Una vigorosa y extendida consigna recorre docenas de ciudades de Estados Unidos: “Vamos a la marcha”.
Lo mismo en la capital de ese país que en núcleos urbanos de gran importancia para su economía, como Los Ángeles o Nueva York, se han registrado marchas de inmigrantes, en tanto se perfilan ya otras manifestaciones públicas e incluso boicots al consumo de productos estadounidenses, y más aún, la suspensión de actividades para el primero de mayo.
Pero no sólo en las grandes ciudades se han realizado estas expresiones a favor de reformas migratorias y en rechazo a la llamada Ley Sensenbrenner, que pretende criminalizar a quien cruce la frontera en busca de trabajo y sancionar a aquellos que contraten a los indocumentados.
Por cierto, tuve la oportunidad y el privilegio de visitar Santa Fe, Nuevo México, donde por coincidencia presencié una marcha en la plaza principal de esa ciudad, que no por pequeña dejó de participar en la movilización nacional. La protesta abierta, aunque pacífica, de esa localidad contó con una asistencia de cerca de dos mil personas. A la vez, el domingo pasado los inmigrantes marcharon en otros estados, como Iowa y California, culminando con una mega marcha en Dallas, Texas, con casi medio millón de manifestantes.
De igual forma, este lunes recorrieron la avenida principal de Phoenix -considerada ya la quinta ciudad con mayor población de los Estados Unidos-, donde superaron la cifra de la anterior concentración con más de veinte mil personas.
Y es de notar el rápido aprendizaje político y la sensibilidad social de estos grupos, principalmente de la comunidad latina en aquellas tierras, que han moderado la portación de banderas mexicanas, así como sus proclamas; además, decidieron vestirse de blanco y llevar globos del mismo color. Con estas medidas pretenden neutralizar los comentarios de los sectores conservadores, que incluso pudieran llegar a infiltrar grupos de provocadores con el falso pretexto de que los inmigrantes rechazan la bandera estadounidense, así como la historia e instituciones fundamentales de aquella nación.
También, el pasado fin de semana hubo noticias del Senado de Estados Unidos con una propuesta para regularizar a siete millones de indocumentados, aunque no a los once millones de inmigrantes que se pretendía legalizar, pero a fin de cuentas tal iniciativa, de prosperar -lo que aún se ve difícil- podría distender y aminorar la confrontación en la Cámara Baja debido al proyecto de Ley de carácter represivo y hasta impulsar más a fondo programas migratorios.
Con esa visión, quisiéramos creer que se ensancharán las bases para un acuerdo de mayor cobertura, armonía social y equidad.
Mientras tanto, un fantasma recorre a los Estados Unidos: trabajadores inmigrantes con fuerza propia, dignidad, coraje y decisión para ser considerados ciudadanos y no súbditos de un imperio o esclavos del poder económico.
e mail: enlachapa@prodigy.net.mx
www.marthachapa.com.mx