le llueven las piedras y retrocede hasta la glorieta de Cinco Señores, en el lado norte de la universidad.
La APPO logró recuperar el otro extremo de la avenida, cuando la Policía que lo resguardaba se fue a apoyar a los del otro lado. Pero no resistieron mucho. La orden de retirada debió haber llegado porque los policías empiezan a gritar ?¡Para atrás, para atrás!?
Más gente se deja venir del otro lado. Más piedras y cohetones. Piensas que estás a distancia segura hasta que las ves caer al lado tuyo.
La PFP retrocede, y tú con ellos. En la glorieta hay una gasolinera, y entonces te das cuenta. No es el mejor lugar para quedar entrampado en una lluvia de cohetones y bombas Molotov.
La PFP se topa con otro contingente de la APPO del otro lado. Otra trampa. Más camiones incendiados, más piedras. Los policías logran abrir paso por una avenida y se van, dejando sólo una valla humana.
Hubo 39 arrestos. Entre ellos, Jaime Gaspar Ruiz, Juan Alberto Vásquez, José Antonio Félix Domínguez. Los nombres no significan nada, no son líderes de la APPO ni nada. José Antonio tiene 14 años, pero tiene una de las miradas más aguerridas que has visto.
* * *
Dos y media de la tarde. El júbilo en la barricada que se alza de nuevo. ?Oaxaca no es cuartel, fuera ejército de él?. ?Repudio total a la fuerza federal?. La APPO festeja su victoria. Las piedras oaxaqueñas se han cubierto de gloria.
?Está bueno el triunfo de Oaxaca?, dice Ángel Solórzano, estudiante de derecho de la Universidad Autónoma Benito Juárez, resortera en mano. ?La PFP no puede con nuestras piedras?, festeja mientras se quita la bandana de la boca.
Un helicóptero da vueltas arriba, dejando caer botes de gas pimienta. ?¡Órale cabrones, vénganse!?, gritan desde abajo y les hacen señas.
?¡Ganamos compañeros!? ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!?
Pero otros aconsejan prudencia. ?Todavía no ganamos compañeros, ganaremos hasta que se larguen de Oaxaca?.
Por hoy, Ciudad Universitaria está recuperada para la APPO. Radio Universidad festeja. ?Regresen a la universidad, compañeros, la hemos salvado?, dice un locutor.
Hombres y mujeres, desde ancianos hasta niños, se acercan. Unos festejan la retirada de la Policía. Otros están enojados porque, ahora que la PFP ha sido vencida, sienten la tristeza de que Oaxaca no tiene solución.
Al ganador van los restos de la batalla. Un grupo de 20 chavos encapuchados llega a la gasolinera a saquearla. Se llevan los botes de aceite y anticongelante, pero lo más valioso es la máquina de Marinela y la de Coca Cola. A la primera le quiebran el vidrio. A la segunda la destazan a martillazos.
?¡?Pérense compañeros, no se avoracen!? Pero todos van tras la Coca, tras el gansito. Ya casi son las tres. Fue una larga mañana de batalla y ya hace hambre.