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Una pasión desmedida/Historias del absurdo

Luis Guillermo Hernández Aranda

Pareciera que la carrera de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República ya nadie la detiene. El tabasqueño se mantiene a la cabeza de las encuestas y se da el lujo de rechazar los debates como foro para convencer al electorado. En su lógica, él no debe participar en este ejercicio democrático porque considera que ya ganó las elecciones cuando faltan más de tres meses para el dos de julio.

Andrés Manuel López Obrador representa un “rayo de esperanza” para todos aquellos que se encuentran desilusionados de 70 años de gobiernos priistas y a los cuales el “cambio” los dejó insatisfechos, por lo que tampoco se entusiasman con Felipe Calderón Hinojosa. Pero a pesar de la desilusión, estas personas mantienen la fe de tener un mejor Gobierno, es de este anhelo, por demás válido, que se aprovecha Andrés Manuel para posicionarse. Ninguno de sus fieles seguidores es capaz de decir cómo el tabasqueño va a transformar el país, porque simplemente no lo ha dicho, sin embargo, para ellos no es importante. La forma se impone al fondo.

De esta manera es más redituable lanzar consignas al aire contra el priismo, contra Carlos Salinas de Gortari, contra el PAN y el foxismo, para así canalizar la frustración de un pueblo que cree en la promesa de una mejor distribución de la riqueza y la generación de empleos, aunque hasta el momento el tabasqueño haya omitido el cómo.

La actitud que mantiene actualmente el candidato del PRD a la Presidencia de la República es retratada con enorme exactitud por la editorialista Denise Dresser quien escribe: “todas las cosas son posibles para el que cree, dijo Jesucristo. Y Andrés Manuel López Obrador cree que va a ser presidente. Se comporta como si ya lo fuera. Asume que va a ser así. Por eso se le ve tan relajado, tan sonriente, tan cómodo consigo mismo y con su propia piel. Por eso a veces contesta y a veces evade. A veces entra a discusiones de fondo y a veces rehúsa hacerlo. A veces acepta invitaciones y a veces las tira a la basura. En pocas palabras, hace lo que le da la gana porque cree que ya ganó. Y ese es el problema: los seres humanos quizá nunca son tan atemorizantes como cuando están convencidos -sin lugar a dudas- de que tienen la razón”.

Este “halo divino” le permite a Andrés Manuel López Obrador rechazar y evadir las preguntas incómodas. Aficionado de hueso colorado al beisbol, el tabasqueño es especialista en batear a aquellos periodistas que realizan verdaderos cuestionamientos, a él sólo le gustan las preguntas a modo.

El discurso de Andrés Manuel López Obrador ha generado un apasionamiento enfermizo por la política donde no hay cabida para la razón. Por eso los fieles seguidores del tabasqueño denostan con furia contra priistas y panistas, son incapaces de recibir la crítica, ¿cómo los simples mortales han de osar en denostar la figura de aquel que promete justicia social, acabar con la corrupción y la pobreza? Tal ofensa no puede ser más que considerada un pecado mortal.

Vaya es tal el apasionamiento que muchos periodistas han caído en el juego de defender a capa y espada al perredista o bien, atacarlo sin justificación. Un ejemplo de esto representan las ediciones diarias de periódicos como La Jornada y La Crónica de Hoy, el primero se ha convertido en vocero del tabasqueño, mientras que el otro diario tiene como consigna criticar todo lo que huela a Andrés Manuel.

Los extremos son malos, sobre todo cuando las opciones reales de los ciudadanos para elegir un buen gobernante son mínimas. Ningún candidato nos ha dicho cómo va a transformar el país, ninguno marca agenda, ninguno apuesta por los temas importantes. Vaya, en las elecciones de 2000 una buena estrategia de mercadotecnia nos hizo comprar un producto que no fue tan bueno y eficiente como nos lo vendieron.

Por desgracia los mexicanos estamos a punto de cometer el mismo error, en Andrés Manuel no hay sustancia, ni idea (tampoco en Madrazo, ni en Felipe Calderón), sin embargo, según las encuestas estamos a punto de entregarle el país por seis años a una persona que ha utilizado la demagogia y los discursos incendiarios para convencernos y lo peor es que lo ha logrado.

lharanda@elsiglodetorreon.com.mx

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