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Venden por pedazos las entrañas del Tungurahua

EFE

JUIVE GRANDE, ECUADOR.- Las entrañas del volcán Tungurahua se venden en un costado del camino al pie del monte, donde la ecuatoriana Gloria Alguiar asegura que las rocas se comercializan “como pan caliente” y que ahora tiene hasta pedidos.

“Yo no espero que me den ayuda ni nada, yo solita me busco el sustento de mis hijos. No le estoy robando a nadie”, anotó la alegre mujer, de 35 años, tras una pequeña mesa donde exhibía roca volcánica del Tungurahua, que hizo erupción el fin de semana pasado.

Aguiar aseguró que con su nuevo “negocio” reúne, junto a su esposo Miguel Morales, dinero para alimentar a sus hijos Lizbeth, de siete años, y Josué, de cinco.

Dependiendo del tamaño, las rocas se pueden cotizar desde 0.25 centavos de dólar hasta 1.50 dólares, en un negocio tan floreciente que ha dejado en segundo plano el pequeño puesto de venta de refrescos, cigarrillos y dulces que atiende desde hace varios años y delante del cual ahora luce la piedra volcánica.

Frente al Tungurahua, en el centro andino de Ecuador y a 5.029 metros sobre el nivel del mar, Aguiar no pudo conseguirse mejor “local” para la venta de las piedras, que baja a lomo de burro desde la zona de Cusúa, donde encuentra el material volcánico aún caliente.

“La piedra caliente se vende como pan caliente”, dijo con picardía la alegre mujer, cuyo relato del “éxito comercial” la lleva a ignorar a sus hijos, que aprovechan el momento para, a sus espaldas, hacerse con chocolates destinados a la venta en el quiosco. Medio día tardan Aguiar y Morales en subir y bajar con las piedras, que les dejan un ingreso diario promedio de diez dólares.

“Cuando cogemos las piedras, a veces están calientes todavía. Cuando la piedra es pequeñita la ponemos en un sombrero y a la grande la bajamos en el burro”, dijo mientras su alegría por las ventas se opaca al recordar sus cultivos de maíz, que quedaron tapados por las cenizas que emite el volcán.

“Ahorita ya me acabé todo, vea, sólo tengo estas piedritas, ya son las sobras, si tenía unas rocas grandotas”, dijo señalando las pocas y pequeñas rocas que aún tenía sobre la mesa para vender y algunas de las cuales no pasaban de los diez centímetros.

Aparte de rocas, en los tres viajes que ha hecho hasta el momento para sacar algunas de las piedras que el Tungurahua ha lanzado desde hace una semana, Aguiar ha bajado del monte sustos y risas. “Estábamos arriba recogiendo las rocas y de pronto hubo truenos, bajamos rápido porque caían las piedras”, contó mientras dejaba ver el susto en sus ojos.

Pero también risas hubo, dijo al interrumpir el atropellado relato de su hijo Josué cuando, inocente, contaba que se llevó “tremendo susto” al decidir orinar sobre una piedra y de ésta salió vapor.

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