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Vicisitudes hidalguenses/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

A dos jóvenes profesores de ciencias políticas de la Universidad Autónoma de Aguascalientes no se les renovó el contrato de prestación de servicios, que suele ser un paso a la definitividad. Uno de los motivos de ese virtual cese consiste en una imputación específica: se les acusa de difamar al actual rector de esa institución y a su antecesor, por malversar los fondos universitarios. Ellos niegan la autoría del mensaje tenido por delictuoso. Esperemos que la situación adquiera sus entornos precisos, y que los académicos (sobresalientes en sus estudios y su desempeño) puedan continuar el ejercicio de su vocación docente.

Es mucho peor la suerte del doctor Pablo Vargas González, que hace más de veinte años ha sido catedrático en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y el martes pasado, como se hace con el invasor de un espacio ajeno, fue echado de su cubículo en el Instituto de ciencias sociales y humanidades, donde es (o era) coordinador de ciencia política o administración. Vargas González es uno de los más distinguidos profesores de la institución, uno de los dos miembros de su claustro pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores (¡sí, leyó usted bien, del personal docente de esa universidad, dominada por la mezquindad política, sólo dos personas forman parte del SNI!).

Por la fuerza, Vargas González fue obligado a salir de su oficina, y a llevar consigo sus papeles y libros. Mario Salinas, administrador del Instituto, tartajosamente esbozó una pretendida explicación del desalojo, vigilado por un agente de seguridad privada: dice el director Adolfo Pontigo Loyola que no cabes en su proyecto. También deslizó que su militancia política (¡es comunista!, se le espetó, como si viviéramos hace medio siglo) y su dedicación a hacer proselitismo causaron su infortunio.

Vargas González es licenciado en derecho, maestro en antropología y doctor en ciencias sociales. Su tesis para este último grado, obtenido en la Universidad de Guadalajara y el Centro de Investigación y Estudios Superiores en antropología se tituló Las dificultades de la transición política desde el nivel local. El caso del estado de Hidalgo. Una porción de ese trabajo fue publicado por la propia Universidad hidalguense y la Cámara (federal) de diputados, como Hidalgo. Elecciones y reforma política. 1979-2000. Allí Vargas González se muestra como el más acucioso y el más riguroso analista de los fenómenos electorales en su entidad natal, como antes en La población de Hidalgo, escrito en colaboración, había resumido su experiencia como investigador en temas demográficos. Ya en 1994 era el autor con más obra enumerada en la Bibliografía General del Estado de Hidalgo, compilada por el finado Víctor M. Ballesteros G, y publicada por la propia universidad.

Buena parte de su trabajo fue realizado juntamente con la doctora Irma Eugenia Gutiérrez Mejía, en su momento integrante pionera del propio Sistema Nacional de Investigadores, que instituyó en la UAEH los estudios demográficos y sociales. Esa vinculación académica y la amistad que mantienen los dos investigadores ha sido también pretexto para la indignante defenestración del doctor Vargas, a quien se señala como propagandista de la doctora Gutiérrez, sin que eso corresponda a la verdad.

Ella está participando en el proceso de selección de los candidatos a senador en Hidalgo, en el Partido de la Revolución Democrática. Como aspirante externa, representa el aire nuevo que los simpatizantes de ese partido, y muchos de sus militantes esperan que sople en su interior para desvanecer las miasmas que allí se han formado. Contiende por esa candidatura (en fórmula en que la acompaña el ex diputado Luis Rojas, coordinador administrativo del grupo senatorial del PRD), contra dos mastodontes, que lejos de enriquecer la oferta política del perredismo la disminuyen.

Se trata de Luciano Cornejo, ex alcalde de Tezontepec de Aldama, ex diputado local y quien por segunda vez encabeza el comité estatal perredista. Esta circunstancia lo descalifica, porque es juez y parte. Su caso se asemeja, en peor, al de Roberto Madrazo en el PRI quien aprovechó su posición al frente de su partido para construir su candidatura. Se apartó, sin embargo, al menos en la forma, de la presidencia partidaria antes aun de lanzar la convocatoria al proceso interno en que resultó triunfante. Cornejo no observará siquiera esa elegancia formal, sino que es al mismo tiempo precandidato y líder estatal, cuyos dos periodos (hace siete años y ahora) se caracterizaron por su adhesión a José Guadarrama.

En un doble juego del que esperan obtener ganancia, Guadarrama es también aspirante a la senaduría. Es previsible que según las circunstancias Cornejo decline a favor de Guadarrama, o viceversa. Guadarrama pretendió ser, con el apoyo de Cornejo, candidato a gobernador en 1999, sin conseguirlo entonces, porque no renunció a la militancia priista en que perseveró todavía algunos años más. El año pasado sí consiguió, con el invariable apoyo de Cornejo, ser candidato en una postulación que no le dio votos al PRD y sí le hizo pasar vergüenzas, porque el historial de Guadarrama no es para enorgullecer a nadie.

El escandaloso despido al doctor Vargas es un modo oblicuo de debilitar la precandidatura de la doctora Gutiérrez por vía intimidatoria. La maniobra es posible por acuerdos políticos que vinculan a Guadarrama y Cornejo con Gerardo Sosa, amo universitario y dirigente nato de la Sosanostra.

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