?La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar?.
Mario Vargas Llosa
Mi umbral del dolor es amplio y resistente, pero también existe una parte sensible que es incapaz de sustraerse a los acontecimientos, más aún si éstos se encuentran erróneamente sustentados en la injusticia.
Supe cuál era mi verdadero estado anímico justamente el viernes pasado, sí, el día del malogrado informe presidencial. Al ver que Vicente Fox se retiraba del Congreso de la Unión lloré como hace mucho tiempo no lo hacía: era un llanto de impotencia, rabia y pena por el estado en que se encuentran las cosas. Yo no sé tú, querido lector, pero por lo menos este columnista ha vivido a medias desde hace ya varios meses; creo que no hay sentimientos que desesperen y carcoman de la manera en que la indefinición y la incertidumbre lo hacen. El día en que amanecimos sin presidente electo supe que vendrían tiempos aciagos, difíciles.
Mi umbral del dolor es amplio y resistente, pero también existe una parte sensible que es incapaz de sustraerse a los acontecimientos, más aún si éstos se encuentran erróneamente sustentados en la injusticia. Entiendo que el proceso hacia la consolidación de una democracia madura nunca estará exento de sobresaltos, y de alguna forma mucho de lo que actualmente ocurre era previsible; sin embargo ciertas luces reafirman mi teoría sobre la natural impermanencia de las cosas y lo difícil que supone dilucidar el porvenir.
En cuestión de días pasé del encono al dolor y viceversa. No es ciclotimia ni ganas de darme por vencido; mal haría en hacer a un lado mis banderas en momentos donde justamente lo que se requiere son acciones -tanto individuales como colectivas- en pro de garantizarle a México un futuro certero. A pesar de ello me duele ver que aparentemente lo mucho que nos une palidece frente a aquello que nos divide. Me duele y por qué no decirlo, también me frustra, que sobre el interés de millones de ciudadanos impere el de un grupo en específico. Pocas veces, en verdad te lo digo, sentí tal pena ajena como en el instante donde senadores y diputados del PRD tomaron la tribuna. ¿Acaso así van a ser las cosas de ahora en adelante? ¿Nuestras divergencias serán solventadas por la vía de la confrontación?
En cualquier sistema que se ufane por ser democrático, el libre debate de las ideas debe ser un derecho al que todos puedan aspirar. El ejercicio de la libertad de expresión nos garantiza saber quiénes somos y hacia dónde vamos; tristemente en nuestro país dicha prerrogativa se ha convertido en el pretexto de unos cuantos para atentar contra las garantías individuales de terceros. Aquellos que se precian de ser ?juaristas? a ultranza olvidan la máxima del Benemérito y si no, cabría preguntarle a los casi seis mil trabajadores que fueron despedidos gracias a la toma del centro capitalino, Paseo de la Reforma y otras avenidas.
Nada ni nadie se encuentra por encima de la ley. La ley no es ?cuando yo quiera? ni ?cuando me convenga?, sencillamente hay que acatarla. La resolución del Trife es inapelable y no tiene vuelta de hoja, gústele a quien le guste y de ahí que el Presidente Electo de la República se llame Felipe Calderón Hinojosa. Creo hablar a nombre de muchos mexicanos que se encuentran hastiados de todo lo que huela a López Obrador; también estimo no haberme equivocado cuando hace alrededor de un año señalé la peligrosidad implícita en un individuo cuya carrera política fue sustentada en la violencia y desacato por las instancias legales.
En verdad necesitamos ver hacia delante. Como editorialista estoy -hasta ya se imaginarán dónde- de estar hablando del mismo tema y el mismo personaje cada semana. Siendo francos el escenario para el futuro Gobierno es muy incierto dada la cerrazón para dialogar del Peje y algunos de sus seguidores, aunado a los deseos que mantienen para que Calderón y su equipo fracasen. A mi juicio dicha actitud representa la más alta traición a la Patria. Punto.
¿Que si es necesaria una revolución? En efecto, entiendo una revolución que desde las distintas instancias de Gobierno busque solucionar el sinfín de problemas pendientes; una revolución incluyente en donde los ciudadanos puedan participar entregando su potencial a favor de todo aquello justo. Otro tipo de revolución es impensable, producto de una mente calenturienta que más vale se vaya consiguiendo un oficio y deje ya de estar molestando. Le urge que el Doctor Chapatín le recete algún ansiolítico: nada mal le vendrían diez gramos de Tafil, por aquello de que anda muy alteradito el pobre.
Confieso que lloré muy sabroso, lo concibo como catarsis. A otra cosa mariposa y una promesa a los lectores: la semana siguiente platicamos del clima.