La importancia de lograr un acuerdo migratorio con Estados Unidos ha ocupado en los últimos días la atención de los medios informativos.
Las imágenes de cientos de jóvenes de origen mexicano protestando por las calles de San Diego y ondeando la bandera mexicana han recorrido el mundo entero, elevando nuevamente la inconformidad de los sectores más conservadores en Estados Unidos.
Es necesario dimensionar algunas asimetrías de nuestras economías para inferir las consecuencias de fondo de un acuerdo migratorio.
Se estima que 15 millones de mexicanos están trabajando en forma ilegal en Estados Unidos, una economía que es un poco más que diez veces la economía mexicana; sólo para darnos una idea, la economía del estado de California es 50 por ciento más grande que toda la economía mexicana.
Más del 80 por ciento de los trabajadores mexicanos ilegales trabaja fuera del sector agrícola y concentrado principalmente en zonas urbanas y grandes ciudades, teniendo poco acceso a la seguridad social, educación y demás beneficios normales para los trabajadores americanos.
Sólo para que se dé una idea, de acuerdo a cifras estimadas, la ciudad con mayor número de mexicanos después de la Ciudad de México, es la ciudad de Los Ángeles California.
En 2005 se estima que las transferencias de dinero que trabajadores ilegales enviaron a México superaron los 20.5 billones de dólares.
Éstos y otros datos más nos dan una idea de la magnitud que un acuerdo de esta naturaleza podría ocasionar en los dos países, pero principalmente a la planta productiva en México.
Buena parte de las transferencias millonarias podrían quedarse en la economía americana una vez que estos trabajadores no tengan más que ocultarse en la oscuridad de la economía informal y se integren abiertamente en el país.
Por otro lado la competencia por la mano de obra calificada se incrementará para las empresas mexicanas. Sólo por citar un ejemplo, algunos industriales de Monterrey quienes emplean soldadores calificados ya están preocupados por lo que un acuerdo migratorio pudiera causar a su planta de trabajadores, pues un soldador calificado gana en Monterrey la cuarta parte de lo que ganaría en Estados Unidos.
Sin duda la ventaja comparativa de tener en México mano de obra más barata tenderá a desaparecer y por supuesto tendría que ser sustituida por mejores índices de productividad, lo que nos lleva a un tema mucho más complejo de reformas estructurales e inversión en infraestructura, lo cual en México todavía se ve lejos.
Existe hoy todavía el sentimiento que el que se va de ?mojado? se la va jugando y va a pasar adversidades, pero ante un acuerdo migratorio formal y ordenado, muchos podrían tomar esa ruta.
Visto fríamente, los empresarios e industriales mexicanos deberían estar más preocupados por este acuerdo migratorio de lo que en realidad han expresado.
Trabajar en un entorno en donde los insumos son mas caros, los apoyos y subsidios económicos son menores, la carga impositiva es mayor, la infraestructura es cara y deficiente, y en donde además se da facilidades para que los buenos trabajadores emigren, no es una historia muy alentadora.
México ha sufrido del éxodo de talento por décadas, y un acuerdo migratorio que no viene acompañado por una reforma estructural de fondo, de manera que las empresas tengan un entorno apropiado y puedan competir en el exterior, no es el mejor augurio.
No me queda la menor duda que nuestros amigos americanos van a tomar ventaja de este acuerdo migratorio para obtener los mayores beneficios posibles; regularizar una situación que les está causando ya problemas sociales, retener en el país los miles de millones de dólares que pagan en salarios en la economía informal y dar cabida a aquellos trabajadores calificados que llevan a cabo tareas que muchos norteamericanos ya no quieren hacer.
luisflores@rbc.com