En nuestra entrega anterior hicimos referencia de que al parecer algunos funcionarios hacendarios, salientes y posibles entrantes, han dejado ver su disponibilidad para considerar variaciones a la estrategia macroeconómica aplicada ya desde hace mucho tiempo, la cual se ha caracterizado por dar prioridad a la estabilidad macroeconómica a toda costa, limitando ésta a un nivel inflacionario lo más bajo posible, similar al de Estados Unidos, y finanzas públicas equilibradas.
Cabe mencionar que históricamente la estabilidad económica no siempre se ha entendido así, en ese sentido tan estrecho, por más que los encargados de la economía en los últimos años quieran presentarlo como el único; antes del Consenso de Washington, la estabilidad incluía además generar las condiciones para el empleo y el crecimiento económico.
Las múltiples y crecientes críticas a esta forma de manejar la economía, junto con la llamada de atención que han significado los resultados electorales, han hecho que los promotores de la ortodoxia, como lo mencionamos, reconsideren esta postura dogmática. Es así como vienen reconociendo que la estrategia aplicada le ha quedado a deber al crecimiento y al bienestar social, afirmando que la estabilidad macroeconómica es una condición indispensable para el crecimiento, pero en los hechos han dejado que éste sea impulsado, como de manera mágica. No se han movido de su visión administrativa-contable de la política fiscal para promover aquel.
Así, hemos destacado las declaraciones de Agustín Carstens haciendo referencia a la importancia de mantener un manejo prudente de las finanzas públicas, pero reconociendo también la urgencia de darle mayor flexibilidad al gasto con el objetivo de hacer frente a las grandes necesidades que enfrenta la mayoría de la población, así como a la infraestructura productiva.
Hay un amplio consenso entre los analistas de distinto signo de que se dará a la continuidad a la estabilidad, esa fue la apuesta de campaña de Calderón, no hay sorpresa en buscar el mantenimiento de los aspectos básicos y fundamentales en materia finanzas que permitan una sustentabilidad de la política fiscal a largo plazo. Pero también hay una amplia expectativa por ver como se conjuga la estabilidad con los otros de los objetivos de la política fiscal y que apuntan a la posibilidad de utilizarla como un mecanismo contracíclico, algo que se viene comentando desde hace ya un buen tiempo.
Los economistas destacan que la importancia de una política contracíclica es mitigar los efectos negativos del ciclo económico buscando suavizar las fluctuaciones económicas. Esto es, trata de evitar fuertes caídas en el producto durante recesiones, así como distorsiones innecesarias durante las expansiones.
En lenguaje llano, en una política pro-cíclica quiere decir que el gobierno está aplicando medidas que van en el mismo sentido de la economía, de manera que si ésta está estancada entonces dichas medidas van a tender a agudizar el estancamiento o a provocar que el ritmo de crecimiento todavía sea menor. Por el contrario, en una estrategia contraciclica, la idea es aplicar instrumentos para contrarrestar la trayectoria descendente, o muy lenta, del crecimiento.
Cómo usted sabe, el crecimiento promedio de nuestra economía en los últimos seis años, estuvo muy por abajo del siete por ciento a que se había comprometido el Gobierno saliente. El que está por iniciar no ha establecido un compromiso numérico pero si han hablado, reiteramos, de la necesidad de hacer cambios a la estrategia para reactivar el crecimiento y por ello se ha abierto la expectativa de una política contraciclica y se comienza a discutir su pertinencia.
Cabe mencionar que en México ya ha habido experiencias sobre la aplicación de este tipo de políticas, después de la gran recesión del siglo pasado, con resultados variados. Se ha constatado que la posibilidad de éxito de las políticas contracíclicas es mayor cuando la economía no tiene déficits crónicos ni elevados niveles de deuda y por ello se han postulado como premisas básicas. Es muy difícil que las condiciones históricas que existieron en el pasado y que facilitaron la aplicación de estas políticas con éxito, se repitan en la actualidad, porque ni siquiera las finanzas públicas, estrictamente hablando, están sanas. Pero en algo puede ayudar la obtención de un superávit, tradicional, en este año, como resultado de los ingresos extraordinarios del petróleo.
Aquí está pues abierta una de las grandes incógnitas a despejar en el manejo económico. Avanzar en el sentido comentado sin duda alguna introducirá una variante de mucha importancia a la continuidad. Hay tareas.
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